CHARLA DE SILO 1974
Alguien puede creer que el conocimiento de uno mismo es un conocimiento egoísta que excluye a las otras personas o que promueve el encerramiento interior y el alejamiento de las actividades cotidianas.
El conocimiento de uno mismo no se refiere a cuestiones tan particulares que lo excluyan a uno del mundo de las relaciones humanas, si
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Alguien puede creer que el conocimiento de uno mismo es un conocimiento egoísta que excluye a las otras personas o que promueve el encerramiento interior y el alejamiento de las actividades cotidianas.
El conocimiento de uno mismo no se refiere a cuestiones tan particulares que lo excluyan a uno del mundo de las relaciones humanas, si
no al contrario.
Cuando se dice “conocimiento de uno mismo” se está pensando sobre todo en la comprensión de las condiciones en que a uno le toca vivir. Por lo tanto, se está hablando de un conocimiento que tiene por objeto los problemas que surgen en las personas
diariamente, en su trabajo, en su familia, con sus amistades, etc.
Aclarar esto desde el comienzo es importante, porque no faltan quienes piensan que puede haber autoconocimiento separado de toda situación cotidiana. Y lo que resulta de esta postura es una construcción imaginaria que no tiene nada que ver con lo que realmente le sucede al ser humano en situaciones concretas.
El conocimiento de uno mismo se refiere a la comprensión de la situación diaria, cotidiana, en que uno vive.
Desde luego que el conocimiento es importante, pero resulta incompleto si de él no se pueden sacar consecuencias prácticas. Por ello se habla también de evolución y se la comprende como la modificación favorable de las situaciones, de tal modo que uno vaya experimentando una satisfacción creciente con uno mismo y pueda presentar a otros ayuda para que obtenga también estos beneficios.
Al decir “evolución de uno mismo”, ciertas personas tienden a pensar en que se está proponiendo el desarrollo de ciertas facultades síquicas como la atención, la memoria, etc.
Y hay quienes relacionan la evolución de uno mismo con cuestiones como el control de las emociones o con prácticas complicadas y extravagantes.
Si se estuviera proponiendo educar la atención o la memoria no se estaría tocando el punto más importante. Si se dieran técnicas parciales, no se estaría tratando de solucionar problemas de fondo.
Todos los seres humanos, por distintas que sean sus ideas y sus prácticas, tropiezan con un factor desfavorable en su desarrollo. Ese factor es el sufrimiento innecesario.
Y se dice “sufrimiento innecesario” porque se distingue entre el sufrimiento físico o dolor, ocasionado por los accidentes, las enfermedades, y el sufrimiento mental, producto de la imaginación.
La eliminación del dolor físico depende del avance de la ciencia y de la técnica, la eliminación del sufrimiento mental no depende de ese desarrollo, sino que depende del desarrollo de nosotros mismos.
Así es que el conocimiento y evolución de uno mismo se trata, precisamente, de comprender las situaciones en que uno vive diariamente con referencia al problema del sufrimiento innecesario, a fin de cambiar ese estado de cosas a favor de uno mismo y, como consecuencia, a favor de otros que viven en las mismas dificultades.
¿Cómo se produce, en general, el sufrimiento?
Uno sufre porque no tiene algo que quiere. Uno también sufre porque, teniendo algo, piensa que puede perderlo. Y ese algo que uno alcanza a poseer o que teme perder se refiere tanto a objetos como a personas, a situaciones, a valores o cualidades de uno
mismo.
Uno también sufre por temor a la soledad, a la enfermedad y a la muerte. Y cuando uno ve o imagina que otros padecen por algunos de los motivos citados, también sufre.
Si uno se pregunta ¿qué me hace sufrir en mi trabajo?, ¿qué me hace sufrir en mi familia?,
¿qué me hace sufrir en mi vida de relación?, ¿qué deseo alcanzar que me hace sufrir?, ¿qué temo perder que me hace sufrir?
Si se responde adecuadamente y en profundidad a esas preguntas se comprobará dos verdades: primera, que aun tratándose de las cosas más pequeñas (por ejemplo, el sufrimiento que me produce una palabra de otra persona que disminuye la imagen que
tengo de mí mismo) o tratándose de cosas más graves, puedo reducir todo tipo de sufrimiento a la posesión (sea porque deseo poseer algo que no tengo, o sea porque temo perder algo que poseo o creo poseer).
En segundo lugar, descubro que no puedo solucionar el conflicto diario parcialmente, ya
que cuando desaparece uno, aparece otro. Si me fijo bien en mi propia vida, advierto que
cuando he dejado de sufrir por una cosa, he comenzado a sufrir por otra y así siguiendo.
Se comprende que el problema del sufrimiento no puede resolverse parcialmente.
Aunque uno sea vegetariano o practique yoga, o deje de tomar café, o sea creyente de una religión, o sea ateo, el problema del sufrimiento no cambia en absoluto. También en la condición de padre, hijo, jefe, subordinado, dirigente o dirigido, el problema del
sufrimiento subsiste y no depende exáctamente de mi posición; en todo caso, se refuerza si pongo un especial interés en eso de la posición.
Ahora bien, antes se hablaba de dolor físico. Se sabe que hay muchas formas de dolor físico. También se sabe que cuando no se cumple con determinadas necesidades se produce dolor. Así, saciar el hambre es una necesidad, proteger el cuerpo es una necesidad, y si no se cumplen con estas necesidades se arriesga a la destrucción del cuerpo y con gran dolor.
De manera que una necesidad es aquella que no satisfaciéndola acarrea dolor, y puede destruirme. En cambio, un deseo posesivo es aquel que no satisfaciéndolo según lo imagino, me crea sufrimiento mental.
Ineludible es que el ser humano satisfaga sus necesidades, pero no es necesario que satisfaga sus deseos posesivos imaginarios. Todo lo contrario. Por ir detrás de esa posesión imaginaria se crea sufrimiento y crea sufrimiento en el mundo de los otros
seres humanos.
Si se ha comprendido todo lo anterior se puede avanzar en el conocimiento de la situación en que se vive con respecto al problema del sufrimiento, y también se puede cambiar la
actitud frente a la vida en general, no parcialmente. Y, por consiguiente, se puede liberar al ser humano del sufrimiento.
El cambio de actitud profunda es posible y permite evolucionar, porque da enormes posibilidades que estaban atascadas con el sufrimiento y el temor.
Aunque se haya esbozado rápidamente el objetivo del autoconocimiento, no se han explicado las técnicas que deben realizarse. Sin embargo se puede adelantar en pocas palabras que se trata de esto:
Debe uno estudiar su propia vida, es decir, hacer su propia biografía desde el momento de su nacimiento hasta hoy, comprendiendo los hechos más importantes que hayan producido
sufrimiento. Debe además, estudiar la situación en que vive actualmente en el trabajo, la familia, etc, y los deseos y frustraciones a las que está sometido. Y debe, por último,
estudiar la raiz de sus deseos imaginarios, de sus ensueños.
Todo esto lleva, desde luego, algún tiempo. Pero no más que el que pierde la gente al ir a cualquier diversión.
Existe una herramienta eficaz para el cambio de actitud frenta a la vida, y se llama “Los Principios”. Estos Principios se comprenden bien y se pueden aplicar correctamente si se ha hecho un buen autoconocimiento. Se verá que algunos presentan dificultades precisamente porque se requiere una tarea de comprensión previa y porque, además, es necesario explicar correctamente su sentido y dar ejemplos que ilustren su aplicación.
Pero hay que saber que al hablar de “conocimiento y evolución de uno mismo”, el Auto conocimiento cumple con una función de comprensión de las situaciones de sufrimiento diario y la aplicación de los Principios cumple con una tarea de evolución. Claro está que no se puede separar uno del otro, pero son temas bien diferentes.
Bastaría ajustar la actitud frente a la vida de acuerdo a lo que proponen los Principios,
para ir logrando reconciliación y progreso en uno mismo.
Los Principios se enuncian así:
1.- Ir contra la evolución de las cosas es ir contra uno mismo.
2.- Cuando fuerzas algo hacia un fin produces lo contrario.
3.- No te opongas a una gran fuerza. Retrocede hasta que aquella se debilite; entonces, avanza con resolución.
4.- Las cosas están bien cuando marchan en conjunto, no aisladamente.
5.- Si para ti están bien el día y la noche, el verano y el invierno, has superado las contradicciones.
6.- Si persigues el placer, te encadenas al sufrimiento. Pero, en tanto no perjudiques tu salud, goza sin inhibición cuando la oportunidad se presente.
7.- Si persigues un fin, te encadenas. Si todo lo que haces lo realizas como un fin en sí mismo, te liberas.
8.- Harás desaparecer tus conflictos cuando los entiendas en su última raiz, no cuando quieras resolverlos.
9.- Cuando perjudicas a los demás, quedas encadenado. Pero, si no perjudicas a otros, puedes hacer cuanto quieras con libertad.
10.- Cuando tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas.
11.- No importa en qué bando te hayan puesto los acontecimientos, lo que importa es que
comprendas que tú no has elegido ningún bando.
12.- Los actos contradictorios o unitivos se acumulan en ti. Si repites tus actos de unidad interna, ya nada podrá detenerte.
Pues bien, ya se ha explicado aquí cuál es el sentido al decir “conocimiento y evolución de uno mismo”. Lo que en todo caso no queda claro es cómo se trabaja esto con precisión, ni tampoco cómo se experimenta ese cambio liberador y profundo en la propia vida cuando uno va superando el sufrimiento innecesario.
Para acercarse a este trabajo hay que empezar por poner en duda dos prejuicios que normalmente se tienen. El primero se enuncia así: “el sufrimiento es necesario para que el ser humano realice actividades”, y el segundo: “el sufrimiento es inevitable”.
Así como normalmente se afirman estos dos prejuicios, nosotros afirmamos exactamente lo contrario y lo probamos en la práctica. Pero quien niega esta posibilidad no prueba que el ser humano sea incapaz de avanzar sobre el sufrimiento (así como ha avanzado en su ciencia y su técnica), sino que prueba, en todo caso, que teme liberarse de sus cadenas y que síquicamente acepta la esclavitud de prejuicios funestos.
Entonces, se ha comprendido que el autoconocimiento requiere de comprensión del propio sufrimiento en la vida y que la evolución y creciente satisfacción con uno mismo depende de un cambio fundamental de posición frente a la vida. Y, aunque no se hayan
explicado extensamente las técnicas, se ha captado cuál es la dirección general de estos trabajos, cuáles son sus objetivos y con qué tipo de cuestiones se relaciona todo aquel que seriamente desea andar la senda de la liberación.
Silo, 1974
Cuando se dice “conocimiento de uno mismo” se está pensando sobre todo en la comprensión de las condiciones en que a uno le toca vivir. Por lo tanto, se está hablando de un conocimiento que tiene por objeto los problemas que surgen en las personas
diariamente, en su trabajo, en su familia, con sus amistades, etc.
Aclarar esto desde el comienzo es importante, porque no faltan quienes piensan que puede haber autoconocimiento separado de toda situación cotidiana. Y lo que resulta de esta postura es una construcción imaginaria que no tiene nada que ver con lo que realmente le sucede al ser humano en situaciones concretas.
El conocimiento de uno mismo se refiere a la comprensión de la situación diaria, cotidiana, en que uno vive.
Desde luego que el conocimiento es importante, pero resulta incompleto si de él no se pueden sacar consecuencias prácticas. Por ello se habla también de evolución y se la comprende como la modificación favorable de las situaciones, de tal modo que uno vaya experimentando una satisfacción creciente con uno mismo y pueda presentar a otros ayuda para que obtenga también estos beneficios.
Al decir “evolución de uno mismo”, ciertas personas tienden a pensar en que se está proponiendo el desarrollo de ciertas facultades síquicas como la atención, la memoria, etc.
Y hay quienes relacionan la evolución de uno mismo con cuestiones como el control de las emociones o con prácticas complicadas y extravagantes.
Si se estuviera proponiendo educar la atención o la memoria no se estaría tocando el punto más importante. Si se dieran técnicas parciales, no se estaría tratando de solucionar problemas de fondo.
Todos los seres humanos, por distintas que sean sus ideas y sus prácticas, tropiezan con un factor desfavorable en su desarrollo. Ese factor es el sufrimiento innecesario.
Y se dice “sufrimiento innecesario” porque se distingue entre el sufrimiento físico o dolor, ocasionado por los accidentes, las enfermedades, y el sufrimiento mental, producto de la imaginación.
La eliminación del dolor físico depende del avance de la ciencia y de la técnica, la eliminación del sufrimiento mental no depende de ese desarrollo, sino que depende del desarrollo de nosotros mismos.
Así es que el conocimiento y evolución de uno mismo se trata, precisamente, de comprender las situaciones en que uno vive diariamente con referencia al problema del sufrimiento innecesario, a fin de cambiar ese estado de cosas a favor de uno mismo y, como consecuencia, a favor de otros que viven en las mismas dificultades.
¿Cómo se produce, en general, el sufrimiento?
Uno sufre porque no tiene algo que quiere. Uno también sufre porque, teniendo algo, piensa que puede perderlo. Y ese algo que uno alcanza a poseer o que teme perder se refiere tanto a objetos como a personas, a situaciones, a valores o cualidades de uno
mismo.
Uno también sufre por temor a la soledad, a la enfermedad y a la muerte. Y cuando uno ve o imagina que otros padecen por algunos de los motivos citados, también sufre.
Si uno se pregunta ¿qué me hace sufrir en mi trabajo?, ¿qué me hace sufrir en mi familia?,
¿qué me hace sufrir en mi vida de relación?, ¿qué deseo alcanzar que me hace sufrir?, ¿qué temo perder que me hace sufrir?
Si se responde adecuadamente y en profundidad a esas preguntas se comprobará dos verdades: primera, que aun tratándose de las cosas más pequeñas (por ejemplo, el sufrimiento que me produce una palabra de otra persona que disminuye la imagen que
tengo de mí mismo) o tratándose de cosas más graves, puedo reducir todo tipo de sufrimiento a la posesión (sea porque deseo poseer algo que no tengo, o sea porque temo perder algo que poseo o creo poseer).
En segundo lugar, descubro que no puedo solucionar el conflicto diario parcialmente, ya
que cuando desaparece uno, aparece otro. Si me fijo bien en mi propia vida, advierto que
cuando he dejado de sufrir por una cosa, he comenzado a sufrir por otra y así siguiendo.
Se comprende que el problema del sufrimiento no puede resolverse parcialmente.
Aunque uno sea vegetariano o practique yoga, o deje de tomar café, o sea creyente de una religión, o sea ateo, el problema del sufrimiento no cambia en absoluto. También en la condición de padre, hijo, jefe, subordinado, dirigente o dirigido, el problema del
sufrimiento subsiste y no depende exáctamente de mi posición; en todo caso, se refuerza si pongo un especial interés en eso de la posición.
Ahora bien, antes se hablaba de dolor físico. Se sabe que hay muchas formas de dolor físico. También se sabe que cuando no se cumple con determinadas necesidades se produce dolor. Así, saciar el hambre es una necesidad, proteger el cuerpo es una necesidad, y si no se cumplen con estas necesidades se arriesga a la destrucción del cuerpo y con gran dolor.
De manera que una necesidad es aquella que no satisfaciéndola acarrea dolor, y puede destruirme. En cambio, un deseo posesivo es aquel que no satisfaciéndolo según lo imagino, me crea sufrimiento mental.
Ineludible es que el ser humano satisfaga sus necesidades, pero no es necesario que satisfaga sus deseos posesivos imaginarios. Todo lo contrario. Por ir detrás de esa posesión imaginaria se crea sufrimiento y crea sufrimiento en el mundo de los otros
seres humanos.
Si se ha comprendido todo lo anterior se puede avanzar en el conocimiento de la situación en que se vive con respecto al problema del sufrimiento, y también se puede cambiar la
actitud frente a la vida en general, no parcialmente. Y, por consiguiente, se puede liberar al ser humano del sufrimiento.
El cambio de actitud profunda es posible y permite evolucionar, porque da enormes posibilidades que estaban atascadas con el sufrimiento y el temor.
Aunque se haya esbozado rápidamente el objetivo del autoconocimiento, no se han explicado las técnicas que deben realizarse. Sin embargo se puede adelantar en pocas palabras que se trata de esto:
Debe uno estudiar su propia vida, es decir, hacer su propia biografía desde el momento de su nacimiento hasta hoy, comprendiendo los hechos más importantes que hayan producido
sufrimiento. Debe además, estudiar la situación en que vive actualmente en el trabajo, la familia, etc, y los deseos y frustraciones a las que está sometido. Y debe, por último,
estudiar la raiz de sus deseos imaginarios, de sus ensueños.
Todo esto lleva, desde luego, algún tiempo. Pero no más que el que pierde la gente al ir a cualquier diversión.
Existe una herramienta eficaz para el cambio de actitud frenta a la vida, y se llama “Los Principios”. Estos Principios se comprenden bien y se pueden aplicar correctamente si se ha hecho un buen autoconocimiento. Se verá que algunos presentan dificultades precisamente porque se requiere una tarea de comprensión previa y porque, además, es necesario explicar correctamente su sentido y dar ejemplos que ilustren su aplicación.
Pero hay que saber que al hablar de “conocimiento y evolución de uno mismo”, el Auto conocimiento cumple con una función de comprensión de las situaciones de sufrimiento diario y la aplicación de los Principios cumple con una tarea de evolución. Claro está que no se puede separar uno del otro, pero son temas bien diferentes.
Bastaría ajustar la actitud frente a la vida de acuerdo a lo que proponen los Principios,
para ir logrando reconciliación y progreso en uno mismo.
Los Principios se enuncian así:
1.- Ir contra la evolución de las cosas es ir contra uno mismo.
2.- Cuando fuerzas algo hacia un fin produces lo contrario.
3.- No te opongas a una gran fuerza. Retrocede hasta que aquella se debilite; entonces, avanza con resolución.
4.- Las cosas están bien cuando marchan en conjunto, no aisladamente.
5.- Si para ti están bien el día y la noche, el verano y el invierno, has superado las contradicciones.
6.- Si persigues el placer, te encadenas al sufrimiento. Pero, en tanto no perjudiques tu salud, goza sin inhibición cuando la oportunidad se presente.
7.- Si persigues un fin, te encadenas. Si todo lo que haces lo realizas como un fin en sí mismo, te liberas.
8.- Harás desaparecer tus conflictos cuando los entiendas en su última raiz, no cuando quieras resolverlos.
9.- Cuando perjudicas a los demás, quedas encadenado. Pero, si no perjudicas a otros, puedes hacer cuanto quieras con libertad.
10.- Cuando tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas.
11.- No importa en qué bando te hayan puesto los acontecimientos, lo que importa es que
comprendas que tú no has elegido ningún bando.
12.- Los actos contradictorios o unitivos se acumulan en ti. Si repites tus actos de unidad interna, ya nada podrá detenerte.
Pues bien, ya se ha explicado aquí cuál es el sentido al decir “conocimiento y evolución de uno mismo”. Lo que en todo caso no queda claro es cómo se trabaja esto con precisión, ni tampoco cómo se experimenta ese cambio liberador y profundo en la propia vida cuando uno va superando el sufrimiento innecesario.
Para acercarse a este trabajo hay que empezar por poner en duda dos prejuicios que normalmente se tienen. El primero se enuncia así: “el sufrimiento es necesario para que el ser humano realice actividades”, y el segundo: “el sufrimiento es inevitable”.
Así como normalmente se afirman estos dos prejuicios, nosotros afirmamos exactamente lo contrario y lo probamos en la práctica. Pero quien niega esta posibilidad no prueba que el ser humano sea incapaz de avanzar sobre el sufrimiento (así como ha avanzado en su ciencia y su técnica), sino que prueba, en todo caso, que teme liberarse de sus cadenas y que síquicamente acepta la esclavitud de prejuicios funestos.
Entonces, se ha comprendido que el autoconocimiento requiere de comprensión del propio sufrimiento en la vida y que la evolución y creciente satisfacción con uno mismo depende de un cambio fundamental de posición frente a la vida. Y, aunque no se hayan
explicado extensamente las técnicas, se ha captado cuál es la dirección general de estos trabajos, cuáles son sus objetivos y con qué tipo de cuestiones se relaciona todo aquel que seriamente desea andar la senda de la liberación.
Silo, 1974
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