Del eterno Urano (Cielo) y de la madre Gea (Tierra) nacieron seis titanes que con sus hermanas titánidas engendraron a una generación de dioses. Pero es a partir del gran Crono (Tiempo), el más joven titán, que todo comenzó a fluir según lo siguiente sucede a lo anterior. Antes de él, los tiempos corrían a saltos y en todas direcciones: el pasado sucedía al futuro y, a veces, todos los instantes transcurrían en tropel concentrado. En realidad, los mortales nada pueden decir de algo anterior al comienzo de las cosas (por esto algunos, hacen derivar de Crono a todo lo pensable).
Los hijos estaban enojados con sus padres pues cada vez que nacía un nuevo hermano, Urano lo mantenía en el seno de Gea sin dejarlo salir. Por esto Gea fabricó una afilada hoz y mostrándola a sus hijos les explicó su maquinación. Su hijo Crono aceptó el instrumento que la madre le ofrecía y con él preparó una emboscada. Cuando Urano, deseoso de amor se tendió sobre Gea, el resuelto hijo salió de la obscuridad y tomando los genitales de su padre los segó arrojándolos hacia atrá.(2)
Así Crono desplazó a su padre en el reinado del Universo. Luego se unió a su hermana Rea y con ella comenzó a engendrar hijos, pero fue devorándolos conforme iban naciendo para evitar de este modo que algun descendiente obtuviera la dignidad real y lo desplazara de su lugar entre los inmortales. Rea, no pudiendo evitar la matanza pidió ayuda a sus padres sabedores del Destino de Crono que debía ser reemplazado en su poder por uno de sus hijos. De este modo quedarían vengadas las Erinias que el monstruoso Crono había engullido(3) y se cortaría la cadena de asesinatos que preparaba Crono, de aguda mente.(4)
La lucha inevitable surgió entre el bando de Zeus, sus hermanos y aliados, y el de Crono y los titanes. Zeus mostró su fuerza descendiendo desde el sagrado monte Olimpo con el rayo, mientras retumbaban los cielos con el trueno y se arremolinaban los relámpagos haciendo dar vueltas a la sagrada llama.(6) La tierra crepitaba con el fuego al tiempo que las aguas del Océano hervían y una ardiente humareda envolvía a los Titanes quedando todo ojo enceguecido por el brillo del relámpago.(7) Así continuó la formidable lucha hasta que los dioses tomando con sus manos(8) a los Titanes los encadenaron enviándolos a las profundidades de las montañas en una zona húmeda, en los confines de la inmensa tierra.(9)
Prometeo y el despertar de los mortales.
Sea como fuere aquella falsa historia el hecho es que un mortal, Heracles, dió cuenta con su flecha del águila devoradora. Entonces Zeus, reconocido el hecho, se resignó a que yo cargara parte de la cadena y de la roca que arranqué con la ayuda del héroe. Torpemente, Zeus, no quiso escuchar las condiciones que tenía yo en mente para beneficio de ambas partes. Solamente, cuando le advertí acerca de su futuro vio el peligro y a regañadientes compensó con mi libertad el consejo que de mí necesitaba. Y aún, obstinado, pensó que aunque libre se agotaba mi tiempo ya que la inmortalidad no me había sido concedida. Pero Quirón, el buen amigo y educador de los mortales, cambió conmigo su sino y eligiendo él bajar al Hades dejó la eternidad en mis manos. Ahora, luego de penurias y fatigas, estimulando siempre la esperanza, atraigo a los humanos para que también conquisten la libertad y su inmortal destino.
Deméter y Perséfona. Muerte y resurrección de la naturaleza.(16)
Dionisos, la locura divina.
Ninguno de nosotros sabe nada de nada; ni siquiera esto mismo de si sabemos o no sabemos, ni si sabemos que sabemos o que no sabemos; ni si en total hay algo o no lo hay. Porque las cosas son lo que uno crea de ellas.(17). Por tanto, debe moverse la razón y abrir otro horizonte para que los dioses hablen.
Canto al bullicioso Dionisos, coronado de hiedra y de laurel, hijo de Zeus y Sémele, miembro de la tribu de los inmortales. En los bosques las ninfas lo siguen y él llena los espacios obscuros con gran estrépito. ¡Salve, oh Dionisos, el de los muchos racimos!(18)
1.- Bajo este título englobamos a una cantidad de mitos de los que participaban no solamente griegos y romanos, sino otros propios del mundo creto-micénico que, desde luego, requerirían tratamiento aparte. Se observará que los sujetos tratados poseen nombres griegos y en ningún caso romanos, ya que los hijos de Rómulo absorben sus más prominentes mitos de la cultura griega, con el solo expediente de cambiar nombres y lugares en que se desarrollaron algunos acontecimientos. De ninguna manera estamos diciendo que la cultura romana no haya dado lugar a leyendas y mitos propios, ya que las sucesivas oleadas de invasores sobre esas tierras debieron enfrentar a pobladores más antiguos y éstos, desde luego, contaban con formas míticas y religiosas más o menos diferenciadas de los nuevos aportes. Por otra parte, la influencia cultural griega sobre la romana no es el único factor que juega, ya que numerosas «historias» derivan de egipcios, frigios, hititas, etc. Si vamos al caso, en la misma mitología griega son muchos los nombres de dioses de origen extranjero. Por otra parte, una cosa es la colección (y muchas veces transformación) de leyendas y mitos debidos a la pluma de los mitógrafos antiguos y otra el papel que dioses, semidioses y otras entidades jugaban en el culto personal y colectivo. En realidad es allí donde debe buscarse la verdadera importancia de los mitos, emparentados más con el sistema de creencias que con la simple expresión poética, plástica y a veces filosófica, como en el caso del Platón creador de «mitos» (Banquete, Fedón, Fedro, República, etc.), a través de los cuales explica su doctrina. Por nuestra parte, hemos utilizado los textos de Homero, Píndaro, Eurípides, Sófocles y Esquilo por su gran belleza expresiva y, desde luego, la Teogonía y los Trabajos y Días de Hesíodo que sin el vuelo poético de las obras de aquellos autores, constituyen verdaderas piezas de recopilación y «clasificación». Históricamente, los mitos que nos ocupan circularon por los países de lengua griega desde el s. X a.C. hasta aproximadamente el IV de la era actual. En tal sentido, obras como las de Hecateo escritas en el VI a.C. hubieran sido de inestimable valor, pero desafortunadamente han llegado hasta nosotros fragmentos dudosos de sus cuatro libros de Genealogías. Sin embargo la obra de aquel autor parece haber influido decisivamente en Ferécides que escribe sobre los primeros mitos atenienses. Por cierto que los autores posteriores no son desestimables (y esto vale también para los escritores romanos), pero a medida que avanza el tiempo la maraña informativa crece de tal manera que tiende a confundirse la fuente original con la creación reciente. Los seres más importantes mencionados en éste capítulo de “Mitos greco-romanos” son: Crono= Saturno romano; Zeus= Júpiter; Hera= Juno; Rea= Cibeles; Hermes= Mercurio; Deméter= Ceres; Perséfona= Proserpina; Dionisos= Baco y Heracles= Hércules.
2.- Adaptación de la Teogonía. Hesíodo. v 154 a 181. Alianza. Madrid 1986. Hesíodo de Ascra, primera mitad del s. VII a. C. (?)
3.- Las Erínias son tres: Tisífone («destrucción vengadora»); Alecteo («repugnante, hostíl») y Megera («refunfuñona»). Según A. Garibay, se trata de personificaciones de la idea de reparación del orden destruido por el crimen. Tienen, entre otras misiones, el mandato de reprimir la rebelión del joven contra el viejo. Viven en el Érebo y son anteriores a Zeus. Para A. Bartra son espíritus del castigo y de la venganza de sangre. Por último, P. Grimal las considera nacidas de las gotas de sangre con que se impregnó la tierra cuando la castración de Urano. Fueron también llamadas “Euménides”, y “Furias” por los romanos.
4.- Ibid. v. 460 a 474.
5.- Ibid. v. 470 a 501.
6.- Ibid. v. 686 a 692.
7.- Ibid. v. 693 a 699.
8.- Ibid. v. 717 a 720.
9.- Ibid. v. 730 a 732.
10.- Versión libre sobre Las Troyanas de Eurípides. Fin de la escena XI, en adaptación de J. P. Sartre. Losada. Buenos Aires 1967. La cita entrecomillada corresponde al parlamento de Poseidón, pero nos hemos permitido ponerla en boca de Prometeo dado que se ajusta bien a su carácter y al contexto general en que el Titán desarrolla su relato. En todo caso, la sorpresa que produce la introducción de la advertencia “¡Haced la guerra, mortales imbéciles; destrozad los campos y las ciudades; violad los templos, los sepulcros, y torturad a los vencidos. Haciéndolo así, prepararéis vuestra propia destrucción!”, es explicable porque rompe el estilo épico y grave con una disonancia burlona, propia de mediados del siglo XX muy del gusto sartreano. Eurípides nació en Salamina en el 480 y murió en el 406 a. C.
11.- Adaptación de Prometeo Encadenado. Esquilo. Episodio II. Losada. Buenos Aires 1984. Esquilo nació en Eleusis en el 525 y murió en el 456 a. C.
12.- Ibid. Episodio II, después del primer Coro.
13.- “Japetónida”, hijo de Jápeto. Jápeto es, a su vez, hijo de Urano y Gea, y hermano de Crono y de los otros titanes (Océano, Ceo, Hiperión y Crio) y titánides (Tetis, Rea, Temis, Mnemósine, Febe, Dione y Tia). Los titanes y titánides pertenecen a la primera generación de dioses (llamados “dioses titanes”). De la línea de Jápeto y Clímene derivan Atlante, Menecio, Prometeo y Epimeteo; así como de la línea de Crono y Rea derivan Hestia, Deméter, Hera, Hades, Posidón y Zeus. Prometeo resulta, por consiguiente, «primo» de Zeus. Pero es la línea de Crono (la de los llamados «crónidas»), la que se impone. Epimeteo, hermano de Prometeo (y su reverso dada su torpeza y falta de ingenio), acepta como regalo a Pandora de la que se sirve Zeus para arruinar a los hombres una vez más. De Epimeteo y Pandora nace Pirra y de Prometeo y Clímene nace Deucalión. Estos dos forman la pareja pobladora del mundo luego del Diluvio que envió Zeus en un nuevo castigo. Es gracias a otra intervención de Prometeo que el ser humano logra salvarse. En efecto, Prometeo instruye a Deucalión y Pirra para que construyan el Arca. Luego, los sobrevivientes de la catástrofe hacen resurgir a los humanos arrojando piedras hacia atrás (por encima del hombro), mientras caminan por los campos. Producto de esa “siembra”, van naciendo las mujeres y los hombres. En todo lo anterior, resalta la línea de los Japetónidas como promotora de la propagación humana.
14.- Adaptación de Teogonía. v. 535 a 570 y 615 a 618.
15.- Ibid. v. 521 a 525.
16.- Adaptación de Himnos Homéricos. II. A Deméter. (en Ilíada II) Losada. Buenos Aires 1982.
17.- Sobre la Naturaleza. I y II. Metrodoro de Kío.
18.- Adaptación de Himnos Homéricos. XXVI. A Dionisos.
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