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II. MITOS ASIRIO – BABILÓNICOS



El caos original
Cuando en lo alto el cielo no había sido nombrado y en lo bajo la tierra no había sido mencionada, del Abismo y la Impetuosidad se mezclaron las aguas. Ni los dioses, ni las marismas, ni los juncales existían. En ese caos fueron engendradas dos serpientes que durante mucho tiempo crecieron en tamaño dando lugar a los horizontes marinos y terrestres. Ellos separaron los espacios, ellos fueron los límites de los cielos y la tierra. De esos límites nacieron los grandes dioses que se fueron agrupando en distintas partes de lo que era el mundo. Y estas divinidades siguieron engendrando, perturbando así a los grandes formadores del caos original. Entonces, el abismal Apsu se dirigió a su esposa Tiamat, madre de las aguas oceánicas y le dijo: “El proceder de los dioses me es insoportable, su jolgorio no me deja dormir, ellos se revuelven por su cuenta siendo que nosotros no hemos fijado ningún destino”.
Los dioses y Marduk
Así habló Apsu a Tiamat, la resplandeciente. De tal manera fue dicho esto que Tiamat enfurecida se puso a gritar: “Vamos a destruir a esos revoltosos así podremos dormir”. Y ella estaba rabiosa y se agitaba dando grandes voces. Fue de ese modo que uno de los dioses, Ea, comprendiendo el designio destructivo extendió sobre las aguas un encantamiento. Y con él dejó profundamente dormido a Apsu (tal era su deseo), atándolo con cadenas. Finalmente lo mató, desgarró su cuerpo y sobre él estableció su morada. Allí vivió Ea con su esposa Damkina hasta que de esa unión nació Marduk.
El corazón de Ea se exaltó al ver la perfección de su hijo, rematada por su doble cabeza divina. La voz del niño ardía en llamaradas, mientras sus cuatro ojos y sus cuatro oídos escudriñaban todas las cosas. Su cuerpo enorme y sus miembros incomprensibles estaban bañados por un fulgor que era fuerte en extremo cuando los relámpagos se arremolinaban sobre él.
La guerra de los dioses
Mientras Marduk crecía y ordenaba el mundo, algunos dioses se acercaron a Tiamat a recriminarle su falta de valor diciéndole: “Mataron a tu consorte y te quedaste callada y ahora tampoco nosotros podemos descansar. Te convertirás en nuestra fuerza vengadora y nosotros caminaremos a tu lado e iremos al combate”. Así gruñían y se amontonaban alrededor de Tiamat, hasta que ella cavilando sin cesar decidió por fin modelar armas para sus dioses. Rabiosa creó a los monstruos-serpientes de garras venenosas; a los montruos-tempestad; a los hombres-escorpiones; a los leones-demonios; a los centauros y a los dragones voladores. Once monstruos irresistibles creó Tiamat y luego de entre sus dioses elevó a Qingu y lo designó jefe de su ejército.(2) Ella confió a Qingu la dirección de sus tropas y sus armas y haciéndolo sentar en la asamblea, dijo: “He pronunciado en tu favor el conjuro que te da poder para dirigir a los dioses. Tú eres ahora mi esposo y los Anunnaki deben exaltar tu nombre. Te doy ahora las tabletas del Destino y las sujeto a tu cuello. Nada cambiará en este mandato y tu palabra prevalecerá”.(3)
Pero Ea, al conocer nuevamente los perversos designios buscó ayuda en otros dioses y proclamó: “Tiamat, nuestra engendradora, nos aborrece. Ha puesto a su alrededor y en contra nuestro a los terribles Anunnaki. Ha enfrentado a la mitad de los dioses con la otra mitad, ¿cómo podremos hacerla desistir? Pido que los Igigi se reúnan en consejo y resuelvan”. Y así se concentraron las muchas generaciones de Igigi, pero nadie pudo resolver la cuestión. Cuando pasado el tiempo ni emisarios ni valientes pudieron cambiar los designios de Tiamat, el anciano Anshar se levantó pidiendo por Marduk. Entonces Ea fue hasta su hijo y le rogó que prestara ayuda a los dioses. Pero Marduk replicó que en tal caso habría de ser elevado como jefe. Eso dijo Marduk y fue hacia el consejo.
Los dioses hincharon sus cuerpos con el licor dulce y el pan ceremonial. Exaltados gritaban a favor de Marduk y, nombrándolo su vengador, para él fijaron el destino. Erigieron un trono y sentándolo entre ritos y conjuros lo hicieron presidir. Ante Marduk pusieron un vestido y dijeron: “Tu palabra será suprema para crear o destruír, abre la boca y todo se cumplirá”. Marduk habló y el vestido se esfumó ante los ojos de todos. Nuevamente pronunció unas palabras y el vestido apareció resplandeciente. Al comprobar su poder, los dioses dijeron: “Tú eres el rey. Toma el cetro y el palu, toma el arma incomparable y destruye con ella a nuestros enemigos. Apodérate de la sangre de Tiamat y haz que se derrame en los lugares recónditos”.(4)
El Señor hizo un arco y lo colgó con su carcaj a su lado. Hizo una red para atrapar a Tiamat. Levantó la maza y puso en su frente el relámpago al tiempo que su cuerpo se llenó de fuego. Luego detuvo a los vientos para que nada de Tiamat pudiera escapar, pero creó los huracanes e hizo surgir la tormenta diluvial, al tiempo que montó en el carro-tempestad. A él unció la cuadriga de nombres terroríficos y como el rayo enfiló hacia Tiamat. Ésta en su mano sostenía una planta que expulsaba veneno, pero el Señor se acercó para  escudriñar en su interior y percibir las intenciones de los Anunnaki y de Qingu(5) --¿Es que eres tan importante para elevarte por encima mío como supremo dios? - bramó rabiosa Tiamat. -- Tú te has exaltado altamente y has elevado a Qingu como poder ilegítimo. Tú odias a tus hijos y les procuras el mal. ¡Ahora en pie y choquemos en combate! - respondió Marduk, al tiempo que los dioses afilaban sus armas.
Tiamat conjuró y recitó sus fórmulas, y los dioses salieron a la lucha. Entonces, el Señor arrojó su red y la terrible Tiamat abrió su enorme boca. En el momento, aquel soltó los huracanes que penetraron en ella y lanzó la flecha que atravesó su vientre. Después se hizo cargo de sus oscuras entrañas hasta dejarla sin vida. El horrible ejército se desbandó y en confusión las afiladas armas fueron destrozadas. Ceñidos en la red, los prisioneros fueron arrojados a las celdas de los espacios subterráneos. El soberbio Qingu fue despojado de las Tabletas del Destino, que no le pertenecían, y encarcelado también con los Anunnaki. Así, las once criaturas que había creado Tiamat, fueron convertidas en estátuas para que nunca se olvidara el triunfo de Marduk.
La creación del mundo
Luego de reforzar la prisión de sus enemigos y de sellar y sujetar a su pecho las Tabletas del Destino, el Señor volvió sobre el cuerpo de Tiamat. Despiadadamente aplastó su cráneo con la maza, separó los conductos de su sangre que el huracán llevó a lugares secretos, y al ver la carne monstruosa concibió ideas artísticas. Así es que cortó a lo largo el cadáver como si fuera un pescado, levantando a una de sus partes hasta lo alto del cielo. Allí la encerró y colocó un guardián para que impidiera la salida de las aguas. Luego atravesando los espacios inspeccionó las regiones y midiendo el abismo estableció su morada sobre él. Así creó los cielos y la tierra y estableció sus límites. Entonces, construyó casas para los dioses iluminándolas con estrellas.
Después de hacer el año, determinó en él doce meses por medio de sus figuras(6). A éstas las dividió hasta precisar los días. A los costados reforzó los cerrojos de izquierda y de derecha, poniendo entre ambos el zenit. Destacó a Samash(7) la partición del día y la noche y puso la brillante estrella de su arco(8) para mirada de todos. Encargó a Nebiru(9) la división de las dos secciones celestes al norte y al sur. En medio de la obscuridad encomendó a Sin iluminar, ordenando los días y las noches. Y así le habló el Señor: “Todos los meses tomarás tu corona plenamente. Durante seis días mostrarás los cuernos y al séptimo serás media corona. A los catorce días cuando Samash  te alcance en el horizonte disminuirás la corona menguando su luz. Así te irás aproximando y alejando del sol pero en el día veintinueve te pondrás nuevamente en oposición a él”.(10)
Después, volviéndose hacia Tiamat, tomó su saliva y con ella formó las nubes. Con su cabeza produjo los montes y de sus ojos hizo fluir el Tigris y el Éufrates. Finalmente, de sus ubres creó las grandes montañas y perforó los manantiales para que los pozos dieran agua.
Finalmente, Marduk solidificó el suelo levantando su lujosa morada y su templo, ofreciéndolos a los dioses para que se alojaran allí cuando concurrieran a las asambleas en las que debían fijar los destinos del mundo. Por consiguiente, a estas construcciones les llamó «Babilonia», que quiere decir “la casa de los grandes dioses”.(11)
La creación del ser humano
Al terminar su obra el Señor fue exaltado por los dioses y entonces como reconocimiento a ellos dijo: “Todos los dioses serán reverenciados pero los dividiré en dos grupos(12) para que rijan las regiones altas y las bajas. Con mi sangre amasaré y formaré al hombre para que mantenga vivo el homenaje y el culto. Los dioses deben quedar satisfechos”. Pero el ecuánime Ea respondió: “Que solamente uno de los hermanos perezca para dar su sangre a la humanidad. La asamblea debe decidir quién ha sido el culpable de todos los infortunios”.(13)
Marduk hizo traer a los Anunnaki cautivos y les preguntó, bajo juramento, acerca del culpable de la insurrección prometiendo la vida a quienes declararan la verdad. Entonces los dioses acusaron a Qingu. De inmediato trajeron al prisionero, le ataron recriminándolo y procedieron a separar su sangre con la que modelaron la humanidad. Ea hizo entonces dejar libre a los dioses cautivos e impuso a la humanidad el servicio y la devoción hacia los dioses. Sin embargo, esta obra fue incomprensible(14)
Y así el Señor dejó libres a los dioses y los dividió en trescientos arriba y trescientos abajo constituyéndolos en guardianes del mundo. Agradecidos los Anunnaki edificaron un santuario, elevaron la cima del Esagila y luego de haber alzado una torre con gradas establecieron en ella una nueva morada para Marduk.(15)
Cuando los grandes dioses se reunieron en asamblea alabaron a Marduk e inclinándose hacia la tierra pronunciaron un conjuro para poner la vida de la humanidad en peligro. Por el agua y el aceite juraron hacer peligrar la vida del hombre.(16) Entonces dijeron: “los ‘cabezas negras’ deben esperar de nosotros la salvación y aunque puedan llamar a Marduk con sus cincuenta nombres, él es el Señor”.(17)
  Las estrellas brillaron y todos los seres creados por los dioses se alegraron. También la humanidad se reconoció en el Señor. Por ello, que haya memoria de todo lo ocurrido. Que los hijos aprendan de sus padres esta enseñanza. Que los sabios escudriñen el sentido de El Canto de Marduk que venció a Tiamat y logró el reinado.(18)



1.-      El poema, realizado en Babilonia en base a material sumerio, fue encontrado luego en la biblioteca real de Assurbanipal (S. VII A.C.).
2.-      Los once monstruos, más su jefe Qingu son las doce constelaciones zodiacales que como estatuas (imágenes fijas), colocará Marduk en el cielo.
3.-      Referencia a la Tablilla I del Enuma Elish (Cuando en lo Alto) v. 147 a 157. Poema babilónico de la Creación. E. L. Peinado y M. G. Cordero. Ed. Nacional. Pág. 98. Madrid. 1981.
4.-      Tablilla III v. 134 a 138. Tablilla IV v. 1 a 32.
5.-      La planta asociada a Tiamat y Qingu puede haber sido de una especie acuática y de propiedades venenosas, que en pequeñas dosis resultaba curativa (la “sangre” de Qingu como dadora de vida). Tal idea, aparentemente contradictoria no es extraña. Así leemos en Pausanias VIII, 17, 6 ss. que el agua de la Estigia tenía propiedades perniciosas, quebrando el hierro, los metales y la cerámica. Inversamente, estas aguas poseían cualidades de elixir de la vida como en el caso de la invulnerabilidad de Aquiles obtenida por la inmersión del héroe en ellas. Recordemos en Hesíodo: “Tal juramento establecieron en verdad los dioses, por la antigua agua inmortal de la Estigia, que a través de una abrupta región corre”. (Teogonía. v.805).
6.-      El zodíaco.
7.-      El Sol.
8.-      La estrella Sirio.
9.-      El planeta Júpiter.
10.-    Tablilla V. v. 14 a 22.
11.-    Bab - El, significa “Puerta de Dios”.
12.-    Tablilla VI. v. 5 a 10. Los Iggi y los Anunnaki, entidades respectivas de los cielos y de las profundidades infernales.
13.-    Tablilla VI. v. 11 a 16.
14.-    Tablilla VI. v. 29 a 37. El sacrificio de Qingu permite obtener su sangre. De ese modo quedan limpios de su culpa los dioses y se puede transmitir la vida a la humanidad. La frase: “Esta obra fue incomprensible”, tal vez revele la perplejidad del poeta babilónico, o la falta de indicios, frente a una explicación insatisfactoria que posiblemente en contexto más completo, haya obrado en poder de los sumerios (de quienes deriva este mito). En la tradición caldea fueron Marduk y Aruru los progenitores del hombre. Esta diosa, en el poema de Gilgamesh es la que crea al hombre y luego al doble del rey, a Enkidu, humedeciendo sus manos y modelándolo con arcilla. Otra versión (transmitida por el sacerdote Beroso), señala que la humanidad fue modelada con arcilla a la que se mezcló la sangre de un dios.
15.-    Se trata de la pirámide trunca con gradas (zigurat), en cuya cúspide siempre había un templete que era también lugar de observación astronómica. El complejo de Esagila comprendía otras torres, residencias y murallas fortificadas. Las escaleras, frecuentemente eran sustituidas por rampas. En espacios subterráneos de la pirámide se encontraban cámaras funerarias o rituales en las que para la festividad de Año Nuevo (Akitu) «reposaba» o «moría» Marduk. Posteriormente éste era rescatado de «la montaña de la muerte» y tras complejas ceremonias se fijaban los destinos del Año Nuevo. Desde luego, el mito de la muerte y resurrección ya había tomado forma mucho tiempo antes en Súmer. Al respecto, comenta Schmökel: “Sabemos hoy que la problemática de vida, muerte y resurrección, expresada en el misterio de Inanna y Dumuzi, era una pregunta nuclear de la antigua religión sumeria... cabe preguntar si la sombría descripción del más allá en la epopeya de Gilgamesh no habrá de considerarse como una reacción contra esperanzas demasiado efusivas en ese sentido. Quien se entregara íntegramente a la fe en Inanna como dadora de toda vida y su amado Dumuzi, que anualmente en otoño bajaba al averno, acompañado por las lamentaciones de los hombres, siendo recibido con júbilo a su regreso en la primavera siguiente, podía participar tal vez en ese retorno, y devenir él mismo un eslabón en la eterna cadena del morir y nacer... Y ya hemos visto que, por lo menos en la primera dinastía de Ur, la creencia en el rey convertido en Dumuzi surtió los efectos más extraños: grupos enteros de hombres tomaban la cicuta en la tumba del extinto soberano o de la difunta sacerdotisa, para acompañar así a su dios y revivir junto con él. Pasemos por alto la cuestión acerca del grado de espontaneidad en cada caso; el hecho de que esos hombres y mujeres pusieran fin a sus vidas sin ninguna coacción visible, parece seguro” El país de los sumerios. O.C., pág. 211.
16.-    Tablilla VI. v. 95 a 98. Parece tratarse de una referencia al Diluvio.
17.-    Tablilla VI. v. 120 a 123. “Cabezas negras” es una designación de los seres humanos. Por otra parte, la reducción de numerosos nombres de dioses a Marduk, muestra la faz monoteísta de la religión babilónica luego que su divinidad local se expandió por la baja y alta Mesopotamia, el Asia Menor y el Mediterráneo oriental. Otro tanto harán los asirios con Assur.
18.-    Tablilla VII. v. 161 a 162. Se refiere a las palabras finales del Enuma Elish.

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