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Premisa
El objeto de estudio de esta monografía es el trabajo de Parménides, con el interés de verificar la existencia de elementos que pueden tomarse como antecedentes de un camino de conocimiento, de acercamiento a otro Plano por la vía mental. El punto de vista aplicado es aquel de la experiencia del proceso de la Disciplina mental.
No se trata de una investigación de campo, sino de una investigación esencialmente bibliográfica.
El método de investigación consiste en la lectura de la bibliografía, a través del cual entender el significado semántico, la estructura de la lengua del poema, el entorno histórico-cultural en el que fue escrito, para poder entender el contenido y para poder leerlo a continuación en una suerte de meditación con el fin de encontrar resonancia con la experiencia del proceso disciplinario, cosa que se da básicamente por intuición.
Fuentes bibliográficas
El material bibliográfico consiste ante todo en el poema Acerca de la naturaleza de Parménides, que no ha llegado a nuestro tiempo como un libro en su integridad; tenemos unos 150 versos, que constituyen uno de los textos más importantes en la historia de la filosofía, y también uno de los más difíciles de interpretar. Los versos que han sobrevivido son el resultado de una multiplicidad de fragmentos, unidos por un paciente y delicado trabajo de reconstrucción.
Estos fragmentos son citas de la obra de Parménides ya que muchos filósofos y científicos han citado en sus obras partes del poema parmenídeo, en un período que va desde el siglo IV a. C. al siglo V d.C. Los más importantes son: Platón (428-347 a.C.), Aristóteles (384-322 a.C.), Plutarco (46-120 d.C.), Galeno (129-216 a.C.), Clemente de Alejandría (150-215 d.C.), Sexto Empírico (s. II d.C.), Plotino (204-270 d.C.), Proclo (412-485 d.C.), Celio Aureliano (s. V d.C.), Simplicio (490-560 d.C.).
Por supuesto cada uno de estos autores interpreta el pensamiento de Parménides plegándolo a la tesis de su propia obra, sin embargo, la gran cantidad de referencias a la obra de Parménides y referencias a los contenidos del filósofo en otros autores, son sintomáticos de la importancia de eleático.
El interés por el pensamiento de Parménides conoce una nueva época con la fenomenología. Martin Heidegger celebró un curso sobre Parménides en la Universidad de Friburgo en el semestre de invierno de 1942/43. A partir de los años 50 comienzan a aparecer numerosos estudios y comentarios de la obra parmenídea. Por lo tanto, forman parte de la bibliografía consultada tanto el curso de Heidegger (apareció con el título de Parménides) como algunas de las investigaciones más recientes.
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Numerosas y muy diferentes interpretaciones y perspectivas son las que se presentaron sobre el pensamiento de Parménides. Pero, más allá de las diferencias, se revela la intuición común de la novedad que representa el pensamiento de Parménides en la cultura de la época.
Contexto histórico-geográfico.
A partir de mediados del siglo VIII a.C. comenzó la expansión – tal vez llamada inapropiadamente colonización – hacia occidente de las más prósperas ciudades del mundo helénico, en un primer momento Corinto, Megara, Mileto y Focea. De acuerdo con Herodoto, los foceos fueron los primeros en descubrir el Golfo Adriático, Tirrenia, Iberia y Tartesos (Cádiz). Alrededor del año 600 fundaron Massalia (Marsella) y en 565 se establecieron en Aléria en Córcega.
En el 545 a.C. Arpagone, uno de los generales de Ciro el persa, invade la ciudad jónica de Focea y esto acelera el inicio de una nueva ola de migración hacia el oeste. Casi al mismo tiempo una alianza de los etruscos y cartagineses ataca los foceos en Córcega. Los foceos eligen el camino del exilio tanto de Focea como de Aléria y van a parar a pocos kilómetros al sur de Nápoles, donde fundaron la ciudad de Elea (Velia para los latinos y hoy en día Ascea).
Pocos años después va a nacer en esta ciudad Parménides, según lo confirmado por todos los testimonios antiguos (como los de, entre otros, Diógenes Laercio, Proco, Estrabón). No se sabe con precisión la fecha de nacimiento de Parménides, que se sitúa entre 544 y 541. La vida de Parménides se coloca, por tanto, entre el siglo VI y el siglo V a.C.
Poco se sabe de la vida de Parménides. El descubrimiento hace unos años en Elea de un pedestal de una estatua en el que está escrito "Parménides, hijo de Pyro, médico filósofo" ha acreditado la idea de una escuela médica en la región, a la que Parménides habría pertenecido o incluso de la que habría estado a la cabeza.
Lo único cierto es la importancia del personaje, como puede verse ya en la antigüedad por historiadores autorizados como Plutarco y Estrabón, que informan de que el filósofo escribió las leyes de Elea y que incluso muchos años después los ciudadanos juraban obediencia a estas leyes. Parménides fue, según Platón, fiel discípulo de Jenófanes. Según otras tradiciones (Diógenes Laercio), Parménides fue discípulo del pitagórico Ameinias y lleva una "vida pitagórica".
No falta quien ha considerado a Parménides, fundador de una escuela de iatromanti (curanderos visionarios iniciados en el culto de Apolo) que se mantuvo activa durante al menos quinientos años sobre la base del descubrimiento en el área de Elea, entre 1958 y 1960, de inscripciones que parecen demostrar el estrecho vínculo entre Parménides y un círculo de "iatromanti".1
1 Roberto Baldini, L’estasi e l’enigma nel poema di Parmenide, www2.unipr.it/~pieri/File%20PDF/L_estasiel_enigma.pdf
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La obra
De la obra de Parménides sobrevive sólo el poema Acerca de la naturaleza de la que poseemos, como se ha dicho, solo unos pocos fragmentos. El poema de Parménides constituye un texto base de referencia del pensamiento occidental. Plantea la problemática del Ser y del Uno, que constituirá las vías sobre las cuales se desarrolló el pensamiento griego, empezando por los filósofos "pluralista" inmediatamente posteriores a Parménides.
Platón, que describe a Parménides como venerable y terrible, le dedica su diálogo más metafísico (Parménides), y en el Sofista y en el Político de Platón expresa sus pensamientos a través de un personaje llamado el extranjero de Elea. En el Sofista de Platón donde hace el famoso "parricidio de Parménides", introduce diferentes significados del no-ser (y por lo tanto del ser), reconociéndose de alguna manera como hijo de Parménides, ya que de lo contrario no sería posible el parricidio.
Incluso Aristóteles, para revertir la concepción parmenídea del sentido único del ser y presentando la multiplicidad de significados del ser, parte desde el mismo pensamiento parmenídeo. Por lo que ambos comienzan desde el pensamiento parmenídeo para superar las aparentes paradojas.
Parménides no expone sus ideas en un tratado filosófico, sino en un poema en verso que comienza con una historia alegórica. El autor narra su viaje en un carro tirado por dos potrancas y conducido por las Elidas, hijas de Helios, el Sol, que lo llevan a una puerta entre el día y la noche. Las jovenes persuaden a Justicia de que abra la puerta y así poder acceder a la Diosa que le da la bienvenida y le explica la Verdad, más allá de las opiniones de los mortales, en las cuales no hay certeza.
Parménides y los presocráticos
Parménides es considerado como el fundador de la Escuela Eleática, una de las escuelas presocráticas, con la que comienza a dar sus primeros pasos el pensamiento occidental, después de las cosmologías míticas (Hesíodo, Ferécides de Siros, cosmología órfica) y los poemas homéricos, que dictaron los conocimientos para las imágenes en las que se identificaba la realidad.
También en los presocráticos el problema cosmológico es dominante, pero la respuesta no es mítica. Comienzan a preguntarse acerca de los fenómenos naturales en busca de un elemento primigenio, como origen y esencia de los fenómenos; tratando de localizar y reconocer, más allá de las apariencias múltiples y siempre cambiantes de la naturaleza, la unidad de la cual la naturaleza hace el mundo, la única sustancia que constituye su ser, la única ley que rige su devenir.
La sustancia es para los presocráticos la materia de la cual se componen todas las cosas, pero es también la fuerza que explica su composición, su nacimiento y su muerte, su cambio perpetuo.
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Este principio se identifica por Tales en el agua, tal vez, como refiere Aristóteles, argumentando que el alimento de todas las cosas es húmedo.
Anaximandro, autor de una obra en prosa Acerca de la naturaleza, el primer escrito filosófico en Grecia, identifica el principio (arjé) no en un elemento específico, como el agua o el aire, sino en el infinito (ápeiron), entendido como la cantidad indefinida e infinita de materia, de la que se originan todas las cosas y en el que se disuelven al final del ciclo que se fijó para ellas.
Para Anaxímenes sin embargo el principio es el aire, del que nacen todas las cosas que son, que fueron y que serán, incluso los dioses y las cosas divinas. El aire es el principio del movimiento y de todos los cambios. La transformación de las cosas es a través del proceso dual de rarefacción y condensación. A través de la rarefacción, el aire se convierte en fuego; condensándose se convierte en viento luego en nube, después agua, tierra y luego piedra. Del mismo modo, la condensación produce el frío y la rarefacción el calor.
Para Pitágoras, la sustancia de las cosas es el número. El número como orden medible, da forma, volviendo determinado lo que es indeterminado. Así pues, el principio de los seres no es la materia sino la forma. Aristóteles dice que los pitagóricos han tratado los números como magnitudes espaciales (Metafísica, XIII, 6,1080 b, 18) y también informa de la opinión de que las figuras geométricas son el elemento esencial del cual constan los cuerpos (Metafísica, VII, 21028b, 15).
Heráclito parte de la constatación del incesante devenir de las cosas: “No es posible descender dos veces por el mismo río o tocar dos veces una sustancia mortal en el mismo estado” (p. 91, Diels). La sustancia que explica el devenir incesante del mundo es identificada por Heráclito en el fuego, que pierde sin embargo, en su opinión, toda corporalidad, al ser un principio activo, inteligente y creador: "Este mundo, que es el mismo para todos, nadie de los dioses o los hombres lo ha creado, sino que siempre fue, es y será fuego eternamente vivo que con orden regular se enciende y con orden regular se apaga." El devenir es por lo tanto, esta tensión entre dos contrarios, que genera el movimiento.
Con respecto a los conceptos que hemos mencionado sintéticamente, el pensamiento de Parménides presenta una diferencia radical. Él no pone la pregunta sobre el principio constitutivo de la naturaleza, del mundo, sino que pone el problema en el ser. Y, por primera vez, en términos lógicos, abstractos.
Análisis del texto
El análisis se llevará a cabo en forma de exégesis sobre el contenido específico del poema. Se hará solo referencia, en función del interés y el punto de vista fijados en la introducción de los elementos que más resuenan con la experiencia del proceso de la Disciplina mental.
La irrupción de la mente en Parménides
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La diosa no plantea la cuestión de qué es el ser, parte de una respuesta: "Es necesario decir y pensar que el ser es: de hecho el ser es y el no ser no es." Con esta formulación en términos lógicos aparece un nuevo fenómeno, la irrupción del fenómeno de la abstracción, del fenómeno mental, la expresión de la mente.
No se está hablando de la naturaleza del ser o del no ser, no se está definiendo el modo de ser de las cosas, no es problema de sustancia, de materialidad. El problema es puesto en términos lógicos: las cosas pueden ser o no ser, pero no pueden ser y no ser al mismo tiempo. Este modo de presentarlo asume una separación de los objetos del pensamiento, asume la abstracción, la irrupción de la mente, que no necesita de objetos para expresarse.
De Aristóteles en adelante, hasta Heidegger se ha intentado explicar la respuesta de la diosa a Parménides, sin resultados satisfactorios. El significado que hemos intentado dar a las palabras de la diosa era siempre en sentido ontológico o metafísico, el pensamiento se ha cerrado, por esta vía, en un callejón sin salida, aunque, como reconoce Heidegger, ha producido en su camino el desarrollo de la tecnología (techné) y la ciencia, pero no ha respondido a la pregunta fundamental que palpita en el corazón del ser humano sobre el ser.
Parménides ha sido identificado a menudo como el fundador del pensamiento occidental, pero sin embargo en estos 2.500 años, de la presunta evolución del pensamiento occidental se ha producido un progresivo distanciamiento del fenómeno mental, en un camino que se distrae de nuevo en las preguntas sobre la materialidad, sobre la constitución del ser, olvidando, que, siguiendo la lección parmenidiana, el ser es mental, independiente de los objetos que se piensan.
En la misma época en la que supuestamente Parménides escribió su Poema, en India el Buda indicó su “vía del despertar”. Está más allá de los intereses de este estudio un análisis comparativo entre el pensamiento de Parménides y el de Buda, pero sin duda sorprende la concomitancia de dos fenómenos que presentan fuertes analogías, con respecto a la aparición del fenómeno mental. Baste mencionar aquí unas palabras del Sutra del Surangama: “¡Ananda! Si pudiera permanecer perfectamente independiente de las falsas percepciones y de todo cumplimiento o incumplimiento de ellas, entonces habría exterminado a todas las causas que conducen a la muerte y el renacimiento y también habría obtenido una iluminación de una madurez perfecta, que es propia de la naturaleza de la no-muerte y del no-renacimiento. Esta es la pura Mente Intrínseca, la siempre viva Esencia Intuitiva”.
El contenido existencial
Resuena con la disciplina mental, cuya esencia es la búsqueda de la libertad del determinismo y el condicionamiento de la propia conciencia, para lograr estructuras universales, el impulso existencial que motiva la trayectoria referida por Parménides.
El poema no se presenta como un tratado filosófico, como la fría exposición de teorías, sino que aparece vinculado a la convicción de que una investigación puramente lógica, que nada concede a la opinión y al parecer, no es el camino de la salvación humana. La historia es además en primera persona y en la Introducción, Parménides deja claro inmediatamente que
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es su viaje y está motivado por su deseo de llegar allí, donde las yeguas lo conducen, justo al frente de la diosa, que lo guiará paso a paso a conocer la verdad.
La imagen muestra toda la fuerza de una convicción iniciática, que tiene fe, no en ritos y misterios, sino en el poder de la mente inquisitiva. El rigor lógico de la investigación se salda con su significado existencial. Así que el viaje parece motivado por la búsqueda para llegar a la "Verdad", liberándose de la “opinión de los mortales, en la que no hay ninguna certeza”.
El lenguaje poético
Parménides expone sus concepciones con la forma de un poema, que desde el punto de vista de la métrica está inspirado en el hexámetro épico de Homero y Hesíodo. Y esto en una época en la cual aquellos que luego serán llamados presocráticos se expresan en prosa, con breves tratados o epigramas (como Anaximandro, como ya se comentó, Anaxímenes y Heráclito). Esto ha sido interpretado de diferentes formas.
Cordero, también sobre la base de la utilización del dialecto Panhelénico de los poemas homéricos, (aunque Parménides fue jónico y los habitantes de la región de Elea predominantemente dorios) concluye que Parménides quiere despertar el interés y ser comprendido por un público lo más amplio posible.
Cerri considera que las obras en prosa redactadas hasta la época de Parménides eran en realidad una suerte de notas, listas de reflexiones cortas, pero no constituían razonamientos continuados, como para componer la tesis fundamental de una doctrina. Es decir, la exposición filosófica, forma de expresión totalmente nueva en el panorama de la cultura griega, estaba naciendo pero todavía no se había establecido plenamente. Parménides así, queriendo proporcionar una exposición completa de su pensamiento, tratando el método, tesis final y fases intermedias, recurre al instrumento del leguaje natural, obvio, que le ofrecía el griego de finales del siglo VI o principios del siglo V para un discurso de este género, que era uno y sólo uno, la épica. La épica había sido canonizada en una épica teogónica, encargada de ofrecer una visión integral del mundo, con la cosmogonía y la cosmología.
Pero desde nuestro punto de vista, el uso del lenguaje poético – en la forma de la época, evidentemente – parece revelar la imposibilidad de traducir al lenguaje común de la prosa la comprensión que se ha revelado a Parménides al final de su viaje. Y en particular, la comprensión-revelación del Ser, el acceso a otro Plano.
Al tratar de definir la esencia de la poesía, escribe Heidegger: “El poeta nombra a los dioses y a todas las cosas de acuerdo a lo que son. Esta nominación no es sólo para proporcionar un nombre a lo que ya era conocido, sino que en su lugar el poeta, al decir la palabra esencial, nomina con esta designación, por vez primera, al ente que es y así es conocido como entidad. La poesía es la instauración del ser con la palabra”2 y además: “Poetizar significa dar el nombre
2 Martin Heidegger, Holderlin e l'essenza della poesia, (Holderling y la esencia de la poesía), en Arte y poesia, ed. Fondo de cultura económica, México 1958, pág. 137. Heidegger para definir la esencia de la
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originario a los dioses. Pero la palabra poética no tiene su fuerza nominadora, si no hablan los propios dioses… ¿Cómo hablan los dioses?
...Y los signos son, desde los tiempos remotos, el lenguaje de los dioses
(IV, 135) Lo que dice al poeta consiste en sorprender estas señales para luego transmitirlas a su gente.”3
El lenguaje poético es el único que puede hablar de lo inefable.
El des-velamiento de la verdad
La interpretación hecha por Heidegger del fenómeno de la verdad tal como se presenta en el poema de Parménides, arroja luz sobre otro aspecto que es la plena resonancia con el progresivo des-velamiento (caída de velo, de creencias) que se experimenta en el proceso de la disciplina (el filtro de los sueños, los sentidos, la estructuración, la memoria, la forma mental).
Apoyándose en la etimología de la palabra griega alétheia,4 formada con un alfa negativa y la raíz let* (ocultar), Heidegger subraya el hecho singular de que la filosofía griega en sus orígenes expresara la "verdad" con un término negativo, pensándola, a la letra, como “des-velamiento” y “des-ocultar”, como algo que debe ser alcanzado desde el ocultamiento.
Además, esta interpretación es coherente con la enseñanza de la diosa, cuando exhorta a Parménides a no seguir la vía de las opiniones (… Por esto son nombres todos cuanto los mortales han establecido, persuadidos de que son verdaderos: generarse y perecer, ser y no ser, cambiar de lugar, mudar de color brillante).
El camino y el método
Aunque no se puede trazar en el texto parmenídeo un proceso ordenado de pasos que conduzcan al operador a reconocer los límites y condicionamientos de la propia conciencia para escapar, trascendiendo hacia estructuras universales, la idea de una ruta de sucesivas comprensiones encadenadas las unas a las otras está presente en el poema de Parménides, en dos aspectos.
De un lado el viaje alegóricamente expresado en el Proemio se refiere a un camino a recorrer para poder llegar a la verdad, a la comprensión, al ser, del otro las explicaciones-revelaciones de la diosa se formulan como etapas del camino a través del cual el futuro filósofo es guiado por la diosa siguiendo un método (este término proviene del griego "hodòs", que significa
poesía toma como referencia la poesía de Hölderlin, que considera el poeta de los poetas, porque su obra contiene una fuerte determinación de poetizar la esencia de la poesía.
3 M. Heidegger, ibídem, pág. 144
4 Nota del traductor: ἀλήθεια, significa “verdad”.
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"camino")5, con axiomas, etapas, conclusiones, demostraciones mediante el absurdo, principios, etc.
La estructura consciencia mundo
La fuerza “creativa” del pensamiento está bien presente en el discurso de la diosa: … pues una misma cosa es la que puede ser pensada y puede ser.
Aún más explícita, parece referirse a la comprensión de la estructura conciencia mundo algunos versos más tarde: “Lo mismo es aquello que se puede pensar y aquello por lo que existe el pensamiento que se piensa, pues sin aquello que es, y en punto a lo cual es expresado, no encontrarás el pensar”.
La doxa a la luz de la aletheia.
Gran parte de los comentaristas de Parménides han contrapuesto radicalmente la vía presentada por la diosa, la de la verdad (aletheia) y la opinión de los mortales (doxa), que la diosa invita a no seguir, no explicando por tanto la aparente contradicción generada por el hecho de que probablemente la mayoría del texto (ahora perdido) se dedicó a la doxa, a los fenómenos.
Desde nuestro punto de vista consideramos que el permanecer en la doxa, después de conocer la verdad, significa recuperar los fenómenos desde la óptica de ser.
Resuenan los pasos de la Disciplina, sobretodo en la visión de la ida y vuelta, en la secuencia de vuelta, al llegar al Paso 1: Fuera de la conciencia, de su estructura, de su memoria y percepción-sensación del exterior, llena de objetos y fenómenos, a los cuales es interesante prestar atención”
Conclusiones
Sobre la base de las sintéticas anotaciones reportadas, creemos en conclusión que es posible reconocer en Parménides un antecedente de la Disciplina mental, más precisamente como un camino mental de acercamiento a otro Plano, aunque no es un procedimiento con pasos e indicadores, pero con la plena conciencia de poder llegar al Ser, de poder acceder a lo Profundo por la vía mental.
Loredana C., 2009
5 Nota del traductor: Método, del griego meta, μετά, (más allá) y hodos, ὁδός, (camino) “camino para llegar más lejos”.
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Bibliografía:
Parmenide, Poema sulla natura, Traducción de Giovanni Reale, Ensayo introductorio y Comentario de Luigi Ruggii, Bompiani, Il pensiero occidentale, 2003.
Parmenide, Poema sulla natura, a cargo de Giovanni Cerri, Biblioteca Universale Rizzoli, Milano, 2006
Platone, Tutte le opere, Newton & Compton editori, Roma, 1997
Martin Heidegger, Parmenide, Adelphi edizioni, Milano, 1999
Nestor Luis Cordero, Siendo, se es. La tesis de Parménides, Editorial Biblos Filosofía, Buenos Aires, 2005
Nicola Abbagnano, Storia della filosofia, Vol. 1, Il pensiero greco e cristiano: dai preseocratici alla scuola di Chartres, Istituto geografico de Agostani, Novara, 2006
Martin Heidegger, Saggi e discorsi, a cargo de Gianni Vattimo, Ugo Mursia Editore, Milano, 2007
Martin Heidegger, Holderlin e l'essenza della poesia, in Arte y poesia, ed. Fondo de cultura economica, Mexico 1958
Roberto Baldini, L’estasi e l’enigma nel poema di Parmenide, www2.unipr.it/~pieri/File%20PDF/L_estasiel_enigma.pdf
Eduardo Gozalo, Appunti di viaggio, 2000, inedito
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Parménides
A cerca de la naturaleza
Para la versión española, la traducción de los 8 primeros apartados es de José Gaos, (en Antología filosófica: la filosofía griega), del 9 al 19 usamos la traducción de Santiago González Escudero, pero hemos mantenido el orden de los fragmentos según H. Diels-W.Kranz (1934).
Proemio
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Las yeguas que me llevan me condujeron hasta la meta de mi corazón, pues que en su carrera me trasportaron hasta el famoso camino de la deidad que, solo, lleva a través de todo al hombre iniciado en el saber. Hasta allí fui llevado, pues hasta allí me llevaron las muy inteligentes yeguas que tiran de mi carro, mientras que unas doncellas me enseñaban el camino.
El eje, inflamándose en los cubos, impelido de ambos lados por las dos redondas ruedas, lanzaba un grito de siringa, en tanto se apresuraban por conducirme hasta la luz las doncellas del Sol, dejando atrás las moradas de la Noche, quitándose con las manos de las cabezas los velos.
Allí están las puertas de los caminos de la Noche y del Día, sujetas entre un dintel y un umbral de piedra, altas hasta el éter, cerradas con ingentes hojas, de las que la Justicia fecunda en penas guarda las llaves maestras.
Induciéndola con blandas razones, las doncellas la convencieron inteligentemente de que sin tardanza les quitase de las puertas la barra sujeta con un cerrojo. Y las puertas abrieron una boca inmensa al desplegar las alas y hacer girar sucesivamente en los quicios sus ejes de fuerte bronce, sujetos con clavijas y pernos. Allá, pues, a través de las puertas, guiaron en línea recta las doncellas por la calzada carro y yeguas.
Y la diosa me acogió benévolamente. Tomó mi mano derecha en la suya y me habló dirigiéndome estas palabras:
Oh, joven, que en compañía de inmortales conductores y traído por esas yeguas arribas a nuestra morada, salud, pues que no es un destino aciago quien te impulsó a recorrer este camino, que está, en efecto, fuera del trillado por los hombres, sino la ley y la justicia. Mas necesidad es que te informes de todo, tanto del intrépido corazón de la Verdad bien redonda, cuanto de las opiniones de los mortales, en las que no hay una fe verdadera. Pero en todo caso aprenderás también esto, cómo necesitaban haber puesto a prueba cómo es lo aparente, recorriéndolo enteramente todo.
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Mas tú, de este camino de busca aparta el pensamiento que pienses, no te fuerce el hábito preñado de experiencia a entrar por este camino, moviendo ciegos ojos y zumbantes oídos y lengua, antes juzga con la razón la muy debatida argumentación por mí expuesta. Una sola posibilidad aún de hablar de un camino queda.
Primera parte
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Sin embargo, considera firmemente con el pensamiento lo ausente como presente. Porque no cortarás a lo que es de su contacto con lo que es, ni esparcido por todas las partes del mundo, ni recogido.
3
Igual me es todo punto de partida, pues he de volver a él.
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Pero ven, y te diré, y tú retén las palabras oídas, qué únicos caminos de busca son pensables. El uno, que es y que no es posible que no sea, es la vía de la Persuasión, pues sigue a la Verdad. El otro, que no es y que necesario es que no sea, éste, te digo, es un sendero ignorante de todo. Porque ni puedes conocer lo que no es, pues no es factible, ni expresarlo.
5
Pues una misma cosa es la que puede ser pensada y puede ser.
6
Necesario es que aquello que es posible decir y pensar, sea. Porque puede ser, mientras que lo que nada es, no lo puede. Esto te pido consideres. De este primer camino de busca, pues, te aparto, pero también de aquel por el que mortales que nada saben yerran bicéfalos, porque la inhabilidad dirige en sus pechos el errante pensamiento, y así van y vienen, como sordos y ciegos, estupidizados, raleas sin juicio, para quienes es cosa admitida que sea y no sea, y lo mismo y no lo mismo, y de todas las cosas hay una vía de ida y vuelta.
7
Pues jamás domarás a ser a lo que no es. Pero tú, de este camino de busca aparta el pensamiento que pienses.
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Una sola posibilidad aún de hablar de un camino queda: que es. En este hay muchísimos signos de que lo que es no se ha generado y es imperecedero, pues es de intactos miembros, intrépido y sin fin. Ni nunca fue, ni será, puesto que es, ahora, junto todo, uno, continuo. Porque ¿qué origen le buscarás? ¿cómo, de dónde habría tomado auge? De lo que no es, no te dejaré decirlo ni pensarlo, pues no es posible decir ni pensar que no es. Y ¿qué
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necesidad le habría hecho nacer después más bien que antes, tomando principio de lo que nada es? Así, necesario es que sea totalmente, o que no sea.
Ni nunca la fuerza de la fe permitirá que de lo que no es se genere algo a su lado. Por lo cual ni generarse ni perecer le consiente la Justicia, soltando sus cadenas, sino que lo tiene sujeto. Mas el juicio acerca de estos caminos [105] se funda en esta pregunta: ¿es o no es? Pues bien, cosa juzgada es, según es necesidad, dejar el uno como imposible de pensar y nombrar, por no ser un camino verdadero, mientras que el otro es y es veraz. ¿Cómo podría ser más adelante lo que es? ¿Cómo podría haberse generado? Porque si se generó, no es, ni si está a punto de llegar a ser un día. Así, la generación se ha extinguido y es ignorado el perecer.
Tampoco es divisible, puesto que es todo igual, ni hay más en ninguna parte, lo que le impediría ser continuo, ni menos, sino que todo está lleno de lo que es. Por esto es todo continuo: porque lo que es toca a lo que es.
Y, además, está inmóvil entre los cabos de grandes cadenas, sin principio ni cese, puesto que la generación y el perecer han sido arrojados muy lejos, ya que los rechazó la fe verdadera. Es lo mismo, permanece en lo mismo, yace en sí mismo, y, así, permanece, trabados los pies, en el mismo sitio, pues una poderosa necesidad le tiene sujeto en las cadenas del límite que lo detiene por ambos lados. Por lo cual no es lícito que lo que es sea infinito, pues no es carente de nada, mientras que siéndolo carecería de todo.
Lo mismo es aquello que se puede pensar y aquello por lo que existe el pensamiento que se piensa, pues sin aquello que es, y en punto a lo cual es expresado, no encontrarás el pensar. Porque nada distingo ni es, ni será, al lado de lo que es; al menos el Destino lo ató para que fuese entero e inmóvil. Por esto son nombres todos cuanto los mortales han establecido, persuadidos de que son verdaderos: generarse y perecer, ser y no ser, cambiar de lugar, mudar de color brillante.
Y, además, puesto que tiene un límite extremo, está terminado por todas partes, semejante a la masa de una esfera bien redonda, desde el medio igualmente fuerte por todas partes, pues necesario es que no sea ni más fuerte, ni más débil en una parte que en otra. Porque no hay nada que pudiera hacerle dejar de extenderse por igual, ni hay manera de que lo que es pueda ser aquí más y allí menos que lo que es, ya que es todo inexpoliable. Pues aquello desde lo que todas partes es igual, impera del mismo modo entre los límites.
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Mas ya que todo fue luz y noche nombrado y éstas, Según sus virtualidades [fueron atribuidas] a tales o cuales cosas todo lleno está, a la vez, de luz y de noche invisible, ambas iguales, porque nada hay allende estas dos.
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Conocerás la phísis etérea y en el éter todos los signos, y del resplandeciente sol, pura antorcha, las obras devastadoras, y de dónde llegó a ser.
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Y las circulantes obras averiguarás de la luna de redondo eje y su origen. Conocerás el cielo que retiene [todo] en torno, de dónde emergió y cómo lo forzó impelente Ananke a retener los límites de los astros.
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Cómo fue que la tierra, sol y luna y éter común y celestial Vía Láctea y Olimpo extremo y fuerza ardiente de los astros, fueron impulsados a ir naciendo.
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Los anillos más estrechos se llenaron de fuego sin mezcla, los siguientes, de noche; y de entre ambos se proyecta porción de llama. Y en el medio de estos, la diosa que todo lo dirige, pues en todas partes rige el doloroso nacimiento y la mezcla, enviando a lo masculino lo femenino para mezclarse y, a su vez, contrariamente, lo masculino a lo femenino.
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Concibió a Eros el Primero de todos los dioses.
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brillando de noche con luz ajena, en torno a la tierra.
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Siempre mirando hacia los rayos del sol.
15a
[La tierra es] en agua arraigada
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Pues tal como cada cual tiene la mezcla de muy extraviados miembros así el conocimiento (noûs) está a disposición de los hombres. Pues lo mismo eso es lo que la naturaleza (phýsis) peculiar de los hombres conoce, en los hombres, para todos y para todo. Pues lo más es el pensamiento.
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Los niños en los de derecha, a la izquierda las niñas.
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Cuando la mujer y el hombre mezclan juntos simientes de Amor, el poder que se forma las venas, de sangres diversas procedente, guardando un justo equilibrio, plasma cuerpos bien dispuestos. Pero si, al mezclarse las simientes, las fuerzas pugnan sin hacer una sola, mezclados los cuerpos, funestas resultarán por su doble simiente el naciente sexo.
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Así, pues, emergieron, según el parecer, estas cosas y ahora son, y, a partir de aquí, habiendo madurado, acabarán. A ellos los hombres nombre impusieron acuñado para cada cual.
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