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CONJUNCION CENTROAMERICANA. MEXICO, OCTUBRE DE 1980


Agradezco a ustedes la oportunidad que me dan de discutir algunos puntos de vista, referentes a aspectos relevantes de Doctrina. Digo discutir, porque esto no va a ser una disertación, sino que va a ser un intercambio.
El primer punto a considerar, es aquel al que apunta todo nuestro planteo. ¿Es que nuestro objeto de estudio es el mismo objeto que estudian las ciencias?
Si se tratara del mismo las ciencias, precisamente, tendrían la última palabra.
Nuestro interés está puesto en la existencia humana. Y no en la existencia humana como mero hecho biológico o social, (ya que con respecto a esos puntos hay ciencias que dedican sus esfuerzos), sino, a la existencia humana como registro cotidiano, como registro diario, personal. Porque aun cuando alguien se pregunte por el fenómeno sociale histórico que es constitutivo del ser humano, ese alguien hará tales preguntas desde su vida cotidiana, lo hará desde su situación. Lo hará impulsado por sus deseos, sus angustias, sus necesidades, sus amores, sus odios. Lo hará impulsado por sus deseos.
Lo hará impulsado por sus frustraciones, sus éxitos. Lo hará desde algo anterior a la estadística y a la teorización. Lo hará desde la vida misma. Y, ¿qué es lo universal y al mismo tiempo lo particular en toda existencia humana?
La búsqueda de la felicidad y la superación del dolor y el sufrimiento, es lo universal y lo particular de toda existencia humana.
Y esta afirmación chocante a la lógica, es la verdad registrable por todos y cada uno de los seres humanos.
Ahora bien, ¿qué es esa felicidad a la que aspira el ser humano? Ella es, lo que el ser humano "cree".
Esta afirmación un tanto sorprendente, se basa en el hecho de que las personas se orientan hacia imágenes o ideales felicitarios diferentes. Es más, el ideal de felicidad cambia con la situación histórica, social y personal.
De ello concluimos que el ser humano busca lo que cree que lo hará feliz y, de acuerdo a ello, lo que cree que lo alejará del sufrimiento y el dolor.
Dada la aspiración de felicidad, aparecerán las resistencias del dolor y el sufrimiento.
¿Y cómo podrán vencerse tales resistencias?
Antes debemos preguntarnos por la naturaleza de las mismas.
El dolor para nosotros es un hecho físico. Todos tenemos experiencia del mismo. Es un hecho sensorial, corporal. El hambre, las inclemencias naturales, la enfermedad, la vejez, producen dolor.
Y ese es el punto que nosotros diferenciamos de otro fenómeno que nada tiene que ver con lo sensorial estricto.
Únicamente el avance de la sociedad y la ciencia es el que hace retroceder el dolor.
Y ese es su campo específico, en el que pueden desarrollar sus mejores esfuerzos los reformadores sociales, los científicos y por sobre todo los mismos pueblos, generadores del progreso del que se nutren tales reformadores y tales científicos.
El sufrimiento en cambio, es de naturaleza mental. No es un hecho sensorial del mismo tipo que el dolor.
La frustración, el resentimiento, el temor, son estados de los que también tenemos experiencia y que no podemos localizar en un órgano específico, o en un conjunto de ellos.
¿Es que aún siendo de naturaleza diferente, actúan entre sí el dolor y el sufrimiento?
Por cierto que el dolor motiva también al sufrimiento. En tal sentido, el avance social y el avance de la ciencia, hacen retroceder un aspecto del sufrimiento. Pero, específicamente, ¿dónde hallaremos la solución para hacer retroceder el sufrimiento?
Esta la hallaremos en el sentido de la vida. Y no hay reforma ni avance científico que aleje el sufrimiento que da la frustración, el resentimiento, el temor a la muerte y el temor en general.
El sentido de la vida es una dirección a futuro, que da coherencia a la vida, que permite encuadre a sus actividades y aquella justifica plenamente.
A la luz del sentido, aún el dolor en su componente mental y por supuesto el sufrimiento en general, retroceden y se empequeñecen interpretados como impedimentos superables.
¿Y cuáles son las fuentes del sufrimiento humano? Son las que producen contradicción.
Se sufre por vivir situaciones contradictorias. Pero también se sufre por recordar situaciones contradictorias. Y por imaginar situaciones contradictorias.
Estas fuentes del sufrimiento han sido denominadas "las tres vías del sufrimiento".
Y ellas pueden modificarse de acuerdo al estado en que se encuentre un ser humano
respecto del sentido de la vida. Tendremos que examinar brevemente estas tres vías para
luego hablar sobre el significado y la importancia del sentido de la vida.
Suspendamos aquí el desarrollo y discutamos las afirmaciones que hemos hecho hasta el momento.
Pregunta: Comentabas que entre los objetos de estudio de las ciencias no se contempla de manera alguna el objeto de nuestra doctrina, quiero decir el tema existencial. ¿Podrías desarrollarlo un poco más?
Respuesta: Las ciencias en general tienen objetos precisos, sean ciencias de la naturaleza, ciencias humanistas, ciencias matemáticas, etc. Cada una de ellas define su objeto y tiene su metódica precisa.
Es claro que, las agrupaciones humanas, por ejemplo, son estudiadas por la sociología y así siguiendo.
Así como las ciencias pueden estudiar los astros del cielo o pueden estudiar los microorganismos, también la biología o la anatomía y la fisiología estudian al cuerpo humano. La sicología pretende estudiar el comportamiento síquico del ser humano.
Todos estos, los estudiosos y los científicos, no estudian su propia existencia. No hay una ciencia que estudie la propia existencia.
Y la ciencia nada dice acerca de la situación que le acontece a una persona cuando llega a su casa y ahí recibe un portazo, por ejemplo, y un mal trato.
Nosotros nos ocupamos justamente de la situación de la existencia humana, y por ello no es competencia nuestra las descripciones que puedan hacer las ciencias. Y también observamos que las ciencias tienen serias falencias, serias dificultades para definir lo que pasa en la existencia.
¿Qué sucede en la existencia humana? ¿Cuál es la naturaleza de la vida humana con respecto al sentido? ¿Cuál es la naturaleza del sufrimiento o del dolor? ¿Cuál es la naturaleza de la felicidad? ¿Cuál es la naturaleza de la búsqueda de la felicidad?
Esos son objetos de estudio nuestros, son objetos de nuestro interés: la existencia humana.
Desde este punto de vista, podría decirse que nosotros tenemos una posición frente a la existencia, una posición frente a la vida, más que una ciencia referida a estas cosas.
Pregunta: el sistema hay una creencia generalizada acerca de lo que es la felicidad orientada por el consumismo, hacia el consumo de cosas, etc. ¿Podrías ampliar este punto?
Respuesta: Es claro que nosotros hemos puesto énfasis en esto de que la gente busca aquello que cree que es la felicidad. El punto está en que hoy cree una cosa y mañana cree otra.
Si ustedes examinan, ustedes mismos verán que cuando estaban por allá por los doce años, tenían una idea diferente de la que pueden tener hoy de la felicidad. Y si consultan a diez personas van a ver que tienen ideas diferentes también.
En la Edad Media se tenía una idea general de la felicidad distinta a la época de la Revolución Industrial. Y en general, los pueblos y los individuos varían en su búsqueda de la felicidad.
No está nada clara la felicidad en cuanto objeto. Parece que no existiera tal objeto. Es más bien un estado el que se busca.
A veces estas cosas se confunden con una determinada forma de propaganda y demás, y pueden llegar a presentar a un jabón como la felicidad.
Desde luego, pero todos comprendemos que en realidad se está tratando de describir un estado, el estado de felicidad, pero no tanto el objeto. Porque, que nosotros sepamos, no existe tal objeto.
Por consiguiente, no está claro qué cosa sea el estado de felicidad, ni se lo ha definido convenientemente. Es una suerte de escamoteo que se ha hecho, y para la gente no ha quedado nada claro.
Pregunta: ¿Cómo es que el dolor va superándose evolutivamente y el sufrimiento está como estancado?
Respuesta: hay algunas gentes un poco estancas en su forma de pensar que sostienen que el ser humano no ha avanzado para nada. Es obvio que es ser humano ha avanzado; en su conquista científica, en su conquista de la naturaleza, en su desarrollo.
Está bien; hay desarrollos de la civilización que son desparejos. Hay problemas de todo tipo. Pero obviamente ha avanzado el ser humano y ha avanzado su civilización, como producto de su actividad. Eso es evidente.
El punto está en que si bien ha avanzado en el combate de la enfermedades, por ejemplo recuerden ustedes otras épocas en donde el virus hacía estragos, hoy una droga suministrada a tiempo soluciona el problema rápidamente. Media Europa sucumbió en un momento por una peste de cólera, y cosas semejantes. Hoy rápidamente la ciencia la hace retroceder.
Las cosas han cambiado y han cambiado mucho. Pero, es claro que en materia de sufrimiento, un hombre de hace 5000 años, como un hombre actual, registra y sufre las mismas decepciones, registra y sufre temores, registra y sufre resentimientos. Lo registra y lo sufre como si para él no hubiera existido la historia, como si en este campo cada hombre fuera el primer hombre.
Diferente a lo que sucede en el retroceso del dolor ante el avance que la ciencia y el desarrollo de la sociedad hacen. El dolor va retrocediendo con esos avances, pero el sufrimiento no se ha modificado en el ser humano. No hemos tenido adecuadas
respuestas con respecto a ésto. Y en ese sentido, hay una cosa despareja.
¿Pero cómo podríamos decir nosotros que el ser humano no ha avanzado? Tal vez porque haya avanzado lo suficiente, hoy se estén haciendo este tipo de preguntas y también por eso se esté tratando de dar respuesta a esos interrogantes, que probablemente en otra época no hubiera sido necesario hacerlos.
Las tres vías del sufrimiento no son sino tres vías necesarias para la existencia humana, pero que han sido distorsionadas en su normal funcionamiento.
Me explico; tanto la sensación de lo que ahora vivo y percibo, como la memoria y la imaginación, son vías necesarias a la existencia humana. Cercenemos algunas de estas funciones y la existencia se desarticulará.
Acabemos con la memoria y perderemos hasta el mismo manejo de nuestro cuerpo; eliminemos la sensación y perderemos toda regulación del mismo; detengamos la imaginación y no podremos orientarnos en ninguna dirección.
Esas tres vías que son necesarias a la vida pueden ser distorsionadas en su funcionamiento convirtiéndose en enemigas de la vida, en portadoras de sufrimiento.
Así, sufrimos cotidianamente por lo que percibimos, por lo que recordamos y por lo que imaginamos.
Hemos dicho en otras oportunidades que se sufre por vivir en una situación contradictoria, tal como la de querer hacer cosas que se oponen entre sí. También sufrimos por temor a no lograr lo que deseamos a futuro o por temor a perder lo que
tenemos. Y desde luego, sufrimos por lo que hemos perdido, por lo que no hemos logrado, por aquello que ya sufrimos antes. Por aquella humillación, aquel castigo, aquel dolor físico que quedó en el pasado. Por aquella traición, por aquella injusticia, por aquella
vergüenza. Y esos fantasmas que llegan del pasado son vividos por nosotros como si fueran hechos presentes.
Ellos, que son la fuente del rencor, del resentimiento y de la frustración. Ellos que condicionan nuestro futuro y que hacen perder la fe en nosotros mismos. Suspendamos aquí y discutamos el problema de las tres vías del sufrimiento.
Pregunta: Si las tres vías son las que posibilitan a la vida, como posibilidad de desarrollo, ¿por qué o cómo es que se han ido distorsionando?
Si se supone que el hombre va buscando la felicidad, debiera ir adecuándose para ir manejando esas tres vías a su favor. ¿Pero cómo es que de repente esas tres vías son justamente sus principales enemigas?
Respuesta: Parece ser que esto no sucedió de repente. Parece ser que en el mismo momento en que se amplió la conciencia del ser humano, cuando todavía no era un ser muy definido en nuestra especie, parece ser que allí mismo al ampliarse su imaginación,
al ampliarse su memoria y su recuerdo histórico, al ampliarse su percepción del mundo en que vivía, en ese mismo momento, al ampliarse una función, surgió una resistencia.
Tal cual sucede en las funciones internas. Como cuando tratamos de mover una actividad nueva de la conciencia, encontramos resistencias.
Del mismo modo en que se encuentran resistencias en la naturaleza. En el mismo instante en que llueve y cae, el agua que va por los ríos encuentra resistencias a su paso.
Y en este vencimiento de las resistencias de todos modos, y sorteando, el agua llega a los mares.
Y es por este juego de las acciones y las resistencias, que responden a leyes universales de acciones y reacciones. Es por esto mismo, que la conciencia en su desenvolvimiento, el ser humano en su desarrollo, va encontrando resistencias, y al
encontrar resistencias se fortalece, y al fortalecerse integra las dificultades, y al integrarlas las supera.
Y entonces todo este sufrimiento que ha ido surgiendo en el ser humano en su desarrollo, ha sido también el fortalecimiento del ser humano, para lanzarse por encima de él.
De modo que, en etapas anteriores, esto del sufrimiento, como pasa con nuestras propias experiencias personales si las sabemos ver, el sufrimiento de algún modo contribuyó al desarrollo.
Nosotros no aspiramos al sufrimiento. Nosotros aspiramos a reconciliarnos incluso con nuestra especie que tanto ha sufrido y gracias a la cual nosotros podemos hacer nuevos despliegues.
No ha sido inútil el sufrimiento de generaciones y generaciones que han estado limitadas por esas condiciones. Nuestro agradecimiento es para aquellos que nos precedieron no obstante su sufrimiento, porque gracias a ellos podemos intentar nuevas liberaciones.
Este es el punto de cómo el sufrimiento no nació de súbito sino con el desarrollo y la ampliación del hombre.
Pero es claro que nosotros no aspiramos como seres humanos a seguir sufriendo, sino a avanzar sobre esas resistencias, integrando un nuevo camino en ese desarrollo.
Pero hemos dicho que hallaremos la solución al problema del sufrimiento en el sentido de la vida. Y hemos definido a ese sentido como la dirección a futuro que da coherencia, que permite encuadrar actividades, y que justifica plenamente a la existencia.
Esta dirección a futuro es de máxima importancia por cuanto según hemos examinado, si se corta esta vía de la imaginación, esta vía del proyecto, esta vía del futuro, la existencia humana pierde dirección y ello es fuente de inagotable sufrimiento.
Es claro para todos que la muerte aparece como el máximo rompimiento del futuro.
Es claro que de ese modo la vida tiene carácter de cosa provisoria. Y es claro que en ese contexto, toda construcción humana es una inútil construcción hacia la nada.
Quien piensa que todo termina para él con la muerte, podrá alentarse con la idea de que será recordado por sus espléndidas acciones, que no se olvidarán de él sus seres queridos, o tal vez las generaciones venideras. Y aunque esto fuera así, todos marcharían finalmente hacia una nada absurda que interrumpiría todo recuerdo.
También podría pensarse que lo que uno hace en la vida, no es sino responder a necesidades del mejor modo posible. Pues bien, ya se acabarán esas necesidades con la muerte, y habrá perdido sentido toda lucha por salir del reino de la necesidad.
Y podrá desde luego decirse que la vida personal, carece de importancia en la especie humana, que por lo tanto la muerte personal no tiene significado. Si tal fuera el caso, tampoco tendría significado la vida, ni las acciones personales. No se justificaría ninguna ley, ningún compromiso, y no habría en esencia mayores diferencias entre las acciones benéficas y las malvadas.
Nada tiene sentido si todo termina con la muerte.
Y, si ese es el caso, el único recurso posible para transitar por la vida, es animarse con sentidos provisorios, con direcciones provisorias a las cuales aplicar nuestra energía y nuestra acción.
Tal es lo que sucede habitualmente.
Si se pregunta a alguien qué sentido tiene para él la vida, probablemente responderá por su familia o por el prójimo, o por una determinada causa que según él justifique la existencia. Y esos sentidos provisorios habrán de conferirle dirección para afrontar la
existencia.
Pero a poco que surjan problemas, problemas con los seres queridos, a poco que se produzca una desilusión con la causa abrazada, a poco que algo cambie en el "sentido"
elegido, el absurdo y la desorientación volverán por su presa.
Por último, sucede con los sentidos o las direcciones provisorias de la vida, que en el caso de alcanzarse ya pierden referencia y por lo tanto, dejan de ser útiles para más adelante. Y en el caso de no alcanzarse dejan también de ser útiles como referencias.
Por cierto que luego del fracaso de un sentido provisorio, siempre queda la alternativa de poner un nuevo sentido provisorio, tal vez en oposición del que fracasó.
Así, de sentido en sentido, se va borrando a medida que pasan los años, todo rastro de coherencia y con ello aumenta la contradicción y por tanto el sufrimiento.
La vida no tiene sentido si todo termina con la muerte.
Pero ¿es cierto que todo termina con la muerte? ¿Es cierto que no se puede lograr una dirección definitiva que no varíe con los accidentes de la vida? ¿Cómo se ubica el ser humano frente al problema de que todo termina con la muerte?
Examinémoslo pero luego de discutir lo dicho hasta aquí.
Así como destacamos tres vías del sufrimiento, observamos también cinco estados con referencia al problema de la muerte y la trascendencia. En estos cinco estados se puede ubicar cualquier persona, formas más, formas menos.
Un estado, en que esa persona tiene evidencia indudable dada por la propia experiencia, no por educación o ambiente. Para él es evidente, indiscutible es para él, de que la vida es un tránsito, de que la muerte es un..., escaso accidente.
Pero claro, otros tienen la creencia de que el ser humano va a no se qué trascendencia y esta creencia la tienen dada por educación, dada por ambiente, no por algo sentido, experienciado, no por algo evidente para él, sino por algo que le enseñaron y que él, bueno..., él acepta.
Hay un tercer tipo de ubicación frente al sentido de la vida y es el de aquellas personas deseosas de tener una fe o tener una experiencia. Ustedes deben haberse encontrado con muchas personas que dicen: "si yo tuviera fe, o yo pudiera creer en ciertas cosas, mi vida sería diferente".
Y tienen muchos ejemplos a mano. Gentes a las cuales les han sobrevenido muchos accidentes, muchas desgracias y que se han sobrepuesto fuertemente a esos accidentes y a esas desgracias porque, o tienen una fe o un registro de que todo esto, lo transitorio, lo provisorio, no es un agotamiento mismo de la vida, sino en todo caso una prueba, en todo caso una resistencia que de algún modo hace crecer en el conocimiento.
Incluso pueden haber encontrado gente que acepta el sufrimiento como un recurso de aprendizaje. No es que ellos busquen el sufrimiento, no como otros que parece tuvieran especial afición por el sufrimiento. Estamos hablando de aquellos que, simplemente,
cuando se da tal cosa, sacan la mejor partida de ello, que es cosa muy diferente. Gentes que no andan buscando el sufrimiento (todo lo contrario), sino que dada la situación lo asimilan, lo integran y lo superan.
Bien, hay gente entonces que se ubica en este estado de que no tiene fe, no tiene ninguna creencia pero, ¡cómo desearían poder tener algo que les diera aliento y les diera dirección en sus vidas! Sí, esas personas existen.
Hay también aquellos que sospechan intelectualmente la posibilidad de que hay una trascendencia. A ellos les parece posible. Pero no hay mucho problema para ellos; simplemente lo consideran posible. Y no tienen ninguna experiencia de trascendencia,
ni tampoco tienen ningún tipo de fe, ni tampoco aspiran a tener experiencia ni a tener fe.
Conocerán a esas personas..., también las hay.
Y hay por último aquellos que niegan toda posibilidad de trascendencia. También ustedes reconocerán que hay personas, y probablemente entre ustedes haya muchos, que piensen así.
De manera que con diferentes variantes, cada uno puede efectivamente ubicarse como aquellos que tienen evidencia y para ellos es indudable esto de la trascendencia; o bien como aquellos que tienen fe porque así la asimilaron cuando pequeños; o bien
aquellos otros que quisieran tener una experiencia o una fe; o aquellos otros más que lo consideran una posibilidad intelectual, sin hacerse mayores problemas, como si estuviera desconectado de su vida; y estos otros que lo niegan.
Está bien. Pero aquí no terminamos con el punto de ubicación frente al problema de la trascendencia. Hay, al parecer, diferentes grados, diferentes profundidades en esto de ubicarse frente al problema de la trascendencia. Hay quienes incluso dicen que tienen una fe, lo afirman. pero esto que dicen no responde efectivamente a lo que experimentan.
Nosotros no decimos que ellos mientan, decimos que esto que están profiriendo, lo profieren con superficialidad, sin profundidad. Estos que dicen tener una fe, mañana pueden no tenerla.
Esto de los grados nos da en alguna medida la superficialidad o profundidad en alguna de esas cinco posturas, y por lo tanto, la movilidad o la firme convicción en cualquier postura.
He conocido gentes que eran devotas, creyentes de una fe, y al morirse un familiar, o al morirse un ser querido, voló toda la fe que decían tener y cayeron en el peor de los sinsentidos.
Quizá esa era una fe de superficie, una fe de mampostería, una fe periférica.
En cambio aquellos otros a los cuales sobrevinieron grandes catástrofes, se afirmaron precisamente en su fe. La cosa es diferente. La cosa admite grados.
He conocido gentes que estaban muy convencidas de la inexistencia total de la trascendencia. Uno muere y desaparece. Por así decir, ellos tenían fe en que todo se acababa con la muerte. Es claro que, en alguna ocasión, caminando cerca de un
cementerio, los hemos dejado solos por un instante y..., han apurado el paso y se han sentido inquietos. ¿Y cómo se compatibilizan estos temores nocturnos, estas desconfianzas a los ruidos fantasmales, este apretar el paso en los lugares oscuros y
desiertos, cómo se compatibiliza ésto con la convicción cierta de que todo termina con la muerte y por lo tanto no hay peligro desde el otro lado?
Así pues, hay también gente que aún en la negación de la trascendencia, están ubicadas en una situación muy superficial, y esto puede cambiar, pueden afirmarse fuertemente en su fe, y entonces estar convencidas y su vida ser coherente, y
desaparecer todos los temores a ese tipo de manifestaciones de una naturaleza sospechosa.
Bien, así pues uno puede ubicarse en cualquiera de estos estados, pero también puede ubicarse en distintas profundidades.
Ese es uno de nuestros puntos y no bastará entonces con decir, "bueno, me encuentro en tal situación". Me encuentro en tal situación pero, ¿cómo?
Recordemos que esto de los grados nos da la idea de variabilidad. Por ejemplo, nosotros mismos en ciertas épocas de nuestras vidas, hemos creído una cosa con respecto a la trascendencia y luego otra. Cambiamos. Esto es móvil. Esto no es una cosa
estática. No sólo en épocas distintas sino en situaciones. Cambia nuestra situación y cambian nuestras creencias respecto del problema de la trascendencia. Es más, cambia de un día a otro. A veces a la mañana estoy muy creyente de determinada cosa, y a la
tarde ya no. Y esto que parece ser de suma importancia porque hace a la orientación de la vida humana, es algo demasiado variable, y algo que desde luego nos provocará desconcierto en la vida cotidiana.
Así como sea la ubicación frente a la muerte y la trascendencia, será la coherencia o la contradicción y el sufrimiento en la vida cotidiana.
En esos cinco estados y grados se emplaza el ser humano. Pero ¿cuál debería ser el correcto emplazamiento? ¿Es que existe acaso un correcto emplazamiento, o es que estamos simplemente describiendo, describiendo la existencia, describiendo sus
problemas sin dar soluciones? ¿Es que podemos dar soluciones? ¿Es que podemos sugerir cuál es el mejor emplazamiento frente a este problema? Discutámoslo.
Ya que nadie discute con nosotros, demos entonces nuestro particular punto de vista sobre este tema.
En esos cinco estados y grados se emplaza el ser humano. Pero ¿cuál debería ser el correcto emplazamiento? Como mínimo el deseo de poseer la experiencia o la creencia, porque ese deseo es la premisa necesaria para ya orientarse en el sentido de la
trascendencia.
Y no importará que se tenga experiencia, y no importará que se tenga fe; pero si se aspira desde esa situación de no creencia y de no fe, y de no experiencia, si se aspira a tal cosa, obsérvenlo, fíjense como mecanismo, se están orientando ya en esa dirección.
Por allí las gentes dicen que la fe y cosas semejantes, es algo que está o que no está en las personas, que brota o que no brota, que eso es algo que no se puede manejar, pero observen este mecanismo. Pueden ustedes no tener fe en absoluto, pueden ustedes no tener experiencia en absoluto, pueden ustedes incluso comprender intelectualmente que eso es interesante, que puede valer la pena orientarse en esa dirección. Pues yo les digo que cuando eso comienza a suceder ya se están orientando en esa dirección.
Como mínimo, el deseo de poseer la experiencia o la creencia, porque ese deseo es la premisa necesaria para ya orientarse en el sentido de la trascendencia.
Si este deseo es débil, nada podrá construirse. Pero a medida que este deseo crezca, será como un acto lanzado en busca de su objeto y ello precisamente dará dirección a la existencia.
Entonces quienes logren esa fe inconmovible, o esa experiencia trascendente, aunque no puedan definirla en términos precisos, como no puede definirse el amor, reconocerán en sí la necesidad de orientar a otros hacia el sentido, pero jamás tratarán de imponer su paisaje a quienes no lo reconozcan.
Y así, coherentemente con lo enunciado, declaro ante ustedes mi inconmovible fe y mi certeza de experiencia, que la muerte no detiene el futuro.
Que la muerte por el contrario, modifica el estado provisorio de nuestra existencia, para
lanzarla bienaventuradamente hacia la trascendencia inmortal.
Y no impongo mi certeza, ni mi fe inconmovible. Y convivo con aquellos que se encuentran en estados diferentes respecto del sentido, pero me obligo a brindar solidariamente el mensaje que reconozco hace libre y feliz al ser humano.
Por ningún motivo eludo mi responsabilidad de expresar estas verdades, aunque tales fueran discutibles para quienes sufren la provisoriedad de la vida y temen el absurdo de la muerte.
Por otra parte, jamás pregunto a otros por sus particulares creencias y, en todo caso, aunque defino con claridad mi posición respecto a este punto, proclamo para todo ser humano la libertad de creer o no creer en Dios y la libertad de creer o no creer en la
inmortalidad.
Así, entre miles y miles de mujeres y hombres que codo a codo, solidariamente, trabajan con nosotros, se suman ateos y creyentes, gentes con dudas y con certezas, y a nadie se pregunta por su fe, y todo se da como orientación para que decidan por sí
mismos, la vía que mejor aclare el sentido de sus vidas.
No es valiente dejar de proclamar las propias certezas, pero es indigno de la verdadera solidaridad, tratar de imponerlas.
Eso es todo.
SILO

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