En diciembre de 2010, la inmolación de un joven desocupado en Túnez fue la chispa que inició el incendio en el Magreb y, en adelante, por todo el mundo árabe.
El mismo escenario se repitió en Egipto en febrero de 2011: los jóvenes, sin líderes que los dirijan, conectados a través de Internet, lograron movilizar tras de sí a la sociedad egipcia hasta lograr la dimisión del dictador Mubarak, también de modo no-violento.
Ya en Europa, el 15 de mayo se convirtió en un día simbólico para el masivo movimiento de los “indignados” españoles. Decenas de miles de jóvenes llenaron la plaza del Sol en Madrid al clamor de “Democracia real, ya!”, advirtiendo a los políticos de todas las orientaciones, banqueros y corporaciones: “¡No nos representan!”. También caracterizado por la no-violencia, el fenómeno se extendió por el país, colectando además el apoyo de conjuntos humanos en otros lugares, especialmente de Europa y América Latina.
En Chile los estudiantes, secundarios y universitarios, se han manifestado masivamente en varias oportunidades durante los últimos tiempos. Pero en agosto de este año lograron el apoyo decidido de profesores y padres, de la clase media y los trabajadores, poniéndose resueltamente a la cabeza de un gran movimiento no violento contra la política educativa del gobierno. Hasta conseguir que el presidente del país y el parlamento los convoquen a la mesa de negociaciones, inclusive a los estudiantes secundarios.
En los casos mencionados, independientemente de las notables diferencias sociales, económicas y culturales entre los países, podemos distinguir tres fenómenos comunes a todos estos acontecimientos:
1. La fractura morfológica en el sistema de valores que orienta el comportamiento social. La no coincidencia entre la representación de “lo alto” - como un espacio en donde se encuentran seres especialmente dotados de fuerza, sabiduría y bondad - y la realidad social, debido a la creciente desconfianza en las capacidades e intenciones de los dirigentes para el mejoramiento de la vida de las mayorías, tanto en el campo político como económico, gremial y religioso. Situación que ha llevado a la ruptura del viejo y surgimiento de un nuevo sistema de referencias, donde cobra significado preponderante el concepto de “lo profundo”. Profundo en este caso significa verdadero, reflexivo, humano, dador de sentido... sagrado en el más amplio sentido de la palabra. Esta nueva morfología de valores, horizontal, se corresponde enteramente con los conceptos actuales de “redes”, “interactividad”, “comunidades”, “autorregulación”, “autoorganización”.
Finalmente, el estrepitoso aumento de los medios alternativos de comunicación en la red Internet permite una inédita ampliación de la diversidad de miradas sobre la realidad.
En los ejemplos descriptos se evidencia no solamente un proceso de ampliación exponencial del volumen y accesibilidad de la memoria social por parte de los individuos, sino también una enorme diversificación de posibilidades de percepción del mundo y de representación del mismo. Se observa además, una clara tendencia a la integración de las particularidades en un nivel más alto del todo, el tránsito del “yo” al “nosotros”, pero manteniendo, e incluso incrementando su diversidad interna. Un tránsito, en las condiciones dadas, desde el “yo” a un “nosotros elegido, creado colectivamente”, característica distintiva de un proceso de autoorganización conciente de la sociedad.
3- La toma de conciencia de la necesidad de resistir la violencia en conjuntos pertenecientes a las más diferentes culturas y confesiones. La tercera característica distintiva de todos los fenómenos psico-sociales mencionados al comienzo es la elección de una metodología no-violenta de transformación de la sociedad.
Amplios conjuntos humanos comienzan no sólo a manifestarse contra la guerra y la violencia física, sino también económica, religiosa, racial, sexual, psicológica y moral, colocando en el centro al ser humano y su derecho real a la autodeterminación y desarrollo. Llama especialmente la atención el hecho de cuán rápidamente la gente – especialmente los más jóvenes – han tomado conciencia clara de la necesidad, no sólo de oponerse a todas las formas de violencia que provengan del poder, sino de descartar la violencia en el propio comportamiento.
De tal manera: una nueva morfología, horizontal, en el sistema de referencias y su correlato social; el tránsito del “yo” individual a un “nosotros elegido, creado en conjunto”; y el rechazo de la violencia en todas sus formas, fuera y dentro de uno, crean un paisaje completamente nuevo en el mundo, claramente correspondiente a un momento de inflexión en la historia humana.
Es evidente que los jóvenes tienen las mejores posibilidades de comprender y actuar, reflexionar y crear en las nuevas condiciones. Hemos llegado al momento cuando las nuevas generaciones comienzan a enseñar a los adultos, no sólo a utilizar y manejar las nuevas tecnologías, sino también “con un nuevo afecto y una nueva comprensión”[1].
De la profundidad conque se tome conciencia de este hecho depende, en nuestra opinión, la posibilidad de superar la actual crisis histórica de la humanidad y de avanzar hacia la Nación Humana Universal.
Hugo Novotny – Rodas, Grecia, 09-10-2011.
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