Respetamos a todas la tradiciones espirituales (ya tengan tradición escrita o no) dado que de una forma u otra reflejan esa tendencia hacia los niveles más plenos de la existencia humana relacionados con el amor, el respeto y la verdad, así como con la búsqueda del sentido de la propia vida.
Buscamos la paz y nos sentimos iguales en una nueva consciencia planetaria: somos mujeres y hombres libres.
Ninguna espiritualidad ha de recibir un trato de favor por parte de los estados. Además de que se espera que sus gastos sean austeros y solidarios, y que sus cuentas sean públicas y trasparentes.
También respetamos el derecho a no creer en lo espiritual. Pero sobre todo, estamos convencidos que nuestra fuerza para el desarrollo de una vida mejor está en el punto donde coinciden las esperanzas de todos (en lo que nos une y no en lo que nos separa), rechazando así fanatismos, totalitarismos, fundamentalismos y cualquier forma de violencia.
Este desarrollo desde la evolución individual se refleja en lo colectivo, también en acciones políticas, para transformar el sistema hacia un mundo más armónico, solidario y justo.
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