Mircea Eliade
Mitos y arquetipos*
I. ARQUETIPOS Y REPETICION
II. LA REGENERACIÓN DEL TIEMPO
III. DESDICHA E HISTORIA.
IV. EL TERROR A LA HISTORIA
*Tomado de Mircea Elíade: "El mito del eterno retorno".
I. ARQUETIPOS Y REPETICION
EL PROBLEMA
El objetivo del libro es estudiar ciertos aspectos de la ontología arcaica: las
concepciones del ser y la realidad que pueden desprenderse del comportamiento del
hombre de las sociedades premodernas. El símbolo, el rito, el mito, expresan un
complejo sistema de afirmaciones coherentes sobre la realidad última de las cosas,
sistema que puede considerarse en sí mismo como una metafísica.
Los objetos del mundo exterior como los actos humanos cobran un valor y llegan a ser
reales, porque participan en una realidad que los trasciende. El objeto aparece como
receptáculo de una fuerza extraña que le confiere sentido y valor. Así también los actos
humanos, su significación y valor están vinculados por ser reproducción de un acto
primordial. Lo que él hace ya se hizo. Esa repetición consciente de gestos
paradigmáticos determinados remite a una ontología original. Participan de una
realidad transcendente.
Agrupa a los elementos en las siguientes categorías:
• Los elementos cuya realidad es función de la repetición, de la
imitación de un arquetipo celeste.
• Los elementos: ciudades, templos, casas cuya realidad es tributaria
del simbolismo del centro supraterrestre que los asimila a sí mismo y
los transforma en centros del mundo
• Los rituales y los actos profanos significativos que sólo poseen el
sentido que se les da porque repiten deliberadamente tales hechos
planteados ab origine por dioses, héroes y antepasados.
ARQUETIPOS CELESTES DE LOS TERRITORIOS, DE LOS TEMPLOS Y DE LAS
CIUDADES
El templo tenía un prototipo celeste. Por ejemplo en el monte Sinaí Jehová muestra a
Moisés la forma del santuario que deberá tener. También las ciudades tienen su
prototipo divino. Por ejemplo las babilónicas que tenían sus arquetipos en
constelaciones (Nínive en la Osa mayor).
El mundo que nos rodea tiene un arquetipo extraterrestre. Otras regiones
corresponden a un modelo mítico pero diferente, de otra naturaleza. Todas las
regiones salvajes, incultas, etc., están asimiladas al caos: participan de la modalidad
informe de antes de la creación. Por esto cuando se explora un sitio se realizan actos
que repiten simbólicamente el acto de creación, así la zona es cosmizada. La
transformación del caos en cosmos por el acto divino de la creación, dándoles formas y
normas. Por ejemplo con el cristianismo al conquistar erigían una cruz, repitiendo así el
bautismo. Por el ritual se le da una forma, se lo convierte en real, y lo real es lo
sagrado.
EL SIMBOLISMO DEL CENTRO
EL simbolismo arquitectónico del centro puede formularse de la siguiente manera: 1)
La Montaña sagrada, donde se reúnen el cielo y la tierra, se halla en el centro del
mundo. El infierno, el centro de la tierra y la puerta del cielo se hallan en un mismo eje
y se hacía el pasaje de una zona a otra. 2) Todo templo o palacio o ciudad sagrada, es
una “montaña sagrada” debido a lo cual se transforma en centro. Los nombres de los
templos y de las torres sagradas babilónicos son testimonio de su asimilación a la
montaña cósmica, por ejemplo “Lazo entre el cielo y la tierra”.3) Es considerado el
lugar de encuentro del cielo con la tierra y el infierno. La cima de la montaña es el
lugar donde la creación comenzó.
REPETICIÓN DE LA COSMOGONÍA
El centro es el lugar sagrado y todos los demás símbolos, como por ejemplo el árbol de
la vida, la fuente de Juvencia, se hallan también en este centro. El camino que lleva al
centro es el camino difícil. El acceso al centro equivale a una consagración, a una
iniciación.
Esta repetición de la cosmogonía se observa en los ritos de construcciones, como por
ejemplo de la construcción de un templo. El prototipo del rito de construcción es el
sacrificio que se hizo al fundar el mundo. Para asegurar la realidad y la duración de
una construcción se repite el acto divino de la construcción ejemplar. Se consagra el
terreno, así se transforma en un “centro”. Todo espacio consagrado coincide con el
centro del mundo, y el tiempo de un ritual coincide con el tiempo mítico del “principio”,
el tiempo concreto se proyecta al tiempo mítico, así se desarrolla en un espacio y
tiempo sagrado.
MODELOS DIVINOS DE LOS RITUALES
Todo ritual tiene un modelo divino, un arquetipo. Se considera que los actos religiosos
han sido fundados por los dioses, héroes civilizados o antepasados míticos. El
calendario religioso del hombre conmemora en el espacio de un año todas las fases
cosmogónicas que ocurrieron ab origine. Los ritos matrimoniales también tienen un
modelo divino y el casamiento humano reproduce la hierogamia, la unión del cielo y la
tierra. En todos los ejemplos de estos ritos matrimoniales los resultados es la creación
cósmica. El rito cosmogónico se suelo relatar en estos ritos pero también sirve de
modelo ejemplar en todas las ceremonias que tengan como finalidad la restauración de
la plenitud integral ,como por ejemplo en curaciones, trabajos agrícolas. La
cosmogonía representa la creación por excelencia.
La asimilación del acto sexual con el trabajo de campo es frecuente. La mayoría de las
orgías colectivas encuentran justificación en la promoción de las fuerzas vegetales.
Estas manifestaciones tienen un prototipo suprahumano y tendían a instaurar la
fertilidad y la opulencia universales. Lo importante es la legitimación de los actos
humanos por un modelo extrahumano.
ARQUETIPOS DE LAS ACTIVIDADES PROFANAS
Son profanas aquellas actividades que no tienen significación mítica, que carecen de
modelos ejemplares. En el mundo arcaico podemos decir que ignora estas actividades
porque toda acción dotada de un sentido preciso (ejemplo cazar) participa en lo
sagrado. Da ejemplos de danza, guerra. En este último caso muchas veces tienen una
causa y una función rituales. El valor mágico y farmacéutico de ciertas hierbas se debe
también a un prototipo celeste de la planta o al hecho de que ésta fue usada por
primera vez por un dios.
LOS MITOS Y LA HISTORIA
La realidad se adquiere por repetición o participación, repetición de un arquetipo. Se
produce abolición del tiempo profano, de la duración, de la historia y el que reproduce
el hecho ejemplar se ve transportado a la época mítica en la que sobrevino la
revelación de esa acción ejemplar. Esta suspención del tiempo profano corresponde a
una necesidad profunda del hombre arcaico: no soporta la “historia” y se esfuerza por
anularla en forma periódica.
Transformación del hombre en arquetipo mediante la repetición. Por ejemplo los
soberanos se consideran como los imitadores del héroe primordial. Transfiguración de
la historia en mito. Es frecuente también la mitificación de los personajes históricos.
Muchas veces deben luchar con dragones y serpientes porque son identificados con los
señores del lugar, representan la modalidad preformal del universo. Así los
conquistadores deben formar, crear los territorios ocupados.
En la memoria popular, el recuerdo de un acontecimiento histórico o de un personaje
auténtico no subsiste más de dos o tres siglos. Esto se debe a que funciona por medio
de categorías en lugar de acontecimientos, arquetipos en vez de personajes históricos.
El personaje histórico es asimilado a su modelo mítico (héroe) mientras que el
acontecimiento se incluye en la categoría de las acciones míticas.
La memoria colectiva es ahistórica. Podría decirse que la memoria popular restituye al
personaje histórico de los tiempos modernos su significación de imitador del arquetipo
y de reproductor de las acciones arquetípicas. A veces ocurre raramente que se tiene
la ocasión de presenciar en vivo la transformación de un acontecimiento en mito.
Recalca el carácter ahistórico de la memoria popular y la impotencia de la memoria
colectiva para retener los acontecimientos y las individualidades históricas sin
transformarlos en arquetipos, sin anular sus particularidades históricas y personales.
Compara las concepciones diferentes de la existencia después de la muerte. La
transformación del difunto en antepasado.
II. LA REGENERACIÓN DEL TIEMPO
AÑO, AÑO NUEVO, COSMOGONÍA
En todas partes existe una concepción del fin y del comienzo de un período temporal,
fundado en la observación de los ritmos biocósmicos, que se encuadran en un sistema
más vasto, el de las purificaciones periódicas (purgas, ayunos, confesiones de pecados,
consumición de la nueva cosecha) y de la regeneración periódica de la vida. Existe una
necesidad de una regeneración periódica. Una regeneración periódica del tiempo
presupone una creación nueva, una repetición del acto cosmogónico, una abolición de
la historia.
Divide en dos grupos las ceremonias periódicas: 1) expulsión anual de los demonios ,
enfermedades y pecados; 2) rituales de los días que preceden y siguen al Año Nuevo.
Describe y ejemplifica cada una de ellas. Casi en todas partes, la expulsión de los
demonios, de las enfermedades y de los pecados coinciden o coincidió en cierta época,
con la fiesta del Año Nuevo. En este período asistimos al cese de cierto intervalo
temporal, a la abolición del año pasado y del tiempo transcurrido. El sentido de las
purificaciones rituales es una combustión, una anulación de los pecados y de las faltas
del individuo y de la comunidad en su conjunto. La regeneración es un nuevo
nacimiento. Por lo tanto esta expulsión de demonios, enfermedades y pecados es en
realidad una tentativa de restauración del tiempo primordial y puro. Todo Año nuevo
es volver el tiempo en su comienzo, una repetición de la cosmogonía.
Los combates rituales entre los dos grupos de figurantes, la presencia de los muertos,
las saturnales y la orgías son otros tantos elementos que denotan que al fin del año
Nuevo se repiten los momentos míticos del pasaje y del Caos a la Cosmogonía
LA PERIODICIDAD DE LA CREACIÓN
La creación del mundo se reproduce cada año. Permite el retorno de los muertos a la
vida y mantiene la esperanza de los creyentes en la resurrección de la carne. En estos
casos esa resurrección se producirá al comienzo del año, al principio de una nueva era.
Existen lazos estrechos entre las ideas de la creación por el agua (diluvios, lluvia), el
nacimiento y la resurrección.
REGENERACIÓN CONTINUA DEL TIEMPO
Necesidad de mantenerse sin cesar en el “paraíso de los arquetipos”. También la
necesidad del hombre de librarse del recuerdo del pecado, de una secuencia de
acontecimientos personales cuyo conjunto constituye la historia.
Fuera de las ceremonias periódicas de abolición de la historia, las sociedades conocían
y aplicaban otros métodos para lograr la regeneración del tiempo. Por ejemplo los ritos
de construcción representan la reactualización de la cosmogonía. En las ceremonias de
entronización del rey, un nuevo reinado ha sido considerado como una regeneración
de la historia del pueblo e incluso de la historia universal. Con cada nuevo soberano
comenzaba una nueva era.
Diversos en sus fórmulas, todos estos instrumentos de regeneración tienden hacia la
misma meta: anular el tiempo transcurrido, abolir la historia mediante un regreso
continuo por la repetición del acto cosmogónico.
La idea de que la vida no puede ser reparada sino sólo re-creada mediante la
repetición de la cosmogonía, se ve claramente en los rituales de curación. En muchos
pueblos primitivos la curación lleva implícita como elemento esencial la narración del
mito cosmogónico. Tanto en el antiguo oriente como en las tradiciones médicas
europeas, un remedio es eficaz si se conoce su origen y si su aplicación es
contemporánea con el momento mítico de su descubrimiento.
Describe algunas características de las creencias relacionadas con el ciclo lunar han
desempeñado un papel importantísimo en la elaboración de las concepciones cíclicas.
Encontramos analogías en las concepciones apocalípticas y en las antropogonías
arcaicas: el diluvio o la inundación pone fin a una humanidad agotada y pecadora. Se
regenera una nueva humanidad, en general de una antepasado mítico, salvado de la
catástrofe o de un animal lunar. El ritmo lunar revela intervalos cortos y nos revela
consecuencias optimistas. Ese optimismo se limita a la conciencia de la normalidad de
la catástrofe cíclica, a la certeza de que tiene un sentido, y de que jamás es definitiva.
Son necesarios para que la humanidad se regenere. En todos estos concepciones
lunares domina la concepción del eterno retorno, de la vuelta cíclica de los que entes
fue.
III. DESDICHA E HISTORIA.
“NORMALIDAD” DEL SUFRIMIENTO
Habla del sufrimiento en cuanto acontecimiento en cuanto a hecho histórico, del
padecimiento provocado por una catástrofe, invasión o las injusticias sociales, etc. El
primitivo lo relaciona a ciertas influencias mágicas o demoníacas contra las cuales el
brujo o sacerdote disponen de armas. Los Seres Supremos celestiales no intervienen,
en los pueblos primitivos, sino en última instancia, cuando todos los intentos para
alejar los sufrimientos han fracasado. Sin embargo, cada momento del tratamiento
mágico-religioso del “sufrimiento” ilustra con limpidez el sentido de este último:
proviene de la acción mágica de un enemigo, de una infracción a un tabú. El primitivo
no puede concebir un “sufrimiento” no provocado, éste proviene de una falta personal
o de la maldad del vecino, pero siempre hay una falta en la base, o por lo menos una
causa. En general puede decirse que el sufrimiento es considerado como la
consecuencia de un extravío con relación a la norma.
LA HISTORIA CONSIDERADA COMO UNA TEOFONÍA
En el caso de los hebreos, los acontecimientos históricos obtenían una significación
religiosa, aparecían como los castigos infligidos por el Señor a cambio de las
impiedades de Israel. Estos acontecimientos se transfor-maban en teofanías negativas,
en la ira de Yahvé, y develan una única voluntad divina. Así los profetas valoran la
historia, consiguen superar la visión tradicional del ciclo y descubren un tiempo de
sentido único. Por eso es posible afirmar que los hebreos fueron los primeros en
descubrir la significación de la historia como epifanía de Dios, y esta concepción fue
seguida y ampliada por el cristianismo.
El mesianismo no llega a superar la valoración escatológica del tiempo: el futuro
regenerará al tiempo, le devolverá su pureza y su integridad originales. Se coloca así
no sólo en el comienzo sino al final de los tiempos. El Mesías asume el papel
escatológico del Rey-dios o del represen-tante de la divinidad en la tierra, cuya misión
era regenerar periódicamente la naturaleza. La diferencia reside en que no se proyecta
cada año sino en un tiempo futuro y mesiánico.
La historia aparece fiscalizada por la voluntad de Yahvé, aparece como una sucesión
de teofanías negativas o positivas, cada una de las cuales tiene su valor intrínseco.
Pero no hay que olvidar que estas concepciones son creación de una elite religiosa.
Como ya no puede ignorar o abolir periódicamente la historia, el hebreo la soporta con
la esperanza de que cesará definitivamente en un momento más o menos lejano. La
irreversibili-dad de los acontecimientos históricos y del tiempo es compensada por la
limitación de la historia en el tiempo. En la concepción mesiánica, la historia debe ser
soportada porque tiene una función escatológica. La historia es abolida en el futuro. La
regeneración periódica de la creación es reemplazada por una regeneración única. Pero
la voluntad de poner fin a la historia es, al igual que las otras concepciones
tradicionales, una actitud antihistórica.
LOS CICLOS CÓSMICOS Y LA HISTORIA
Las teorías del “Gran tiempo” van casi siempre acompañadas por el mito de las edades
sucesivas, encontrándose siempre la “edad de oro” al principio del ciclo. Esa edad de
oro es recuperable, es repetible, una infinidad de veces en la doctrina del tiempo
cíclico y una vez en la del tiempo finito fragmentado entre dos infinitos atemporales
Tanto en los iranios como entre los judíos y los cristianos, la “historia” que se atribuye
al universo es limitada, y que al fin el mundo coincide con el aniquilamiento de los
pecadores, la resurrección de los muertos y la victoria de la eternidad sobre el tiempo.
Como se trata de una experiencia religiosa totalmente diferente de la tradicional,
puesto que se refiere a la “fe”, la regeneración periódica del mundo se traduce en el
cristianismo en una regeneración de la persona humana.
DESTINO E HISTORIA
Un rasgo común relaciona a todos los sistemas cíclicos difundidos en el mundo
helenista-oriental: el momento histórico contemporáneo representa una decadencia
respecto de los momentos históricos precedentes. Tendencia a la desvalorización del
momento contemporáneo. El carácter común es que la historia ea soportada porque
era necesaria en último análisis. Ya sea que la historia esté regida por la marcha de los
astros o por el proceso cósmico o sometida a la voluntad de Dios, el resultado es el
mismo: ninguna de las catástrofes que la historia revelaba era arbitraria.
IV. EL TERROR A LA HISTORIA
LA SUPERVIVIENCIA DEL MITO DEL “ETERNO RETORNO”
Compara al hombre “histórico” que se sabe y se quiere creador de historia con el de
las civilizaciones tradicionales, que la anula, la desvaloriza y no le concedía al
acontecimiento histórico ningún valor en sí, no lo consideraba como una categoría
específica de su propio modo de existencia. Sin embargo el mundo moderno no está
ganado por el historicismo, aún asistimos al conflicto de dos concepciones: la arcaica y
la moderna, posthegeliana, histórica.
Analiza las soluciones que ofrece la perspectiva historicista para que el hombre
moderno pueda soportar la presión de la historia contemporánea. Las sociedades
agrícolas y las capas populares europeas no han conseguido abolir ni la teoría del
arquetipo ni las teorías cíclicas y astrales.
LAS DIFICULTADES DEL HISTORICISMO
La reaparición de las teorías cíclicas en el pensamiento actual corresponde a un deseo
de hallar un sentido y una justificación transhistórica a los acontecimientos históricos.
Desde Hegel intentos de salvar y valorar el acontecimiento histórico. El concepto de
necesidad histórica gozará de una actualidad. Todas las crueldades, aberraciones y
tragedias de la historia han sido y siguen siendo justificadas por las necesidades del
“momento histórico”. Hegel se sentía obligado a ver en cada acontecimiento la
voluntad del espíritu universal, era la manifestación. Pero con Marx la historia se
despoja de toda significación transcendente, no es que la epifanía de la lucha de
clases. El marxismo coloca la edad de oro exclusivamente al final de la historia.
Cuanto más se agrave el terror a la historia, cuanto más precaria se haga la existencia
debido a la historia, tanto más crédito perderán las posiciones de historicismo.
LIBERTAD E HISTORIA
Diferencia capital entre el hombre moderno y el arcaico reside en el valor creciente
que el hombre moderno concede a los acontecimientos históricos, a esa “novedades”
que para el hombre tradicional constituían hallazgos carentes de significado
infracciones a las normas.
La libertad de hacer la historia de que se jacta el hombre moderno es ilusoria para casi
la totalidad del género humano. A lo sumo le quedan la libertad de elegir entre
oponerse a la historia que hace la minoría (libertad de elegir entre el suicidio o el
destierro) y refugiarse en una existencia subhumana o en la evasión. La libertad que
implicaba la existencia “histórica” pudo ser posible al principio de la época moderna,
pero tiende a volverse cada vez más inaccesible a medida que es época se torna más
“histórica”. El marxismo y el fascismo deben llevar a la constitución de dos tipos de
existencia histórica: la del jefe (el único verdaderamente libre) y la de los adeptos. Así,
para el hombre tradicional, el hombre moderno no constituye el tipo de un ser libre ni
el de un creador de la historia.
DESESPERACIÓN O FE
Ninguna de las filosofías historicistas defiende al hombre del terror de la historia. El
horizonte de los arquetipos y de la repetición sólo puede ser superado mediante una
filosofía de la libertad que no excluya a Dios. La fe constituye la más alta libertad, la de
poder intervenir en el estatuto ontológico mismo del universo. Solo semejante libertad
es capaz de defender al hombre moderno del terror a la historia: una libertad que tiene
su fuente y halla su garantía y su apoyo en Dios.
El cristianismo es la religión del hombre moderno y del hombre histórico, del que ha
descubierto simultáneamente la libertad personal y el tiempo continuo.
* Bibliografía: Mircea Elíade "El mito del eterno retorno".