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IV. MITOS HEBREOS



El árbol de la Ciencia y el árbol de la Vida
 “...Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal... Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”.(1)
Y así, Adán y Eva vivían en Edén, aquel lugar del que salía un río que regaba el huerto. Esa corriente se dividía en cuatro brazos. El nombre de uno, el que rodeaba la tierra de Havila donde hay oro, era Pisón. El del segundo, que rodeaba la tierra de Cus, era Gihón. El del tercero, escondido y sombrío, que iba al oriente de Asiria, era Hydekel y el cuarto de buenas y rumorosas palabras, era el Éufrates. Mas el Edén era completo en plantas y animales, por ello nuestros padres fueron allí los nombradores de todos los seres vivientes. ¿Cómo nombrar al Árbol de la Vida y al de la Ciencia del Bien y del Mal sin saber de ellos, sin acercarse a ellos? Por esto, sin tener ciencia desearon tenerla y no supieron cómo. Así, turbada Eva por la pregunta se durmió una noche y durmiendo soñó y soñando vio el árbol de la ciencia que resplandecía en la oscuridad. De este modo, Eva se acercó al árbol y, de pronto, se presentó ante ella una inquietante figura alada. Su porte era hermoso, pero en la oscuridad no alcanzaba a distinguir su rostro que, tal vez, era el de Adán. De sus cabellos húmedos de rocío se exhalaba una fragancia que exaltaba al amor. Y Eva quería ver. La figura, mientras señalaba al árbol dijo: “¡Oh hermosa planta de abundante fruto! ¿No hay quien se digne aliviarte de tu peso y gustar de tu dulzura? ¿Tan despreciada es la ciencia? ¿Será acaso la envidia o alguna injusta reserva lo que prohibe tocarte? Prohíbalo quien quiera, nadie me privará por más tiempo de los bienes que ofreces; si no, ¿por qué estás aquí?”. Así dijo, y no se detuvo más; sino que con mano temeraria arrancó el fruto y lo gustó. Un horror glacial paralizó a Eva en su sueño, al ver la audacia de la figura alada, pero de inmediato ésta exclamó: “¡Oh fruto divino, dulce por ti sólo y mucho más dulce cogido de esta suerte estando prohibido, al parecer, como reservado únicamente para los dioses y siendo, sin embargo, capaz de convertir en dioses a los hombres! ¿Y por qué no han de serlo? El bien aumenta cuanto más se comunica y su autor, lejos de perder en ello, adquirirá más alabanzas. Acércate dichosa criatura, bella y angelical Eva; ¡participa de este fruto conmigo!”(2) Eva despertó sobresaltada y comunicó el sueño a su compañero. Adán, entonces, se preguntó: “¿No habla Dios por los sueños? Si en el día prohibe y en la noche invita, ¿a qué incitación habré de responder ya que no tengo ciencia suficiente? Hemos de adquirir esa ciencia para enderezar nuestros destinos ya que Jehová Dios nos creó pero no dijo cómo habríamos de hacernos a nosotros mismos”. Entonces, comunicó a Eva su plan para apoderarse de la fruta, para correr con ella llegando luego hasta el árbol de la vida a fin de quedar inmunes del veneno de la ciencia. Luego, esperaron que Jehová Dios se paseara por el huerto, al aire del día y en su ausencia fueron hacia el árbol. Entonces, al ver una serpiente que entre las ramas se desplazaba por los frutos, pensaron que su veneno era recogido de ese alimento. Por eso dudaron y al dudar pasó el tiempo y Jehová Dios emprendió su regreso. Entonces, creyeron oír que la serpiente susurraba: “No moriréis, sino que sabe Dios que el día que comáis esos frutos serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios conociendo el bien y el mal”.(3) No mentía la serpiente, pero quería evitar que comieran del otro árbol, del árbol de la vida.(4) Siendo ya muy tarde, Adán y Eva gustaron del fruto y sua ojos se abrieron, mas cuando quisieron llegar al árbol de la inmortalidad Jehová Dios les cerró el paso impidiendo que completaran su propósito.
 “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de la que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.(5)
Eva y Adán se alejaron del Edén y siempre estuvo su mirada puesta en dirección al Paraíso del que sólo el resplandor nocturno y el humo de la espada de fuego denunciaban su rastro. Y ya no volvieron, ya no pudieron volver, pero comenzaron a ofrecer a Jehová Dios sacrificios de fuego y humo que creyeron le agradaba. Y muchos pueblos, con el tiempo, pensaron que los dioses gustan de los altos montes y de los volcanes porque éstos son el puente entre la tierra y los cielos. Así, cuando llegó el momento, Jehová Dios entregó desde el fuego, desde el monte, la Ley que los hombres buscaban para enderezar su Destino.(6)
Abraham y la obediencia
Muchas generaciones pasaron desde los primeros padres hasta el Diluvio. Después de éste, cuando Jehová tendió en el cielo el arco iris para sellar su pacto con los hombres, siguió reproduciéndose toda simiente. Y así, en Ur de Caldea, Taré tomó a su hijo Abram y a Sarai su nuera y los llevó a las tierras de Canaán. Luego, Abram y Sarai fueron a Egipto. Tiempo después regresaron hacia Hebrón. El ganado y los bienes de Abram habían crecido pero su corazón fue tomado por la tristeza porque a su edad no había logrado descendencia.
Abram era ya viejo cuando hizo concebir a su servidora Agar. Pero Agar y Sarai se enemistaron. Por ello Agar salió al desierto y llevó con ella su aflicción. Entonces, un ángel se presentó y le dijo: “Has concebido y al dar a luz llamarás a tu hijo Ismael porque Jehová ha oído tus ruegos. Ismael, por tanto, querrá decir ‘Dios oye’ y su descendencia será numerosa y los pueblos de él habitarán los desiertos no adorando a Dios por lo que el ojo ve, sino por lo que escucha el oído. Así, rogarán a Dios y Dios los oirá”. Mucho después Sarai concibió siendo anciana, pero sus descendientes y los de Agar mantuvieron la disputa que comenzó entre sus madres aunque Abram fue padre de todos y a todos quiso como a hijos suyos.
En su momento, Dios dijo: “En adelante no te llamarás Abram sino Abraham, porque serás padre de una multitud y Sarai será nombrada como Sara, como princesa de naciones. En cuanto al hijo tuyo y de Sara, lo llamarás Isaac”.
 “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abrahám, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora a tu hijo Isaac a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros. Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. Entonces habló Isaac a Abraham su padre y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; ¿mas dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: no extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque yo conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste a tu hijo... Entonces, alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá”.(7)
Tal vez hasta su muerte, quedó presente en el corazón de Abraham la angustia de la terrible prueba. Y así se dijo una y otra vez: “Jehová repudia el sacrificio humano y más aún del propio hijo. Si ordena el holocausto no debo acatarlo porque sería desobedecer su prohibición. Pero rechazar lo que él manda, es pecar contra él. ¿Debo obedecer algo que mi dios repudia? Sí, si él lo exige. Pero mi torpe razón atormentada lucha, además, con el corazón de un pobre anciano que ama aquel imposible que Jehová le dio tardíamente. ¿No es esta prueba la devolución de la risa que contuve cuando me fue anunciado que nacería mi hijo?(8) ¿No es la risa que ocultó Sara cuando escuchó tal vaticinio?(9) Por algo, Jehová indicó el nombre de ‘Isaac’ que significa ‘risa’. Yo y mi mujer éramos ya viejos cuando se nos dijo que tendríamos este hijo y no pudimos creer que tal cosa fuera posible. ¿Es que Jehová juega con sus criaturas como un niño con arena? ¿O es que conociendo su enojo y su castigo descuidamos que también nos prueba y nos enseña con la burla divina?”(10)
El hombre que luchó contra un dios.(11)
 “ Y se levantó aquella noche y tomó sus dos mujeres, y sus dos siervas, y sus once hijos, y pasó el vado de Jacob. Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel,(12) porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel,(13) porque dijo: Vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma. Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol, y cojeaba de su cadera.(14) Por esto no comen los hijos de Israel, hasta hoy día, del tendón que se contrajo, el cual está en el encaje del muslo, porque tocó a Jacob este sitio de su muslo en el tendón que se contrajo”.(15)
Moisés y la Ley divina.(16)
Ocurrió que desde mucho tiempo atrás, los hijos de Israel aposentados en Egipto fueron creciendo en número y poder. Y apoyaron con júbilo los cambios que introdujo un sabio faraón que quiso la igualdad para todos los pueblos. Y el buen rey murió en medio de una agitación grande que habían desatado sus enemigos. Y los israelitas pasaron de una pacífica existencia a ser perseguidos y humillados. Cuando decidieron abandonar esas tierras, el nuevo faraón lo impidió. También en esos años sombríos, numerosos egipcios partidarios del rey justo fueron asesinados. Otros terminaron en las cárceles y en las canteras, condenados a dejar allí sus vidas. Y sucedió que entre estos últimos se encontraba un joven que cuando niño fue rescatado de las aguas del Nilo por las mujeres del buen faraón. Educado en la corte, aprendió la lengua de Israel aunque siempre la habló con dificultad. Moisés, el “rescatado de las aguas” huyó de las canteras y fue a refugiarse a los campos, a la casa de un sacerdote de Madián. Y he aquí que el sacerdote era de los perseguidos, y partidario del rey justo. Por esto acogió a Moisés cuando se refugió en él y cuando contó su historia del rescate de las aguas que tanto se asemejaba a las leyendas de Osiris y de Sargón (éste salvado en Babilonia según referían los venidos con Abraham desde Ur de Caldea). He aquí que Moisés tomó por esposa a la hija del sacerdote. Y, un día, apacentando las ovejas de su suegro se llegó hasta Horeb, monte de Dios.
 “ Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios en medio de la zarza y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel... Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: yo soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: yo soy me envía a vosotros. Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos”.(17)
Así que Moisés regresaba para Egipto le salió al encuentro Aarón de la tribu sacerdotal de Leví y que había tenido sueños en los que Moisés recibía el mandato divino. Entonces, Aarón ayudó a Moisés a usar de la palabra entre los israelitas y, llegando hasta el faraón lo conminó diciendo: “Deja que mi pueblo salga del Egipto”. Pero como Faraón era remiso, Aarón que era sacerdote, hizo con su vara grandes prodigios a los ojos de todos. Mas llamó Faraón a sus sabios y sacerdotes que también mostraron su poder, y Faraón endureció su corazón. Entonces, Jehová por medio de Moisés y Aarón convirtió el agua del río en rojo sangre y los peces murieron y también las ranas salieron de allí invadiendo todo, pero Faraón no hizo caso de esas señales. Por esto, plagas de piojos y moscas, plaga en el ganado y plaga de úlceras, plaga de granizo y de langostas se abatieron sobre hombres y bestias. Mas Faraón no quiso liberar a los hijos de Israel, diciendo que el torrente del río que se había desbordado arrastrando limo rojo del alto Nilo, provocaba periódicamente esos desastres. Pero una gran oscuridad bajó y se mantuvo por tres días. Y los sabios del Faraón también explicaron cómo las nubes de agua que subían del río desbordado, oscurecían el cielo... Entonces Jehová mandó a Moisés para que advirtiera a Faraón sobre la muerte de los primogénitos de los egipcios si no dejaba en libertad al pueblo de Israel. Y Faraón no escuchó y los hijos de los egipcios fueron muertos esa noche por el ángel del Señor. Y a partir de allí ese mes fue el primero de los meses del año, porque la señal de la sangre del cordero pascual con que los israelitas señalaron sus puertas, los protegió del ángel de la muerte. Y Faraón permitió entonces la salida del pueblo de Israel y de todos los egipcios perseguidos. “Partieron los hijos de Israel de Ramesés a Sucot, como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. También subió con ellos gran multitud de toda clase de gentes”.(18)
El pueblo cruzó en seco por el Mar Rojo, porque a derecha e izquierda estaban contenidas las aguas, en esa zona que había mandado canalizar Amenofis IV. Pero he aquí que Faraón despachó a sus soldados para destruir a los que huían y, entonces, se derrumbaron los pesados carros y el ejército cayó. Y por sobre ellos vino a dar el agua matando a los perseguidores. Y una vez más, salvó Jehová a Moisés de las aguas y con él salvó a la multitud que se alejó de Egipto.(19)
Y las aguas amargas(20) fueron endulzadas por el árbol que Moisés puso en ellas. Y Jehová dio al pueblo de comer Qué-es-esto.(21) Y por ello el pueblo se sostuvo y no murió en el desierto y así llegó hasta el sagrado monte Sinaí.
 “Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante. Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió.(22)... Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron y se pusieron de lejos”.(23)
Y entonces, Jehová Dios entregó a los hombres la Ley que buscaban desde sus primeros padres. En dos tablas de piedra grabó Dios los diez Mandamientos que los hombres debían observar para acercarse a él. Y también les dio leyes que sirvieran para formarlos en su Historia. Así Moisés condujo a Israel hasta la tierra prometida por el Señor. Y subió desde los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga que está enfrente de Jericó. Entonces Moisés vio. “Y le dijo Jehová: Esta es la tierra que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré. Te he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá. Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová. Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy...(24) Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el gran poder y en los hechos grandiosos y temibles que Moisés hizo a la vista de todos“.(25)



1.-      Génesis 2, 9 y 2, 16-17.
2.-      En base al libro V de El Paraíso Perdido, de J. Milton.
3.-      Génesis 3, 4-5.
4.-      En este relato, la serpiente se interesa en que el hombre adquiera la ciencia pero impide que cobre la inmortalidad siguiendo la tónica del mito de Gilgamesh “aquél que todo lo supo”, pero que regresó a morir en Uruk.
5.-      Génesis 3, 22-24.
6.-      Anuncio de la Ley Mosaica.
7.-      Génesis 22, 1-14.
8.-      “Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. Y la bendeciré, y también te daré de ella un hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara de noventa años, ha de concebir?” ibid. 17, 15-18.
9.-      “Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo? Entonces Jehová dijo a Abraham: por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo. Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído”. Ibid. 18, 10-16.
10.-    El tema de Abraham fue tratado dramáticamente por Kierkegaard en Temor y Temblor. En uno de los posibles libretos sobre el tema del holocausto dice: “Era muy de mañana; Abraham se levantó, abrazó a Sara, compañera de su vejez, y Sara dio un beso a Isaac, que la había preservado del escarnio, y era su orgullo y esperanza para la posteridad. Anduvieron en silencio; la mirada de Abraham permaneció fija en el suelo hasta el día cuarto; entonces levantando los ojos vio en el horizonte las montañas de Morija; y bajó de nuevo la mirada. En silencio, preparó el holocausto y ató a Isaac; en silencio extrajo el cuchillo; entonces, vio el carnero que proveyó Dios. Lo sacrificó y regresó... A partir de ese día, Abraham se hizo viejo; no pudo olvidar cuánto había exigido Dios de él. Isaac continuó creciendo; pero los ojos de Abraham se habían nublado; ya no vio más la alegría”. (O. C. pág. 15. Losada. Buenos Aires. 1979). Por nuestra parte, en lugar de insistir en la culpa como un motivo de la existencia, hemos destacado ciertos aspectos retributivos del mito en lo que hace a la burla divina frente a la risa motivada por la incredulidad.
11.-    Este es el tema de Jacob, pero también Moisés lucha con Dios. Así se nos dice: “Y aconteció en el camino, que en una posada Jehová le salió al encuentro y quiso matarlo”. Exodo. 4, 24.
12.-    Israel, esto es “el que lucha con Dios”, o “Dios lucha”.
13.-    Peniel, esto es “el rostro de Dios”.
14.-    “Los lexicógrafos árabes explican que la naturaleza de la renquera producida por lesión en el tendón femoral de la articulación del muslo obliga a una persona a andar sobre la punta de los dedos. Esta dislocación de la cadera es común entre los luchadores y la describió por primera vez Harpócrates. El desplazamiento de la cabeza del fémur alarga la pierna, aprieta los tendones del muslo y produce espasmo en los músculos, lo que obliga a caminar contoneándose, con el talón constantemente elevado, como la renquera que atribuye Homero al dios Hefestos. La creencia en que el contacto con los jinn trae como consecuencia una manera de andar floja y como descoyuntada se encuentra entre los árabes, quizá en recuerdo de la danza renqueante que bailaban los devotos que se creían poseídos divinamente como los profetas de Baal en el monte Carmelo (Reyes XVIII.26). Beth Hogláh, cerca de Jericó, puede haber sido llamada así por esta razón, porque hajala significa en arábigo renquear o saltar y tanto Jerónimo como Eusebio llaman a Beth Hogláh ‘el lugar de la danza del anillo’. Los tirios bailaban esa danza en honor de Hércules Melkart. Es posible, en consecuencia, que el mito de Penuel explicase originalmente una ceremonia renqueante que conmemoraba la entrada triunfante de Jacob en Canaán después de luchar con un rival”. Los Mitos Hebreos. Op. Cit., pág.200, nota 7.
15.-    El tema de la renguera divina está muy extendido en la mitología universal. Desde el Hefesto cojo que es arrojado del Olimpo hasta los nativos Tereno y los de la isla de Vancouver. Los Ute de Whiterocks en Utah, practicaban “danzas rengueantes”, esto también se lee en un texto talmúdico que refiere la danza claudicante celebrada hacia el siglo II d.C. con el objeto de favorecer las lluvias. Esta idea de la renguera divina aparece también en la China arcaica. El fundador de la dinastía Yin, T’ ang que luchó contra la sequía y Yu el Grande, fundador de la dinastía Chang, eran hemipléjicos y rengueaban. Comentarios sobre este particular, los encontramos en Frazer (La Rama Dorada, 4, vol. 7) y en C. Lévi-Strauss (Mitológicas II, De la Miel a las Cenizas. F.C.E. México. 1972. Pp. 383-386). En este punto de las danzas claudicantes o de las rengueras realizadas con el objeto de promover las lluvias, opinamos que el o los oficiantes del ritual simulan el malestar de algunas personas que al acercarse las tormentas acusan dolores artríticos. En esos caso, se trata de “engañar” al cielo y, dentro de esa lógica, si se renguea es porque viene la lluvia, por tanto, ésta no tiene más que producirse. En el caso de Jacob, su lucha y la renguera emergente, creemos que si bien podría tratarse de un rito, éste no está referido al tema de las lluvias sino al del cambio de estado del protagonista confirmado en la permutación de su nombre, nada menos que por el de Israel. Recordemos que en el otro caso de lucha con Jehová, Moisés no queda rengo pero se produce de inmediato la circuncisión y todo esto ocurre en el trayecto de regreso a Egipto siguiendo el mandato de Dios para rescatar a su pueblo de la prisión del Faraón. Por tanto, la anécdota de “el intento” de Jehová por “matar” a Moisés, refleja también un posible ceremonial de cambio de estado.
16.-    No podemos menos que transcribir algunos párrafos del curioso estudio de Freud respecto a Moisés y el monoteísmo. Aunque sus razonamientos no están del todo avalados por la certeza histórica, son dignos de tenerse en cuenta en algunos aspectos. Desde luego, no reproduciremos aquí los temas psicoanalíticos de la tesis. El trabajo de marras, bajo el título de “Moisés y el monoteísmo” (O. C. Volumen XXIII. Amorrortu, Buenos Aires, 1980), trata de demostrar en el capítulo primero que Moisés fue un egipcio y para ello cita un documento de Sargón de Agadé (fundador de Babilonia, h. 2800 a.C) en el que aparece la leyenda del rescate de las aguas que circulaba en todo el mundo cultural de la Mesopotamia y por tanto era conocido por los semitas nacidos en Babilonia o, como Abrahám, en Ur de Caldea. El escrito dice: “Yo soy Sargón, el rey poderoso, el rey de Agadé. Mi madre fue una vestal; a mi padre no lo conocí, en tanto que el hermano de mi padre moraba en la montaña. En mi ciudad de Azupirani, situada en el valle del Éufrates, quedó de mí embarazada mi madre, la vestal. Me parió a escondidas. Me puso en una canasta de cañas, tapó los orificios con betún y me abandonó a la corriente del río, pero la corriente no me ahogó. El río me llevó hasta Akki, el que saca el agua. Akki, el que saca el agua, en la bondad de su corazón me recogió. Akki, el que saca el agua, me crió como si fuera su propio hijo..”., etc. Más adelante (tercera parte, pág. 57 y sig.), Freud dice: “... la religión de Atón fue abolida, y la residencia del faraón motejado de herético fue víctima de la destrucción y el saqueo. Hacia el año 1350 a.C. se extinguió la dinastía decimoctava; le sucedió una época de anarquía, tras la cual restableció el orden el general Haremhab, quien gobernó hasta 1315 a.C. La reforma de Ikhnatón parecía un episodio destinado al olvido. Hasta aquí lo comprobado históricamente; lo que sigue es nuestra continuación hipotética. Entre las personas allegadas a Ikhnatón se encontraba un hombre que quizá se llamaba Thotmés, como muchos otros en esa época; el nombre no importa mucho, sino sólo que su segundo componente debió de ser ‘mose’. Ocupaba un alto puesto, era un secuaz convencido de la religión de Atón, pero, por oposición al caviloso rey, era un hombre enérgico y apasionado. Para él, el final de Ikhnatón y la apostasía de su religión significaba el fin de todas sus expectativas... En el apremio del desengaño y la soledad se volvió a estos extranjeros, buscó en ellos el resarcimiento de sus pérdidas. Los eligió como su pueblo, intentó realizar en ellos sus ideales. Luego que acompañado por la gente de su séquito, hubo abandonado con ellos Egipto, los santificó mediante el signo de la circuncisión, les impartió leyes, los introdujo en las doctrinas de la religión de Atón que los egipcios acababan de abolir”. Y hasta aquí, Freud. En lo que hace a la circuncisión sabemos que esta ya había sido establecida antes de Moisés y en cuanto a su uso por diversos pueblos, incluso el egipcio, puede probarse históricamente sin por ello hacerla derivar exclusivamente de los habitantes del Nilo. Moisés pudo haber sido egipcio, eso no nos parece de especial importancia. El tema de interés radica en que la influencia cultural egipcia se hizo sentir en esa porción del pueblo judío afincada en tierra de los faraones. Los acontecimientos desencadenados por Akenatón fueron muy próximos a la época del Exodo y las tesis religiosas que sostuvo Moisés, también coincidieron con las del reformador egipcio. En cuanto al interés histórico experimentado por Freud, debemos recordar que hacia 1934 circulaban numerosas hipótesis sobre el origen egipcio de Moisés, entre otras las de Breasted y de Eduard Meyer que nuestro autor cita a menudo haciéndose eco de la discusión planteada. Desde luego que para Freud no era indiferente el tema de la fundación religiosa ya desde su Tótem y tabú de 1913. Cuando en el Moisés y el monoteísmo, se concluye que Moisés fue asesinado por un grupo de sus liderados, todos los antecedentes del caso y especialmente la relación padre-hijo no pueden pasarse por alto, por lo menos dentro de la lógica psicoanalítica o de la tradición antropológica representada por J. G. Frazer, de quien Freud era tributario. Aquél sostenía que el asesinato de los jefes era una tendencia marcada o solapada, pero existente en numerosas sociedades. Como a su vez los jefes saben o intuyen esto, la gente tiene que cuidarlos y cuidarse de ellos (“He must not only be guarded, he must also be guarded against”).
17.-    Exodo 3, 2-16. Ver también: Exodo 6, 2-3.
18.-    Ibid. 12, 37-38.
19.-    Según Eusebio y Julio Africano, Amenofis hizo construir un canal que comenzando en el Nilo a la altura de Coptos, más abajo de Tebas, penetraba por Cosseir en el Mar Rojo. Este canal fue cegado durante la invasión de Cambises. A su vez, Aristóteles comenta que Ramses II o Sesostris, abrió un canal por el istmo. Los trabajos fueron interrumpidos y luego continuados por Necos hasta que la obra quedó concluida por Dario. El canal empezaba en Patumos sobre el Mar Rojo y terminaba en el Nilo hacia Bubasto. Los Ptolomeos lo mejoraron y cuenta Estrabón haberlo visto en actividad. Fue conservado por los romanos hasta siglo y medio después de la conquista árabe. Al parecer, el canal fue cegado y reconstruido por Omar, volviendo a hacerse navegable hasta el 765, fecha en la que Almanzor decidió inutilizarlo para evitar que Mohamed-ben-Abula, recibiese víveres de sus compañeros sublevados. Para más detalles sobre la historia de las canalizaciones egipcias, ver Rompimiento del Istmo de Suez, de Cipriano S. Montesinos. En lo referente al paso de los Israelitas por un lugar seco del Mar Rojo todo hace pensar que, en efecto, existía un sistema de esclusas en un ramal conectado con el Nilo, o bien (ya que los datos históricos faltan en este punto), que se estaba en obra canalizando en seco dos sectores que luego habrían de ser unidos por el agua. Si ese fue el caso, las paredes a modo de presas de contención provisoria permitían terminar los trabajos de canalización. Probablemente, por una de esas paredes se desplazó el equipo pesado de los egipcios y bien pudo producirse un fuerte desmoronamiento. Si esta explicación resulta poco creíble, debemos recordar el proyecto de trazado indirecto del canal de Suez, de acuerdo a Stéphenson, Negrelli y Paulín Talabot. De acuerdo a ese plan, conocido como de Linant-Bey, se trataba de realizar 24 esclusas comunicando el Mar Rojo con el Nilo. Por otra parte, en la inauguración oficial del canal de Suez el 17 de Noviembre de 1869, numerosos tramos llegaban escasamente a los 22 metros de ancho y la profundidad era de 8,50 y 9 metros. No estamos hablando entonces de tan gigantescos tramos ni de esclusas tan altas.
20.-    “Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara”. Exodo 15, 23.
21.-    “Y la casa de Israel lo llamó Maná; y era como semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel”. Ibid 16, 31. Aquí “maná” quiere decir “¿Qué es esto?” en referencia a la sorpresa que mostraron los israelitas al comer las semillas que les presentaba Moisés.
22.-    Exodo 19, 18-21.
23.-    Ibid. 20, 18.
24.-    Deuteronomio 33, 4-7.
25.-    Ibid. 33, 10-12.

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