Estos “Comentarios” no tocan todos los tópicos de “El Mensaje de Silo” sino, únicamente, aquellos que nos han parecido necesarios para una mejor comprensión de este escrito.
Haremos nuestras aproximaciones a “El Mensaje de Silo” respetando el orden de esa exposición. Por tanto, la primera parte estará dedicada a los capítulos y parágrafos del libro “La Mirada Interna”; la segunda parte habrá de considerar a “La Experiencia” y la tercera a “El Camino”.
Primera parte de “El Mensaje de Silo”
En la primera parte comentaremos el libro “La Mirada Interna”, considerando a sus tres primeros capítulos que son introductorios y que se refieren a ciertas precauciones que se deberían tomar para encuadrar correctamente los temas más importantes.
Hasta el capítulo V las explicaciones se dan en un trasfondo de sin-sentido que el buscador de verdades más definitivas se siente inclinado a descartar. Encontramos allí capítulos y parágrafos que merecen algunas consideraciones. Pero, primeramente debemos preguntarnos: ¿qué se pretende transmitir en esta obra? Se trata de transmitir una enseñanza sobre la conducta y sobre la interioridad humana, con referencia al sentido de la vida.
¿Por qué el Libro lleva por título “La Mirada Interna”? ¿Es que acaso el órgano de la visión no está colocado para atisbar el mundo exterior, como si fuera una ventana o dos, si fuera el caso; no está colocado para abrirse cada día al despertar de la conciencia? El fondo del ojo recibe los impactos del mundo exterior. Pero a veces, cuando cierro los párpados, recuerdo al mundo externo, o lo imagino, o lo ensueño, o lo sueño. A este mundo lo veo con un ojo interior que también mira en una pantalla, pero que no es la correspondiente al mundo externo.
Mencionar una “mirada interna” es implicar a alguien que mira y a un algo que es mirado. Sobre esto trata el Libro y su título pone de relieve una imprevista advertencia de confrontación con lo ingenuamente admitido. El título del Libro resume estas ideas: “hay otras cosas que se ven con otros ojos y hay un observador que puede emplazarse de un modo diferente al habitual”. Debemos, ahora, hacer una pequeña distinción.
Cuando digo que “veo algo”, anuncio que estoy en actitud pasiva respecto de un fenómeno que impresiona mis ojos. Cuando, en cambio, digo que “miro algo”, anuncio que oriento mis ojos en una determinada dirección. Casi en el mismo sentido, puedo hablar de “ver interiormente”, de asistir a visiones internas como las del divagar, o las del soñar, distinguiéndolo del “mirar interno” como dirección activa de mi conciencia. De ese modo, puedo hasta recordar mis sueños, o mi vida pasada, o mis fantasías y mirarlas activamente, iluminarlas en su aparente absurdidad, buscando dotarlas de sentido. La mirada interna es una dirección activa de la conciencia. Es una dirección que busca significación y sentido en el aparentemente confuso y caótico mundo interno. Esa dirección es anterior aun a esa mirada, ya que la impulsa. Esa dirección permite la actividad del mirar interno. Y si se llega a captar que la mirada interna es necesaria para develar el sentido que la empuja, se comprenderá que en algún momento el que mira tendrá que verse a sí mismo. Ese “sí mismo” no es la mirada, ni siquiera la conciencia. Ese “sí mismo” es lo que da sentido a la mirada y a las operaciones de la conciencia. Es anterior y trascendente a la conciencia misma. De un modo muy amplio llamaremos “Mente” a ese “sí mismo” y no lo confundiremos con las operaciones de la conciencia, ni con ella misma. Pero cuando alguien pretende apresar a la Mente como si fuera un fenómeno más de la conciencia, aquella se le escapa porque no admite representación ni comprensión.
La mirada interna deberá llegar a chocar con el sentido que pone la Mente en todo fenómeno, aun de la propia conciencia y de la propia vida y el choque con ese sentido iluminará a la conciencia y a la vida. Sobre esto trata el Libro en su núcleo más profundo.
A todo lo anterior nos lleva la reflexión sobre el título de la obra. Pero al entrar en ella, en el primer parágrafo del primer capítulo, se nos dice: “Aquí se cuenta cómo al sin sentido de la vida se lo convierte en sentido y plenitud”. Y en el parágrafo 5, del mismo capítulo, se aclara: “Aquí se habla de la revelación interior a la que llega todo aquel que cuidadosamente medita en humilde búsqueda”.
Queda marcado el objetivo, convertir el sin-sentido de la vida en sentido. Y además, está trazado el modo de llegar a la revelación del sentido en base a una cuidadosa meditación.
Entremos en materia…
El capítulo I desarrolla el modo de llegar a la revelación interior, previniendo de falsas actitudes que alejarían del objetivo propuesto.
El capítulo III trata de lo que se ha dado en llamar “el sin-sentido”. El desarrollo de este capítulo comienza con la paradoja del “triunfo-fracaso”, en estos términos: “Aquellos que llevaron el fracaso en su corazón pudieron alumbrar el último triunfo. Aquellos que se sintieron triunfadores, quedaron en el camino como vegetales de vida difusa y apagada.” En este capítulo se reivindica el “fracaso” como no conformidad con los sentidos provisionales de la vida y como estado de insatisfacción impulsor de búsquedas definitivas. Destaca el peligro del encantamiento en los triunfos provisionales de la vida, aquellos que si se logran exigen más, llevando finalmente a la decepción y que si no se logran llevan también a la decepción definitiva, al escepticismo y al nihilismo.
Más adelante, en el mismo capítulo pero en el parágrafo 1, se afirma: “No hay sentido en la vida si todo termina con la muerte”. Ahora bien, está por demostrarse si efectivamente la vida termina o no termina con la muerte, por una parte, y si la vida tiene o no sentido en función del hecho de la muerte… Esos dobles interrogantes escapan del campo de la Lógica para tratar de ser resueltos, a lo largo del Libro, en términos de existencia. Sea como fuere, a este parágrafo 1 del capítulo III no es como para leerlo de corrido pasando inmediatamente al siguiente parágrafo. Exige una pausa y algunas reflexiones, ya que se está tratando un punto central de Doctrina. Los siguientes parágrafos se ocupan de resaltar la relatividad de los valores y de las acciones humanas.
El capítulo IV considera todos los factores de dependencia que operan sobre el ser humano, restándole posibilidades de elección y acción libre.
El capítulo V hace aparecer algunos estados de conciencia que tienen carácter diferente a los habituales. Se trata de fenómenos sugestivos y no por ello extraordinarios, pero que de todas maneras tienen la virtud de hacer sospechar un nuevo sentido de la vida. La sospecha del sentido está lejos de dar una fe o de fomentar una creencia, pero en cambio permite variar o relativizar la negación escéptica del sentido de la vida.
El registro de tales fenómenos no pasa de promover una duda intelectual, pero tiene la ventaja de afectar al sujeto en su vida diaria por su carácter de experiencia. En tal sentido, posee mayor aptitud de transformación que la que pudiera tener una teoría o un conjunto de ideas que hiciera variar simplemente el punto de vista respecto a cualquier posición frente a la vida.
En este capítulo se mencionan ciertos hechos que, verdaderos o no desde el punto de vista objetivo, ponen al sujeto en una situación mental diferente a la habitual. Estos hechos tienen la aptitud de presentarse acompañados por intuiciones que hacen sospechar otro modo de vivir la realidad. Y, precisamente, ese “sospechar” otro tipo de realidad nos abre a otros horizontes. En todas las épocas, los llamados “milagros” (en el sentido de aquellos fenómenos que contrarían a la percepción normal), arrastran consigo a intuiciones que terminan emplazando al sujeto en otro ámbito mental. A ese otro ámbito, al que llamamos “conciencia inspirada”, le atribuimos numerosas significaciones y correlativamente numerosas expresiones. Los parágrafos de este capítulo configuran una especie de lista incompleta, pero suficiente, de registros que al producirse invariablemente acarrean preguntas por el sentido de la vida. Su registro es de una intensidad psíquica tal que exige respuestas en torno a su significado. Y cualesquiera sean dichas respuestas, el sabor íntimo que dejan es siempre de sospecha sobre una realidad diferente. Veamos los casos: “A veces me he adelantado a hechos que luego sucedieron. A veces he captado un pensamiento lejano. A veces he descrito lugares que nunca visité. A veces he contado con exactitud lo sucedido en mi ausencia. A veces una alegría inmensa me ha sobrecogido. A veces una comprensión total me ha invadido. A veces una comunión perfecta con todo me ha extasiado. A veces he roto mis ensueños y he visto la realidad de un modo nuevo. A veces he reconocido como visto nuevamente algo que veía por primera vez… Y todo ello me ha dado que pensar. Buena cuenta me doy que sin esas experiencias, no podría haber salido del sin-sentido.”
El capítulo VI establece diferencias entre los estados de sueño, semisueño y vigilia. La intención está puesta en relativizar la idea que normalmente se tiene sobre la realidad cotidiana y sobre la exactitud de esa realidad que se percibe.
Los capítulos VII, VIII, IX, X, XI, XII y luego XV, XVI, XVII y XVIII, tratan directa o indirectamente del fenómeno de La Fuerza.
El tema de La Fuerza es de sumo interés porque permite, de una manera práctica, poner en marcha experiencias que orientan hacia el sentido. A diferencia de lo comentado en el capítulo V, que si bien otorgan la sospecha del sentido, ocurren espontáneamente o sin dirección alguna. Sobre este punto de La Fuerza y sus implicaciones hablaremos al final de estos comentarios sobre La Mirada Interna.
Ahora nos concentraremos en los cuatro capítulos restantes del Libro.
El capítulo XIII presenta los “Principios de acción válida”. Se trata de la formulación de una conducta en la vida, que se expone a quienes deseen llevar adelante una vida coherente, basándose en dos registros internos básicos: el de unidad y el de contradicción. De este modo, la justificación de esta “moral” se encuentra en los registros que produce y no en ideas o creencia particulares relativas a un lugar, a un tiempo, o a un modelo cultural. El registro de unidad interna que se desea evidenciar está acompañado por algunos indicadores a tenerse en cuenta: 1.- sensación de crecimiento interno; 2.- continuidad en el tiempo y 3.- afirmación de su repetición a futuro. La sensación de crecimiento interno aparece como un indicador verdadero y positivo acompañado siempre de la experiencia de mejoramiento personal, en tanto que la continuidad en el tiempo permite comprobar en situaciones posteriores al acto, o imaginadas con posterioridad al acto, o cotejadas en el recuerdo con situaciones posteriores al acto, si éste no varía por el cuadro de situación. Por último, si pasado el acto se experimenta como deseable su repetición, decimos que se afirma en la sensación de unidad interna. Contrariamente, los actos contradictorios pueden poseer algunas de las tres características de los actos unitivos, o ninguna de ellas, pero en ningún caso poseer las tres características de los actos unitivos.
Sin embargo, existe otro tipo de acción que no podemos estrictamente llamar “válida”, ni tampoco “contradictoria”. Es la acción que no obstruye el propio desarrollo, ni que provoca tampoco mejoramientos considerables. Puede ser más o menos desagradable o más o menos placentera; pero ni agrega ni quita desde el punto de vista de su validez. Esta acción intermedia es la cotidiana, la mecánicamente habitual, tal vez necesaria para la subsistencia y la convivencia, pero no constituye en sí un hecho moral, de acuerdo con el modelo de acción unitiva o contradictoria según venimos examinando. A los Principios, llamados “de acción válida”, se los clasifica como: 1.- principio de adaptación; 2.- de acción y reacción; 3.- de acción oportuna; 4.- de proporción; 5.- de conformidad: 6.- del placer; 7.- de la acción inmediata; 8.- de la acción comprendida; 9.- de libertad; 10.- de solidaridad; 11.- de negación de los opuestos y 12.- de acumulación de las acciones.
El capítulo XIV del Libro trata sobre “La Guía del Camino Interno”. Esta Guía no tiene mayores pretensiones que cualquier experiencia guiada, aunque encuadrada entre las ejercitaciones que se proponen en una dirección trascendente de fenómenos “sugestivos” o de “sospecha del sentido”.
El capítulo XIX habla de “los estados internos”. Este capítulo no es una experiencia guiada y no pretende soluciones transferenciales, sino que de modo alegórico trata de describir situaciones actuales en las que se puede encontrar el lector. Este capítulo es una descripción poética y alegórica de distintas situaciones en las que puede encontrarse una persona en su camino hacia el encuentro del sentido de la vida. Como se dice en su primer parágrafo: “… debes adquirir ahora suficiente percepción de los estados internos en los que te puedes encontrar a lo largo de tu vida y particularmente a lo largo de tu trabajo evolutivo”. Entendemos aquí, “trabajo evolutivo”, como aquel que permite ir despejando incógnitas en el desenvolvimiento del sentido de la vida.
El capítulo XX, titulado “La Realidad Interior”, es un tanto oscuro. Al parecer, su interpretación es difícil para quien no está familiarizado con la teoría de simbólica y alegórica y los fenómenos de producción, traducción y deformación de impulsos. De todas maneras y dejando de lado la comprensión teorética de este capítulo final, no es difícil encontrar personas que perciben con relativa nitidez sus estados internos y captan sus significados a nivel profundo, como si lo hicieran con un párrafo poético cualquiera.
Volvamos ahora a los capítulos relacionados con la Fuerza…
Los temas de la Fuerza, el Centro Luminoso, la Luz Interna, el Doble y la Proyección de la Energía admiten dos visiones diferentes. Primera: Considerarlos como fenómenos de experiencia personal y, por tanto, mantenerlos en una relativa incomunicación con aquellas personas que no los han registrado, limitándolos en el mejor de los casos a descripciones más o menos subjetivas. Segunda: Considerarlos dentro de una teoría mayor que los explique, sin apelar a la prueba de la experiencia subjetiva. Tal teoría mayor que podríamos considerar como derivada de una Psicología Trascendental, es de una complejidad y profundidad imposible de exponer en estos simples “Comentarios a ‘El Mensaje de Silo’”.
Segunda parte de “El Mensaje de Silo”
En esta segunda parte, llamada “La Experiencia”, consideramos ocho ceremonias que se presentan para distintos casos y situaciones de la vida personal y social.
En casi todas las ceremonias están presentes dos realidades que, tratadas explícitamente o no, muestran su importancia por los profundos significados que tienen para la vida. A estas realidades, que admiten diferentes interpretaciones, las conocemos bajo las designaciones de “la Inmortalidad” y “lo Sagrado”. El Mensaje concede la mayor importancia a esos temas y explica que se debe contar con pleno derecho para creer o no creer en la Inmortalidad y lo Sagrado, porque de acuerdo a cómo se emplace una persona frente a esto, así será la orientación de su vida.
El Mensaje asume las dificultades de examinar abiertamente las creencias fundamentales, chocando con la censura y la autocensura que inhiben al pensamiento libre y a la buena conciencia. En el contexto de la libre interpretación que propicia el Mensaje, se admite que para unas personas la Inmortalidad se refiera a las acciones realizadas en vida, pero que sus efectos se continúan en el mundo físico a pesar de la muerte física. Para otras, la memoria que se conserva en los seres queridos, o aun en grupos y sociedades, garantiza la persistencia después de la muerte física. Para otras más, la inmortalidad es aceptada como persistencia personal en otro nivel, en otro “paisaje” de existencia.
Siguiendo con la libre interpretación, algunos sienten a lo Sagrado como el motor del afecto más profundo. Para ellos, los hijos u otros seres queridos representan lo Sagrado y poseen un máximo valor que no debe ser envilecido por ningún motivo. Hay quienes consideran Sagrado al ser humano y a sus derechos universales. Otros experimentan a la divinidad como la esencia de lo Sagrado.
En las comunidades que se forman en torno al Mensaje, se considera que las diferentes posturas asumidas frente a la Inmortalidad y lo Sagrado no deben ser simplemente “toleradas”, sino genuinamente respetadas.
Lo sagrado se manifiesta desde la profundidad del ser humano, de ahí la importancia que tiene la experiencia de la Fuerza como fenómeno extraordinario que podemos hacer irrumpir en el mundo cotidiano. Sin la experiencia todo es dudoso, con la experiencia de la Fuerza tenemos evidencias profundas. No necesitamos de la fe para reconocer lo Sagrado. La Fuerza se obtiene en algunas ceremonias como el Oficio y la Imposición. También en las ceremonias de Bienestar y Asistencia se pueden percibir los efectos de la Fuerza.
El contacto con la Fuerza provoca una aceleración y aumento de la energía psicofísica, sobre todo si cotidianamente se realizan actos coherentes que, por otra parte, crean unidad interna orientada hacia el crecimiento espiritual.
La primera experiencia, conocida como “Oficio”, es una ceremonia social que se realiza a pedido de un conjunto de personas. Los partícipes, llamados “Oficiante” y “Auxiliar”, establecen una suerte de diálogo a viva voz que permite a todos seguir una misma secuencia desde el comienzo a la conclusión. Se trata de una experiencia que utilizando algunos recursos de relajación, al poco tiempo va dando lugar a un conjunto de imágenes visuales y cenestésicas que, finalmente, toman el carácter de una “forma esférica” en movimiento capaz de liberar la Fuerza. En un momento se cita un Principio o pensamiento de La Mirada Interna como tema de meditación. Finalmente, se realiza un Pedido en dirección a lo que cada cual experimenta como su “necesidad” más profunda.
En otra ceremonia, también social, conocida como “Imposición”, se trabaja con el registro de la Fuerza de un modo más directo que en el Oficio. No se apela a la evocación ni registro de la esfera. Tampoco se lee un Principio ni se sugiere algún tema de meditación. Se mantiene un Pedido en la misma mecánica del Oficio.
Una tercera ceremonia, conocida como de “Bienestar”, también se realiza a pedido de los asistentes. Sin duda, se trata de una posición mental en la que una o varias personas son evocadas tratando de rememorar del modo más vívido posible su presencia y sus tonos afectivos más característicos. Se busca comprender del modo más intenso posible las dificultades que en esos momentos pueden estar viviendo quienes son evocados. Desde allí se pasa a considerar una mejora en la situación de manera que se pueda experimentar el registro de alivio correspondiente.
Esta ceremonia pone de manifiesto un cierto mecanismo de “buenos deseos” o “buenas intenciones” con los que nos expresamos casi espontáneamente y con mucha frecuencia. Decimos: “que tengas un feliz día”, “que cumplas muchos y buenos años”, “que salga bien tu prueba” o “que superes la dificultad actual”, etc. Es claro que en esta ceremonia se hacen los “Pedidos” desde una buena disposición mental en la que se enfatizan los registros afectivos intensos. El “Pedido” de beneficios para otros, realizado en las mejores condiciones, nos ubica en una posición mental en la que nos predisponemos para dar las ayudas necesarias, que además, mejoran nuestras direcciones mentales fortaleciendo en nosotros las posibilidades de comunicación con los demás.
Un punto muy importante a considerar con los “Pedidos” es el de efectuarlos a fin de que otros puedan superar las dificultades y restablecer sus mejores posibilidades. Sobre esto no debe haber confusión. Veamos un caso. Se podría suponer que un Pedido por el restablecimiento de la salud de alguien moribundo es lo más adecuado, ya que se está tratando de sustraer del dolor y el sufrimiento a la persona afectada, pero al enfocar ese Pedido se debe ser cuidadoso porque no se trata de pedir lo mejor para uno mismo que quisiera mantener al afectado con buena salud y cerca nuestro. El pedido correcto debería apuntar a lo mejor para ese moribundo y no a lo mejor para nosotros mismos. En esta situación, en que estamos ligados por el afecto a ese moribundo sufriente, tal vez deberíamos considerar que esa persona puede desear salir de su situación reconciliada y en paz consigo misma. En este caso, el pedido es por “lo mejor para la persona afectada” y no por lo mejor para mí, que quisiera retener a la otra persona a toda costa. Así es que el Pedido por otro debe considerar qué es lo mejor para el otro y no para mí.
Esta ceremonia concluye, para quienes así lo deseen, en hacer sentir la presencia de aquellos seres muy queridos que “aunque no están aquí, en nuestro tiempo y en nuestro espacio”, se relacionan o se han relacionado con nosotros en la experiencia del amor, la paz y la cálida alegría.
Finalmente, con esta ceremonia se pretende crear una correntada de bienestar para todos los presentes que estén orientados en una misma dirección.
A la cuarta ceremonia, llamada de “Protección”, concurren Oficiante, Auxiliar, familiares y conocidos de los niños a quienes está dedicada. Las explicaciones sobre formalidades y significados se van dando a lo largo del desarrollo de esta ceremonia de cambio de estado.
La quinta ceremonia, de “Matrimonio”, es también de naturaleza social y por ello se suele celebrar con la participación de numerosas parejas que desean unirse y dar testimonio público de su cambio de estado. Como en la ceremonia de Protección, aquí se dan explicaciones sobre formalidades y significados a lo largo de todo su desarrollo.
La sexta ceremonia, llamada de “Asistencia”, es básicamente individual. Como se explica en la ambientación al parlamento del Oficiante: “Esta es una ceremonia de mucho afecto y exige que quien la realice dé lo mejor de sí. La ceremonia puede ser repetida a pedido del interesado o de aquellos que cuidan de él. El Oficiante está a solas con el moribundo. Cualquiera sea el aparente estado de lucidez o inconsciencia del moribundo, el Oficiante se aproxima a él hablando con voz suave, clara y pausada”. Numerosas frases que lee el Oficiante derivan del capítulo XIV de la Mirada Interna, titulado “La Guía del Camino Interno”. La secuencia, las imágenes y las alegorías que se exponen tienen la estructura de una experiencia guiada profunda.
La séptima ceremonia, de “Muerte”, es llevada adelante por el Oficiante, al igual que en la ceremonia de Asistencia. Sin embargo, se trata de una ceremonia social destinada a familiares, amigos y conocidos del fallecido.
La octava y última ceremonia, llamada de “Reconocimiento”, es llevada adelante por un Oficiante y un Auxiliar. En la ambientación se explica que se trata de una ceremonia de inclusión en la Comunidad… Inclusión por experiencias comunes, por ideales, actitudes y procedimientos compartidos. Se realiza a pedido de un conjunto de personas y luego de un Oficio. Quienes van a participar deben contar con el texto que ha sido distribuido antes. Esta ceremonia tiene la estructura de un testimonio colectivo.
Tercera parte de “El Mensaje de Silo”
En esta tercera parte se presentan 17 temas de meditación que se refieren al logro de la coherencia en el pensar, el sentir y el hacer. Se llama “El Camino” a este trabajo que se sigue para avanzar hacia la coherencia, hacia la unidad de la vida y para evitar la contradicción, la desintegración de la vida. A los 17 temas los agrupamos en 2 bloques:
En el bloque de los primeros 8 temas, se indica la situación en que está ubicado quien busca coherencia y también el camino a seguir para avanzar hacia la coherencia.
En el bloque de los 9 temas finales, se indica las dificultades que se deben eludir para avanzar hacia la coherencia.
1. “Si crees que tu vida termina con la muerte, lo que piensas, sientes y haces no tiene sentido. Todo concluye en la incoherencia, en la desintegración”.
Aquí se afirma que ninguna justificación es posible si se la coloca en la perspectiva de la muerte. Por otra parte, hacemos nuestra vida llevados por las necesidades vitales. Comer, beber, defenderse de las agresiones naturales y buscar el placer, son grandes impulsos que permiten la continuidad de la vida en el corto plazo. Gracias a la ilusión de la permanencia vital se pueden sostener todas las actividades, pero no se las puede justificar fuera de la ilusión de la permanencia.
2. “Si crees que tu vida no termina con la muerte, debe coincidir lo que piensas con lo que sientes y con lo que haces. Todo debe avanzar hacia la coherencia, hacia la unidad”.
Se afirma que en el caso de creer en la permanencia o proyección de la vida más allá de la muerte, esto se debe justificar por la coincidencia del pensar, el sentir y el actuar en la misma dirección. La vida puede permanecer o proyectarse por un tipo de unidad dinámica y en ningún caso por la contradicción.
3. “Si eres indiferente al dolor y el sufrimiento de los demás, toda ayuda que pidas no encontrará justificación”.
En el mundo de las relaciones no se pueden justificar las propias necesidades negando las de los otros.
4. “Si no eres indiferente al dolor y sufrimiento de los demás, debes hacer que coincida lo que sientas con lo que pienses y hagas para ayudar a otros”.
Una posición coherente frente al dolor y el sufrimiento de los demás exige que lo que se piense, sienta y haga, tengan la misma dirección.
5. “Aprende a tratar a los demás, del modo en que quieres ser tratado”.
Todo nuestro mundo de las relaciones, si pretende coherencia, se ha de regir por la reciprocidad de las acciones. Esta postura no está “naturalmente dada” en el comportamiento sino que se considera como algo en crecimiento, algo que debe ser aprendido. Es conocida esta conducta como “la Regla de Oro”. Dicha conducta se educa y perfecciona a lo largo del tiempo y de la experiencia en el mundo de las relaciones.
6. “Aprende a superar el dolor y el sufrimiento en ti, en tu prójimo y en la sociedad humana”.
También aquí es posible el aprendizaje, no el abandono a una supuesta “naturaleza” humana. Dicho aprendizaje se extiende a los demás como consecuencia de lo aprendido en la superación del propio sufrimiento.
7. “Aprende a resistir la violencia que hay en ti y fuera de ti”.
Como la base de todo aprendizaje de superación y coherencia.
8. “Aprende a reconocer los signos de lo Sagrado en ti y fuera de ti”.
Esta intuición de lo “Sagrado”, de lo no reemplazable, crece y se va extendiendo a distintos campos hasta llegar a orientar la vida (lo Sagrado en uno) y las acciones en la vida (lo Sagrado afuera de uno).
En el sentido de los significados de uno mismo y de lo que distorsiona lo que se refiere a “uno mismo”.
10. “No dejes pasar tu vida sin preguntarte: ‘¿hacia dónde voy?’”
En el sentido de la dirección y los objetivos de la vida.
11. “No dejes pasar un día sin responderte quién eres”.
En el recuerdo cotidiano de uno mismo relacionado con la finitud.
12. “No dejes pasar un día sin responderte hacia dónde vas”.
Es el recuerdo cotidiano de uno mismo, relacionado con los objetivos y la dirección de la propia vida.
13. “No dejes pasar una gran alegría sin agradecer en tu interior”.
No solamente por la importancia que tiene reconocer una gran alegría, sino por la disposición positiva que se acentúa al “agradecer”, reforzando la importancia de esto que se experimenta.
14. “No dejes pasar una gran tristeza sin reclamar en tu interior aquella alegría que quedó ´guardada´”.
Precisamente, si en su momento se hicieron conscientes las experiencias de alegría, al evocarlas en los momentos difíciles, se apela a la memoria (“cargada” de afectos positivos). Se podría pensar que en esa “comparación” sale perdiendo la situación positiva, pero no es así porque esa “comparación” permite modificar la inercia afectiva de los estados negativos.
15. “No imagines que estás solo en tu pueblo, en tu ciudad, en la Tierra y en los infinitos mundos”.
Esta “soledad” es una experiencia que sufrimos como “abandono” de otras intenciones y, en definitiva, como “abandono” del futuro. Hablar de “tu pueblo, tu ciudad, la Tierra y los infinitos mundos” pone a todo y cada uno de los lugares pequeños y grandes, despoblados y poblados, frente a la soledad y a la nada de toda posible intención. La posición opuesta parte de la propia intención y se extiende fuera del tiempo y el espacio en que transcurre nuestra percepción y nuestra memoria. Estamos acompañados por diversas intenciones y aun en la aparente soledad cósmica existe “algo”. Hay algo que muestra su presencia.
16. “No imagines que estás encadenado a este tiempo y a este espacio”.
Si no puedes imaginar ni percibir otro tiempo y otro espacio, puedes intuir un espacio y un tiempo internos en los que operan las experiencias de otros “paisajes”. En esas intuiciones se superan los determinismos del tiempo y el espacio. Se trata de experiencias no ligadas a la percepción, ni a la memoria. Dichas experiencias se reconocen indirectamente y únicamente al “entrar” o “salir” de esos espacios y esos tiempos. Esas intuiciones ocurren por desplazamiento del “yo” y se reconoce su comienzo y su fin por una nueva acomodación del “yo”. Las intuiciones directas de esos “paisajes” (en esos espacios Profundos), son obscuramente recordadas por contextos temporales, nunca por “objetos” de percepción o representación.
17. “No imagines que en tu muerte se eterniza la soledad”.
Considerando a la muerte como “nada” o como soledad total, es claro que no subsiste el “antes” y el “después” de esa experiencia Profunda. La Mente trasciende la conciencia ligada al “yo” y a los espacios y tiempos de percepción y representación. Sin embargo, nada que ocurra en los Espacios Profundos se puede hacer patente a la experiencia.
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