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La física cuántica demuestra que hay vida después de la muerte

Hay vida después de la muerte, y la muerte es una ilusión creada por nuestra conciencia. Un científico estadounidense ha encontrado pruebas de esta teoría en la física cuántica.
"Creemos que la vida es solo la actividad del carbono y una mezcla de moléculas; vivimos un tiempo y después nos pudrimos bajo tierra", escribió el doctor en medicina Robert Lanza, citado por el diario británico 'Daily Mail'.
Este profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad Wake Forest de Carolina del Norte argumentó que los humanos creemos en la muerte porque "nos han enseñado a creer que morimos"; es decir, nuestra conciencia asocia la vida con el cuerpo, y sabemos que el cuerpo muere.
Su teoría, denominada 'biocentrismo' o 'universo de la biocéntrica', explica que la muerte no puede ser tan terminal como creemos. Según esta teoría, la biología y la vida originan la realidad y el universo, y no a la inversa.
De eso se desprende que la conciencia determina la forma y el tamaño de los objetos del universo.
Para dar un ejemplo, Lanza se centra en cómo percibimos el mundo que nos rodea. Una persona ve el cielo azul y le dicen que ese color es el 'azul', "pero se pueden cambiar las células de su cerebro para que vea el cielo de color verde o rojo".
Nuestra conciencia da sentido al mundo y puede ser alterada para cambiar nuestra interpretación. Desde el punto de vista de la biocéntrica, el espacio y el tiempo no se comportan de manera tan rígida ni tan rápida como nos presenta nuestra conciencia.
Si aceptamos la teoría de que el espacio y el tiempo simplemente son 'herramientas de nuestra mente', entonces la muerte y la idea de la inmortalidad existen en un mundo sin límites espaciales ni lineales.
Los físicos teóricos creen que hay una cantidad infinita de universos en los que diversas variaciones de personas y situaciones existen y ocurren simultáneamente.
Lanza afirma que todo lo que puede suceder sucede en algún momento en todos estos 'multiversos' (los múltiples universos posibles), lo que significa que la muerte no puede existir "en un sentido real".
Según Lanza, que participó en los primeros experimentos de clonación, cuando morimos nuestra vida se convierte en una "flor perenne que vuelve a florecer en el multiverso".
Para corroborar su teoría, el científico citó un experimento conocido como 'experimento de la doble rendija', que demuestra que la percepción humana participa en el comportamiento de la materia y la energía.
Fuente: RT

Extractos del discurso de Luis Britto García a los jefes de Estado de la Unión Europea

Exposición del Cacique Guaicaipuro Cuatemoc ante la reunión de
Jefes de Estado de la Comunidad Europea (08/02/2002).
Con lenguaje simple, que era trasmitido en traducción simultánea a más de un centenar de Jefes de Estado y dignatarios de la Comunidad Europea 


 
Luis Britto García, con motivo del Día de la resistencia indígena, escribió el texto «Guaicaipuro Cuatemoc cobra la deuda a Europa», que fue publicado por el diario El Nacional de Caracas, el 18 de octubre de 1990.








Atribuido tambien a Evo Morales con posterioridad


“Aquí pues yo, he venido a encontrar a los que celebran el encuentro.
“Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América hace 40 mil años, he venido a encontrar a los que la encontraron hace sólo 500 años.
“Aquí pues, nos encontramos todos. Sabemos lo que somos, y es bastante.
“Nunca tendremos otra cosa.
“El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca autoricé a venderme.
“El hermano leguleyo europeo me explica que toda deuda se paga con intereses aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento.
“Yo los voy descubriendo. También yo puedo reclamar pagos y también puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lucas de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América.
“¿Saqueo? ¡No lo creyera yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guárdeme Tanatzin de figurarme que los europeos, como Caín, matan y niegan la sangre de su hermano!
“¿Genocidio? Eso sería dar crédito a los calumniadores, como Bartolomé de las Casas, que califican al encuentro como de destrucción de las Indias, o a ultrosos como Arturo Uslar Pietri, que afirma que el arranque del capitalismo y la actual civilización europea se deben a la inundación de metales preciosos.
“¡No! Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de muchos otros préstamos amigables de América, destinados al desarrollo de Europa. Lo contrario sería presumir la existencia de crímenes de guerra, lo que daría derecho no sólo a exigir la devolución inmediata, sino la indemnización por daños y perjuicios.
“Yo, Evo Morales, prefiero pensar en la menos ofensiva de estas hipótesis.
“Tan fabulosa exportación de capitales no fueron más que el inicio de un plan Marshalltesuma, para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, creadores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización.
“Por eso, al celebrar el Quinto Centenario del Empréstito, podremos preguntarnos: ¿Han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable o por lo menos productivo de los fondos tan generosamente adelantados por el Fondo Indoamericano Internacional? Deploramos decir que no.
“En lo estratégico, lo dilapidaron en las batallas de Lepanto, en armadas invencibles, en terceros reichs y otras formas de exterminio mutuo, sin otro destino que terminar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como en Panamá, pero sin canal.
“En lo financiero, han sido incapaces, después de una moratoria de 500 años, tanto de cancelar el capital y sus intereses, cuanto de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta y provee todo el tercer mundo.
“Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman según la cual una economía subsidiada jamás puede funcionar y nos obliga a reclamarles, para su propio bien, el pago del capital y los intereses que, tan generosamente hemos demorado todos estos siglos en cobrar.
“Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a nuestros hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas del 20 y hasta el 30 por ciento de interés, que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del tercer mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo del 10 por ciento, acumulado sólo durante los últimos 300 años, con 200 años de gracia.
“Sobre esta base, y aplicando la fórmula europea del interés compuesto, informamos a los descubridores que nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y 16 millones de plata, ambas cifras elevadas a la potencia de 300.
“Es decir, un número para cuya expresión total, serían necesarias más de 300 cifras, y que supera ampliamente el peso total del planeta Tierra.
“Muy pesadas son esas moles de oro y plata. ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre?
“Aducir que Europa, en medio milenio, no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar ese módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo.
“Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos.
“Pero sí exigimos la firma de una Carta de Intención que discipline a los pueblos deudores del Viejo Continente, y que los obligue a cumplir su compromiso mediante una pronta privatización o reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera, como primer pago de la deuda histórica”.


Intercambio sobre el Sentido de la Vida


Extracto de la charla con Silo sobre “Intercambio sobre el Sentido de la Vida” (Acerca del Yo)
Sao Paulo 2/10/80
Mario (Silo) dice:El punto es: Que es lo verdadero en mi que considero el yo? A mi me parece terrible que si yo muero desaparezco esto que soy yo y aparezca otro: Mr. Hyde... sorpresa (risas). Mi punto es: que es lo que efectivamente me da mi sensación de mi? Por ej.: mi cédula de ident
idad (risas),
mi nombre... yo me llamo de ese modo, me miro en el espejo y digo: “ese soy yo”, escucho mi voz y yo me recuerdo a mi; pero si yo me olvido de mi nombre y dejo de reconocer mi cara, por
ej.: que es lo que me da la noción del yo? Me lo dan las cosas muy externas como son el aspecto y recuerdos... aquello que, no obstante el que haya cambiado desde que era pequeño hasta hoy
he ido cambiando pero siempre digo que soy yo. Cuando tenia 3 años de edad decía yo. Ahora sigo diciendo yo. Todo cambia pero soy yo.
Este yo mantiene cierta identidad que esta dada por la memoria. Ahora bien.... Que soy yo? Soy memoria, soy percepción, soy datos que han entrado por distintos aparatos, pero también soy elaboración hacia el futuro, soy registros, yo tengo un tono corporal, tengo un sistema de emociones... todo eso es lo que me da a mi cierta unidad. En algunos casos de demencia, por ej., se pierde el registro del tono interno y de las propias sensaciones y el sujeto se siente extrañado de si mismo... como si fuera otra persona... como si se hubiera alejado de si. Es decir,
son los registros que yo tengo que me dan sensación de yo.
Son también mis sufrimientos, son mis gustos... todo eso da sensación de yo. Pero eso es muy variable. Yo me olvido de mi mismo. Por ej.: Estoy caminando por la calle haciendo cosas y
si alguien no me pregunta quien es usted, no me acuerdo que soy yo. Cuando estoy haciendo cualquier cosa... ahora por ej. Que estamos hablando, es posible que estemos olvidados
de nosotros mismos. Si a uno le preguntan: Que esta haciendo ud.? No vamos a responder: “Estoy escuchándome”. (risas), pero no es que uno este pensando mientras escucha que esta escuchando. No. Uno no piensa: “ Yo soy Juan Perez que esta escuchándome” Uno esta escuchando y se olvida de si mismo. Lo mas frecuente es que uno este olvidado continuamente de si mismo... y, sin embargo, uno vive. De pronto uno cae en cuenta que va a morirse y dice: “ caray... voy a desaparecer”, y dígame, en su vida cotidiana es lo mas normal que usted desaparece, usted no se siente a si mismo, no experimenta a su yo. Claro que hay momentos en que experimento mi yo.
Si me pujan, yo digo: ¿Que me están haciendo? Pero yo no tengo el registro del yo en mi vida cotidiana, a menos que yo piense. Por actos de reflexion, tengo noción del yo, puedo hablar del yo, pero si no estoy totalmente olvidado... miren, traten de pensar durante medio minute en ustedes mismos, sin olvidarse de ustedes mismos. Mientras estan pensando en ustedes no vayan a pensar que a lo mejor es muy tarde y tienen que irse a comer o bien que se escucha un bocina por alla. No se distraigan de ustedes mismos durante un pequeño tiempo y van a ver como... si, se olvidan de ustedes mismos, aunque se propongan pensar en ustedes mismos. Van, vienen, la atención fluctua, la conciencia va de un objeto a otro y ustedes estan pensando: “Yo soy yo mismo”...basta que haya un pequeño ruido para que se escapen de ustedes mismos. Yo se que es horrible cuando uno muere perder la noción del yo, pero también debería ser horrible perder la noción del yo en la vida diaria y no lo sentimos tan horrible. Hay algo que permanece,
aunque estemos distraídos del yo. Sabemos que en cualquier momento podemos retomarlo.
Tal vez cuando un ser humano muera, pierda la memoria fisiologica, pierda las grabaciones, pierda los datos sensoriales, pero también se reconozca por primera vez en lo mas autentico de
si mismo... ese yo profundo al cual apela muy pocas veces en su vida. Uno trabaja con el yo mecánico, periférico... pero ese yo profundo muy pocas veces sale. Las pocas veces en que sale
es cuando uno experimenta esa fuerza y cuando uno se reconoce como tal, pero si no, siempre esta olvidado de si mismo, siempre esta alejado de si mismo... no existe el tal yo a menos que
me lo pregunte. Es una combinación de factores, pero no es una cosa permanente. Puede ser que no sea tan horrible cuando uno muere... puede ser una cosa interesante (risas).
Pregunta: Siempre que muera el yo periferico, el yo mecánico... pero ahora pregunto: no sera tan interesante el Yo interno, el Yo verdadero que viva ahora y como?
Respuesta de Silo: Cuando nosotros tratamos que viva ahora estamos precisamente en una buena orientación. De tener el registro antes que la fe. Ese es el punto. Comenzar por actos unitivos nos dicen: “por ahi”. Buen camino. Captar en el silencio si surge el registro de un yo que no sea el mecánico, sino el mas profundo. Tarea interesante. Que otra posibilidad tenemos? Hay formas de meditación dinámica, hay otros estados especiales de conciencia en los cuales uno se puede poner, pero ya no sabe si es trance o no se que cosa, que datos tenemos para lograr eso? Es tan fácil acaso hallar la percepción del yo profundo? No es tan fácil la percepción del yo profundo, pero es posible dedicarle un mínimo de tiempo para tener esa experiencia. No digamos que la
tenga todos los días, no digamos que la tenga continuamente. Digamos que me bastara que tenga una experiencia, para sentirme atento o en eso porque mi problema es comprobar... si las cosas
funcionan o no funcionan. Entonces bastara con que tenga una experiencia de ese tipo pero que lo voy a destinar un poco de tiempo. Bueno... le voy a destinar un poco de tiempo al trabajo con
el silencio, por ej. conocen uds. esa tecnica? Hablando de registros... A ustedes les ha pasado, porque si, que de pronto han sentido una alegria muy fuerte? Sin ningun motivo. Y como es la
sensación?
Respuesta: de libertad total
Mario: De libertad... uno va de pronto por una calle, suelto... aparentemente no hay ningún motivo. Es parecida es sensación a cuando algo me gusta y me sale bien? O es diferente?
Respuesta: es un poco distinta
Mario: y en que se diferencia? (risas)
Respuesta: En cuanto me sale bien el resultado de alguna cosa, me gusta. En este caso no es resultado aparentemente de nada. Es como si esto siempre estuvo conmigo.
Mario: Y cuando se da esta experiencia es breve, pero uno quisiera que volviera... Uno tiene el registro como que siempre ha estado con uno... algo muy intimo, muy cálido.
Veamos esto otro... distinto: voy a un lugar y tengo la sensación de que esto ya me ha pasado, la sensación de que esto ya lo he vivido. Me parece que ya he estado ahi otras veces. Existe eso.
Casos de reconocimiento, doble. Vamos al otro caso: Todos los días veo mi habitación pero en un momento miro, la veo de un modo diferente, como si la viera por vez primera, pero si esto lo he
visto desde hace años... sin embargo ahora es distinto. Que son esas cosas extrañas que sucede... reconocer por primera vez algo que he visto siempre o ver lo opuesto... algo que no he visto
nunca, que se me presenta como si lo hubiera visto en otra oportunidad. Esta otra experiencia de que no hay nada que lo justifique, nada aparente y de pronto surge un registro subito, pleno, de expansion diríamos, respiratorio, amplio... son fenómenos muy distintos en donde el yo en todos los casos se ubica atrás del fenomeno. A ver si me explico. En la vida corriente el yo esta olvidado. No pienso en mi, sino que simplemente estoy percibiendo y haciendo cosas. Pero en cualquiera de estos 3 fenómenos yo tomo conciencia de mi yo, me observo a cierta distancia, me pregunto:... ¿que me estará pasando?, me digo: ¿qué es esto... esto lo veo por primera vez hoy?
Bien, esta sensación extraña, no se a que se debe y en el momento en que la pienso la sensación se corre. En todos los casos, en esos 3 casos tan especiales, el yo toma distancia de si mismo, se
ubica internamente y se observa frente a lo que esta ocurriendo. Quiero decir que hay una forma de ponerse mentalmente frente a los objetos, como si uno viera de adentro los objetos o como si
uno se investigara a su propio yo como mas internamente. Nosotros decimos que hay un registro mas interno del propio yo que es el que produce todos estos fenómenos. El registro interno del propio yo, se puede captar lo que decimos del registro interno del propio yo? Bueno.
Pregunta: o sea el propio yo mismo?
Respuesta: No
Pregunta: no es un registro del propio yo... es el yo
Respuesta: Bien. Yo veo ese paquete de cigarillos. Yo ahora me doy cuenta que veo es paquete,
ahora se que también estoy pensando en el paquete. Ya desaparece......... y si uno puede dar
algunas practicas, alguna tecnica para que el otro realice, bien. Pero esto de poner como una
evidencia lo que para uno es registro... ponerlo como evidencia, esto no parece positivo. Yo se lo positivo que seria para la gente que todos tuvieran fe, supongamos en la trascendencia. Pero
esto de ponerlo como dogma no va a ayudar, va a crear contradicción. Mucho mas interesante es que la gente considere en que posición se encuentra frente a ello. Es mucho mas útil que
la gente se ubique... es mucho mas útil que tratar de encajar en algo que para nosotros es evidente... pero para los demás?
Pregunta: me parece que las épocas que pasan son confusas y hay una necesidad de lo que hacer.
Respuesta: Hay necesidad, pero no es legitimo dar una respuesta en la medida en que no hay registro. Ahi esta el problema. Es curioso. En todos lados estamos hablando de gente que tiene
esa inquietud cabal. Prácticamente nos dicen eso mismo. Las épocas que vienen son épocas de confusión, épocas de desorden, épocas de problemas y la gente esta necesitando una respuesta y
debemos darles una respuesta. Esta bien, la gente esta necesitando una respuesta... pero cuando damos una respuesta, esa respuesta para muchos se convierte en dogma y esa respuesta no es de ninguna manera el resultado de registro interno. En ese problema estamos nosotros. Estas son épocas que necesitan respuesta, no cabe duda. Es necesario dar respuestas. Como va a ser esa respuesta? Va a ser una respuesta que facilmente se nos conviertan en dogma? O va a ser una respuesta tal que permita al otro ser humano ubicarse a encontrar él su respuesta? Como va a ser la cosa? Ese es el punto. Una respuesta es mas fácil... va rapido, no hay que pensar mucho. Una respuesta, y ahi esta. Es mas útil, pero no se si contribuye a la libertad del espíritu.
Ahora... desde el punto de vista de la utilidad practica y de las cosas teóricas... la gente tiene respuestas, inclusive respuestas claras, categóricas, simples... tal vez sirviera mucho para
ordenar sus propias vidas... Acá hay que elegir: ¿que sera mejor? Dar una respuesta que sirva a la gente para ordenar sus vidas, tener coherencia y demás, aunque no la piensen, aunque
no lleguen por sus propios medios, aunque sean dogmas... que sera mejor... será mejor eso? O sera mejor darles posibilidades para que vayan buscando en una dirección y sigan con zozobra,
inquietud, desorientación... que sera mejor?
 

ACERCA DE LO HUMANO

charlas y conferencias de silo – Dado en Tortuguitas. Buenos Aires 01/05/83.
Revisada por el autor el 29/09/96.
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Una cosa es la comprensión del fenómeno humano en general, y otra muy diferente es el propio registro de la humanidad en otros.
1.- Primera cuestión: La comprensión del fenómeno humano en general.
Si se dice que lo característico de lo humano es la sociabilidad o el lenguaje, o la transmisión de experiencia, no se define cabalmente lo humano, por cuanto en el mundo animal (aunque desarrollado elementalmente), encontramos todas esas expresiones. Observamos reconocimientos químicos de organismos de la colmena,, el cardumen o la manada, y atracciones o rechazos consecuentes. Existen organizaciones huéspedes, parásitas y simbióticas en las que reconocemos formas elementales de lo que luego veremos peraltado en algunas agrupaciones humanas…También encontramos una suerte de “moral” animal y resultados sociales punitivos para los transgresores, aún cuando desde afuera de esas conductas, se las pueda interpretar por los instinto de conservación de la especie, o por una imbricación de reflejos condicionados e incondicionados. El rudimento técnico tampoco es ajeno al mundo animal, y tampoco sentimientos de afecto, odio, pena y solidaridad entre miembros de un grupo, o entre grupos, o entre especies.
Y bien, ¿Qué define a lo humano en cuanto a tal?, lo define la reflexión de lo histórico- social como memoria personal. Todo animal es siempre el primer animal, pero cada ser humano es su medio histórico y social, y es además la reflexión y el aporte a la transformación o inercia de ese medio.
El medio para el animal, es el medio natural. El medio para el ser humano, es el medio histórico y social, es transformación del mismo y por cierto, es adaptación de lo natural a las necesidades inmediatas y a las de más largo plazo. Esta respuesta diferida del ser humano, frente a los estímulos inmediatos, este sentido y dirección de su obrar respecto de un futuro calculado (o imaginado), nos presenta una característica nueva frente al sistema de ideación, de comportamiento y de vida de los exponentes animales. La ampliación del horizonte temporal de la conciencia humana, permite a ésta retardos frente a los estímulos y ubicación de estos en un espacio mental complejo, habilitante para el emplazamiento de deliberaciones, comparaciones y resultantes fuera del campo perceptual inmediato.
En otras palabras: en el ser humano no existe “naturaleza” humana, a menos que esta “naturaleza” sea considerada como una capacidad diferente a la animal, de moverse entre tiempos fuera del horizonte de percepción. Dicho de otro modo: si hay algo “natural” en el ser humano, no es en el sentido mineral, vegetal o animal, sino en el sentido de que lo natural en él es el cambio, la historia, la transformación. Tal idea de cambio no se aviene convenientemente con la idea de “naturaleza” y por ello preferimos no usar esta última palabra como se ha venido haciendo y con la cual se han justificado numerosas deslealtades hacia el ser humano. Por ejemplo: porque los nativos de un lugar eran diferentes a los conquistadores de otro lugar, fueron llamados los “naturales” o aborígenes. Porque las razas presentaron algunas diferencias morfológicas o rudimentarias, fueron asimiladas a diferentes naturalezas dentro de la especie humana y así siguiendo. De ese modo, existía un orden “natural” y cambiar ese orden era un pecado contra lo establecido de un modo definitivo. Razas distintas, sexos distintos, posiciones sociales distintas, estaban establecidas dentro de un orden supuestamente natural, que debía conservarse de modo permanente.
Así es que la idea de naturaleza humana, sirvió a un orden de producción natural, pero se fracturó en la época de la transformación industrial. Aún hoy quedan vestigios de la ideología zoológica de la naturaleza humana, en la psicología, por ejemplo, en la cual todavía se habla de ciertas facultades naturales como la “voluntad” y cosas semejantes. El derecho natural, el Estado como parte de la naturaleza humana proyectada, etc., no han aportado sino su cuota de inercia histórica y de negación de la transformación.
Si la copresencia de la conciencia humana trabaja gracias a su enorme ampliación temporal, y si la intencionalidad de aquella permite proyectar un sentido, lo característico del ser humano es ser y hacer el sentido del mundo. Como se dice en “Humanizar la Tierra”: “Nombrador de mil nombres, hacedor de sentidos, transformador del mundo… tus padres y los padres de tus padres se continúan en ti. No eres un bólido que cae, sino una brillante saeta que vuela hacia los cielos. Eres el sentido del mundo y cuando aclaras tu sentido, iluminas la tierra. Te diré cuál es el sentido de tu vida aquí: Humanizar la Tierra. ¿Qué es humanizar la tierra?. Es superar el dolor y el sufrimiento, es aprender sin límite, es amar la realidad que construyes…”
Bien, estamos a una gran distancia de la idea de naturaleza humana. Estamos en lo opuesto. Quiero decir, si lo natural había asfixiado lo humano, merced a un orden impuesto con la idea de lo permanente, ahora estamos diciendo lo contrario: que lo natural debe ser humanizado y que esta humanización del mundo hace del hombre un creador de sentido, de dirección, de transformación. Si ese sentido es libertador de las condiciones supuestamente “naturales” de dolor y sufrimiento, lo verdaderamente humano es lo que va más allá de lo natural: es tu proyecto, tu futuro, tu hijo, tu brisa, tu amanecer, tu tempestad, tu ira y tu caricia. Es tu temor y es tu temblor por un futuro, por un nuevo ser humano libre de dolor y sufrimiento.
2.- Segunda cuestión: El propio registro de la humanidad en otros.
En tanto registre del otro su presencia “natural”, el otro no pasará de ser una presencia objetal, o particularmente animal. En tanto esté anestesiado para percibir el horizonte temporal del otro, el otro no tendrá sentido más que en cuanto para- mí. La naturaleza del otro será un para-mi. Pero al construir al otro en un para- mi, me constituyo y me alieno en mi propio para-sí. Quiero decir: “Yo soy para-mi” y con esto cierro mi horizonte de transformación. Quien cosifica se cosifica, y con ello cierra su horizonte.
En tanto no experimente al otro fuera del para-mi, mi actividad vital no humanizará al mundo. El otro debería ser a mi registro interno, una cálida sensación de futuro abierto que ni siquiera termina en el sin sentido cosificador de la muerte.
Sentir lo humano en el otro, es sentir la vida del otro en un hermoso multicolor arcoiris, que más se aleja en la medida en que quiero detener, atrapar, arrebatar su expresión. Tu te alejas y yo me reconforto si es que contribuí a cortar tus cadenas, a superar tu dolor y sufrimiento. Y si vienes conmigo es porque te constituyes en un acto libre como ser humano, no simplemente porque has nacido “humano”. Yo siento en ti la libertad y la posibilidad de constiuirte en ser humano. Y mis actos tienen en ti mi blanco de libertad. Entonces, ni aun tu muerte detiene las acciones que pusiste en marcha, porque eres esencialmente tiempo y libertad.
Amo pues del ser humano, su humanización creciente. Y en estos momentos de crisis, de cosificación, en estos momentos de deshumanización, amo su posibilidad de rehabilitación futura.
Silo.

EL SENTIMIENTO RELIGIOSO


por SILO
(Transcripción de la grabación de una conferencia dada por Silo en 1978)
Los fenómenos religiosos suelen tener concomitancias de conmoción psicológica. Los fenómenos religiosos parecen estar movidos por una suerte de sentimiento básico, capaz de impulsar al ser humano con más fuerza aún que la fuerza de los instintos.
Movido por ese sentimiento, el ser humano puede
cambiar la vida por ejemplo. Es claro, hay numerosas explicaciones acerca del Sentimiento Religioso. Como de costumbre, van a surgir por allí una cantidad de personas que van a dar numerosas explicaciones. Desde luego que nosotros nos preocupamos por las descripciones, más que por las explicaciones.
Se dirá por ejemplo que las religiones surgen, en general, como compensación de la conciencia a la finitud de la misma. Que el ser humano teme a la muerte, y por consiguiente compensa proyectando la inmortalidad. Se podrá decir que el ser humano es muy desvalido, y entonces compensa con un Dios todopoderoso. También se podrá que como el ser humano no tiene alas compensa fabricando aviones (risas). Se podrá decir, por ejemplo, que la sensación de la temperatura es posible porque se tienen detectores térmicos y táctiles. Eso es cierto, pero no quita ni saca nada acerca de la existencia de la temperatura.
Las cosas quedarían a nivel de compensación y estarían muy bien, siempre y cuando nadie tuviera la experiencia de lo infinito, o la experiencia de lo que tradicionalmente en las religiones se ha llamado Dios. De manera que mientras no tengan tales experiencias, puede seguirse considerando con holgura a la religión en general, como una compensación a la finitud humana, como una compensación a la precariedad de la vida humana. Pero, es claro, si la falta de alas, compensando, hace por último fabricar aviones, y si la finitud del ser humano y su precariedad impulsa a la conciencia en una dirección tal que tome contacto con otro tipo de entidad o con una naturaleza diferente a la naturaleza de su conciencia, la explicación en torno a la compensación, por ejemplo, va a ser primariamente interesante, pero insatisfactoria.
Ustedes saben que este Sentimiento Religioso se expresa, se manifiesta, tomando la materia prima que el ser humano encuentra en su medio; que se encuentra en su medio geográfico, y la materia prima que existe también en su medio cultural. Son diferentes en general, las expresiones religiosas de las zonas boscosas, que de las zonas montañosas, que de las zonas desérticas. En general.
Y sobre este punto de las expresiones religiosas, han existido también numerosos prejuicios. Los mayores prejuicios, casi siempre, están del lado de aquellos que arman las teorías. Por eso es que los que han armado teorías, en general, acerca de las religiones comparadas, han colocado a las religiones alejadas a ellos, como especie de antepasados, como especie de pasos previos que da el ser humano en su balbuceo hasta llegar a ellos. Es decir: así como el hombre se considera rey de la Creación, también un armador de teorías de religiones comparadas, considera que todas las otras adolecen de un cierto grado de primitivismo, hasta que finalmente toman la buena senda y llegan la religión a la cual nuestro amigo adhiere. Por ejemplo, los occidentales, sin preguntárselo mucho, en general admiten que el monoteísmo es una concepción mucho más desarrollada y mucho más avanzada que el politeísmo, por ejemplo. A ellos les da la impresión de que está mejor un director de empresa que varios. (Risas) Y entonces hacen ahí una cantidad de equilibrios históricos para mostrar como las más antiguas religiones parten del politeísmo. Ustedes saben que en realidad, los más primitivos balbuceos religiosos se refieren a una entidad, y según las zonas. En otros casos son varias entidades. Y así va sucediendo con muchas creencias que se tienen en torno a las expresiones religiosas.
Es cierto, el medio físico es la materia prima de que se nutre la conciencia para elaborar sus respuestas, y en ese caso toma los elementos de la naturaleza. Si el medio es de un modo o de otro, las formas que van a tomar sus dioses serán diferentes. Habrá dioses de un modo, dioses de otro, dioses pequeños, dioses grandes, habrá dioses de un lugar, dioses de todos los lugares, habrá dioses desconocidos... Y bueno, ¿qué problema tenemos con esto de las distintas formas que asumen los dioses, y qué problema tenemos con esto de las explicaciones que se dan en torno a los dioses? Lo más interesante es el registro del Sentimiento Religioso que, tomando cualquier materia prima, la metaboliza, la transforma, y luego la convierte en una forma divina, o en otra forma.
También el ateo trata de canalizar el Sentimiento Religioso, ya que no hay otra vida, en una dirección más o menos interesante que le de todas formas, sentido a la vida. Y hay quienes le ponen a esto tal fervor y tal mística, que desde luego vuelcan gran fuerza en el mundo. Así pues, ¿qué problema hay con que una persona crea en determinadas formas de los dioses, crea en otra forma de los dioses, o por último, no crea en los dioses? Desde el punto de vista del registro importa el Sentimiento Religioso que impulsa a la vida en la búsqueda de una dirección. Por consiguiente, creer o no creer en Dios, creer o no creer en la Divinidad, no quita ni pone nada en torno al registro del Sentimiento Religioso.
Las gentes suelen discutir mucho entre ellas tratando unos de imponer a otros sus paisajes, sus paisajes internos. Los dioses deben ser de un modo o deben de ser de otro modo, y la inmortalidad, hay que ver! ¿Qué tal un paraíso módico? (Risas) ¿Qué tal otro tipo de paraíso? Parece que el mío es mejor que el otro (Risas) y ahí andan unos tratando de convertir a otros, y hay otros también que quieren poner en el paraíso, por decreto, una especie de cartel que diga algo así como "Rematado" es decir, "cerrado el paraíso de ahora en adelante" (Risas) Estas discusiones un tanto peregrinas, no tienen tanto que ver con los registros sino más bien con otro tipo de intereses, de esas pequeñeces que pasan rápido. Ayer decretaron la muerte de Dios, Dios apareció por otro lado. Las civilizaciones primitivas, claro, eran crédulas, pero... en estas épocas, mi amigo! (Risas) Sí, claro, pero los hijos de estos señores de estas épocas, es decir, los más modernos, andan por ahí buscando otras cosas. De manera que este primitivismo evolucionista, está sufriendo ciertos problemas.
No es pertinente la discusión en torno a la unidad, la multiplicidad de Dios o de los dioses, y en torno a las formas con que los dioses se presentan. Si es pertinente en cambio, la experiencia de este sentimiento que impulsa al ser humano en una dirección de búsqueda. El ser humano quiere eternidad. El ser humano aspira a la perfección. Lo va resolviendo a su modo, pero sin duda que está fuertemente impulsado en esa dirección. Esto nos lleva al problema de la experiencia, más que al problema de la explicación en torno a estas formas un tanto externas con que se expresa el Sentimiento Religioso.
 

CONJUNCION CENTROAMERICANA. MEXICO, OCTUBRE DE 1980


Agradezco a ustedes la oportunidad que me dan de discutir algunos puntos de vista, referentes a aspectos relevantes de Doctrina. Digo discutir, porque esto no va a ser una disertación, sino que va a ser un intercambio.
El primer punto a considerar, es aquel al que apunta todo nuestro planteo. ¿Es que nuestro objeto de estudio es el mismo objeto que estudian las ciencias?
Si se tratara del mismo las ciencias, precisamente, tendrían la última palabra.
Nuestro interés está puesto en la existencia humana. Y no en la existencia humana como mero hecho biológico o social, (ya que con respecto a esos puntos hay ciencias que dedican sus esfuerzos), sino, a la existencia humana como registro cotidiano, como registro diario, personal. Porque aun cuando alguien se pregunte por el fenómeno sociale histórico que es constitutivo del ser humano, ese alguien hará tales preguntas desde su vida cotidiana, lo hará desde su situación. Lo hará impulsado por sus deseos, sus angustias, sus necesidades, sus amores, sus odios. Lo hará impulsado por sus deseos.
Lo hará impulsado por sus frustraciones, sus éxitos. Lo hará desde algo anterior a la estadística y a la teorización. Lo hará desde la vida misma. Y, ¿qué es lo universal y al mismo tiempo lo particular en toda existencia humana?
La búsqueda de la felicidad y la superación del dolor y el sufrimiento, es lo universal y lo particular de toda existencia humana.
Y esta afirmación chocante a la lógica, es la verdad registrable por todos y cada uno de los seres humanos.
Ahora bien, ¿qué es esa felicidad a la que aspira el ser humano? Ella es, lo que el ser humano "cree".
Esta afirmación un tanto sorprendente, se basa en el hecho de que las personas se orientan hacia imágenes o ideales felicitarios diferentes. Es más, el ideal de felicidad cambia con la situación histórica, social y personal.
De ello concluimos que el ser humano busca lo que cree que lo hará feliz y, de acuerdo a ello, lo que cree que lo alejará del sufrimiento y el dolor.
Dada la aspiración de felicidad, aparecerán las resistencias del dolor y el sufrimiento.
¿Y cómo podrán vencerse tales resistencias?
Antes debemos preguntarnos por la naturaleza de las mismas.
El dolor para nosotros es un hecho físico. Todos tenemos experiencia del mismo. Es un hecho sensorial, corporal. El hambre, las inclemencias naturales, la enfermedad, la vejez, producen dolor.
Y ese es el punto que nosotros diferenciamos de otro fenómeno que nada tiene que ver con lo sensorial estricto.
Únicamente el avance de la sociedad y la ciencia es el que hace retroceder el dolor.
Y ese es su campo específico, en el que pueden desarrollar sus mejores esfuerzos los reformadores sociales, los científicos y por sobre todo los mismos pueblos, generadores del progreso del que se nutren tales reformadores y tales científicos.
El sufrimiento en cambio, es de naturaleza mental. No es un hecho sensorial del mismo tipo que el dolor.
La frustración, el resentimiento, el temor, son estados de los que también tenemos experiencia y que no podemos localizar en un órgano específico, o en un conjunto de ellos.
¿Es que aún siendo de naturaleza diferente, actúan entre sí el dolor y el sufrimiento?
Por cierto que el dolor motiva también al sufrimiento. En tal sentido, el avance social y el avance de la ciencia, hacen retroceder un aspecto del sufrimiento. Pero, específicamente, ¿dónde hallaremos la solución para hacer retroceder el sufrimiento?
Esta la hallaremos en el sentido de la vida. Y no hay reforma ni avance científico que aleje el sufrimiento que da la frustración, el resentimiento, el temor a la muerte y el temor en general.
El sentido de la vida es una dirección a futuro, que da coherencia a la vida, que permite encuadre a sus actividades y aquella justifica plenamente.
A la luz del sentido, aún el dolor en su componente mental y por supuesto el sufrimiento en general, retroceden y se empequeñecen interpretados como impedimentos superables.
¿Y cuáles son las fuentes del sufrimiento humano? Son las que producen contradicción.
Se sufre por vivir situaciones contradictorias. Pero también se sufre por recordar situaciones contradictorias. Y por imaginar situaciones contradictorias.
Estas fuentes del sufrimiento han sido denominadas "las tres vías del sufrimiento".
Y ellas pueden modificarse de acuerdo al estado en que se encuentre un ser humano
respecto del sentido de la vida. Tendremos que examinar brevemente estas tres vías para
luego hablar sobre el significado y la importancia del sentido de la vida.
Suspendamos aquí el desarrollo y discutamos las afirmaciones que hemos hecho hasta el momento.
Pregunta: Comentabas que entre los objetos de estudio de las ciencias no se contempla de manera alguna el objeto de nuestra doctrina, quiero decir el tema existencial. ¿Podrías desarrollarlo un poco más?
Respuesta: Las ciencias en general tienen objetos precisos, sean ciencias de la naturaleza, ciencias humanistas, ciencias matemáticas, etc. Cada una de ellas define su objeto y tiene su metódica precisa.
Es claro que, las agrupaciones humanas, por ejemplo, son estudiadas por la sociología y así siguiendo.
Así como las ciencias pueden estudiar los astros del cielo o pueden estudiar los microorganismos, también la biología o la anatomía y la fisiología estudian al cuerpo humano. La sicología pretende estudiar el comportamiento síquico del ser humano.
Todos estos, los estudiosos y los científicos, no estudian su propia existencia. No hay una ciencia que estudie la propia existencia.
Y la ciencia nada dice acerca de la situación que le acontece a una persona cuando llega a su casa y ahí recibe un portazo, por ejemplo, y un mal trato.
Nosotros nos ocupamos justamente de la situación de la existencia humana, y por ello no es competencia nuestra las descripciones que puedan hacer las ciencias. Y también observamos que las ciencias tienen serias falencias, serias dificultades para definir lo que pasa en la existencia.
¿Qué sucede en la existencia humana? ¿Cuál es la naturaleza de la vida humana con respecto al sentido? ¿Cuál es la naturaleza del sufrimiento o del dolor? ¿Cuál es la naturaleza de la felicidad? ¿Cuál es la naturaleza de la búsqueda de la felicidad?
Esos son objetos de estudio nuestros, son objetos de nuestro interés: la existencia humana.
Desde este punto de vista, podría decirse que nosotros tenemos una posición frente a la existencia, una posición frente a la vida, más que una ciencia referida a estas cosas.
Pregunta: el sistema hay una creencia generalizada acerca de lo que es la felicidad orientada por el consumismo, hacia el consumo de cosas, etc. ¿Podrías ampliar este punto?
Respuesta: Es claro que nosotros hemos puesto énfasis en esto de que la gente busca aquello que cree que es la felicidad. El punto está en que hoy cree una cosa y mañana cree otra.
Si ustedes examinan, ustedes mismos verán que cuando estaban por allá por los doce años, tenían una idea diferente de la que pueden tener hoy de la felicidad. Y si consultan a diez personas van a ver que tienen ideas diferentes también.
En la Edad Media se tenía una idea general de la felicidad distinta a la época de la Revolución Industrial. Y en general, los pueblos y los individuos varían en su búsqueda de la felicidad.
No está nada clara la felicidad en cuanto objeto. Parece que no existiera tal objeto. Es más bien un estado el que se busca.
A veces estas cosas se confunden con una determinada forma de propaganda y demás, y pueden llegar a presentar a un jabón como la felicidad.
Desde luego, pero todos comprendemos que en realidad se está tratando de describir un estado, el estado de felicidad, pero no tanto el objeto. Porque, que nosotros sepamos, no existe tal objeto.
Por consiguiente, no está claro qué cosa sea el estado de felicidad, ni se lo ha definido convenientemente. Es una suerte de escamoteo que se ha hecho, y para la gente no ha quedado nada claro.
Pregunta: ¿Cómo es que el dolor va superándose evolutivamente y el sufrimiento está como estancado?
Respuesta: hay algunas gentes un poco estancas en su forma de pensar que sostienen que el ser humano no ha avanzado para nada. Es obvio que es ser humano ha avanzado; en su conquista científica, en su conquista de la naturaleza, en su desarrollo.
Está bien; hay desarrollos de la civilización que son desparejos. Hay problemas de todo tipo. Pero obviamente ha avanzado el ser humano y ha avanzado su civilización, como producto de su actividad. Eso es evidente.
El punto está en que si bien ha avanzado en el combate de la enfermedades, por ejemplo recuerden ustedes otras épocas en donde el virus hacía estragos, hoy una droga suministrada a tiempo soluciona el problema rápidamente. Media Europa sucumbió en un momento por una peste de cólera, y cosas semejantes. Hoy rápidamente la ciencia la hace retroceder.
Las cosas han cambiado y han cambiado mucho. Pero, es claro que en materia de sufrimiento, un hombre de hace 5000 años, como un hombre actual, registra y sufre las mismas decepciones, registra y sufre temores, registra y sufre resentimientos. Lo registra y lo sufre como si para él no hubiera existido la historia, como si en este campo cada hombre fuera el primer hombre.
Diferente a lo que sucede en el retroceso del dolor ante el avance que la ciencia y el desarrollo de la sociedad hacen. El dolor va retrocediendo con esos avances, pero el sufrimiento no se ha modificado en el ser humano. No hemos tenido adecuadas
respuestas con respecto a ésto. Y en ese sentido, hay una cosa despareja.
¿Pero cómo podríamos decir nosotros que el ser humano no ha avanzado? Tal vez porque haya avanzado lo suficiente, hoy se estén haciendo este tipo de preguntas y también por eso se esté tratando de dar respuesta a esos interrogantes, que probablemente en otra época no hubiera sido necesario hacerlos.
Las tres vías del sufrimiento no son sino tres vías necesarias para la existencia humana, pero que han sido distorsionadas en su normal funcionamiento.
Me explico; tanto la sensación de lo que ahora vivo y percibo, como la memoria y la imaginación, son vías necesarias a la existencia humana. Cercenemos algunas de estas funciones y la existencia se desarticulará.
Acabemos con la memoria y perderemos hasta el mismo manejo de nuestro cuerpo; eliminemos la sensación y perderemos toda regulación del mismo; detengamos la imaginación y no podremos orientarnos en ninguna dirección.
Esas tres vías que son necesarias a la vida pueden ser distorsionadas en su funcionamiento convirtiéndose en enemigas de la vida, en portadoras de sufrimiento.
Así, sufrimos cotidianamente por lo que percibimos, por lo que recordamos y por lo que imaginamos.
Hemos dicho en otras oportunidades que se sufre por vivir en una situación contradictoria, tal como la de querer hacer cosas que se oponen entre sí. También sufrimos por temor a no lograr lo que deseamos a futuro o por temor a perder lo que
tenemos. Y desde luego, sufrimos por lo que hemos perdido, por lo que no hemos logrado, por aquello que ya sufrimos antes. Por aquella humillación, aquel castigo, aquel dolor físico que quedó en el pasado. Por aquella traición, por aquella injusticia, por aquella
vergüenza. Y esos fantasmas que llegan del pasado son vividos por nosotros como si fueran hechos presentes.
Ellos, que son la fuente del rencor, del resentimiento y de la frustración. Ellos que condicionan nuestro futuro y que hacen perder la fe en nosotros mismos. Suspendamos aquí y discutamos el problema de las tres vías del sufrimiento.
Pregunta: Si las tres vías son las que posibilitan a la vida, como posibilidad de desarrollo, ¿por qué o cómo es que se han ido distorsionando?
Si se supone que el hombre va buscando la felicidad, debiera ir adecuándose para ir manejando esas tres vías a su favor. ¿Pero cómo es que de repente esas tres vías son justamente sus principales enemigas?
Respuesta: Parece ser que esto no sucedió de repente. Parece ser que en el mismo momento en que se amplió la conciencia del ser humano, cuando todavía no era un ser muy definido en nuestra especie, parece ser que allí mismo al ampliarse su imaginación,
al ampliarse su memoria y su recuerdo histórico, al ampliarse su percepción del mundo en que vivía, en ese mismo momento, al ampliarse una función, surgió una resistencia.
Tal cual sucede en las funciones internas. Como cuando tratamos de mover una actividad nueva de la conciencia, encontramos resistencias.
Del mismo modo en que se encuentran resistencias en la naturaleza. En el mismo instante en que llueve y cae, el agua que va por los ríos encuentra resistencias a su paso.
Y en este vencimiento de las resistencias de todos modos, y sorteando, el agua llega a los mares.
Y es por este juego de las acciones y las resistencias, que responden a leyes universales de acciones y reacciones. Es por esto mismo, que la conciencia en su desenvolvimiento, el ser humano en su desarrollo, va encontrando resistencias, y al
encontrar resistencias se fortalece, y al fortalecerse integra las dificultades, y al integrarlas las supera.
Y entonces todo este sufrimiento que ha ido surgiendo en el ser humano en su desarrollo, ha sido también el fortalecimiento del ser humano, para lanzarse por encima de él.
De modo que, en etapas anteriores, esto del sufrimiento, como pasa con nuestras propias experiencias personales si las sabemos ver, el sufrimiento de algún modo contribuyó al desarrollo.
Nosotros no aspiramos al sufrimiento. Nosotros aspiramos a reconciliarnos incluso con nuestra especie que tanto ha sufrido y gracias a la cual nosotros podemos hacer nuevos despliegues.
No ha sido inútil el sufrimiento de generaciones y generaciones que han estado limitadas por esas condiciones. Nuestro agradecimiento es para aquellos que nos precedieron no obstante su sufrimiento, porque gracias a ellos podemos intentar nuevas liberaciones.
Este es el punto de cómo el sufrimiento no nació de súbito sino con el desarrollo y la ampliación del hombre.
Pero es claro que nosotros no aspiramos como seres humanos a seguir sufriendo, sino a avanzar sobre esas resistencias, integrando un nuevo camino en ese desarrollo.
Pero hemos dicho que hallaremos la solución al problema del sufrimiento en el sentido de la vida. Y hemos definido a ese sentido como la dirección a futuro que da coherencia, que permite encuadrar actividades, y que justifica plenamente a la existencia.
Esta dirección a futuro es de máxima importancia por cuanto según hemos examinado, si se corta esta vía de la imaginación, esta vía del proyecto, esta vía del futuro, la existencia humana pierde dirección y ello es fuente de inagotable sufrimiento.
Es claro para todos que la muerte aparece como el máximo rompimiento del futuro.
Es claro que de ese modo la vida tiene carácter de cosa provisoria. Y es claro que en ese contexto, toda construcción humana es una inútil construcción hacia la nada.
Quien piensa que todo termina para él con la muerte, podrá alentarse con la idea de que será recordado por sus espléndidas acciones, que no se olvidarán de él sus seres queridos, o tal vez las generaciones venideras. Y aunque esto fuera así, todos marcharían finalmente hacia una nada absurda que interrumpiría todo recuerdo.
También podría pensarse que lo que uno hace en la vida, no es sino responder a necesidades del mejor modo posible. Pues bien, ya se acabarán esas necesidades con la muerte, y habrá perdido sentido toda lucha por salir del reino de la necesidad.
Y podrá desde luego decirse que la vida personal, carece de importancia en la especie humana, que por lo tanto la muerte personal no tiene significado. Si tal fuera el caso, tampoco tendría significado la vida, ni las acciones personales. No se justificaría ninguna ley, ningún compromiso, y no habría en esencia mayores diferencias entre las acciones benéficas y las malvadas.
Nada tiene sentido si todo termina con la muerte.
Y, si ese es el caso, el único recurso posible para transitar por la vida, es animarse con sentidos provisorios, con direcciones provisorias a las cuales aplicar nuestra energía y nuestra acción.
Tal es lo que sucede habitualmente.
Si se pregunta a alguien qué sentido tiene para él la vida, probablemente responderá por su familia o por el prójimo, o por una determinada causa que según él justifique la existencia. Y esos sentidos provisorios habrán de conferirle dirección para afrontar la
existencia.
Pero a poco que surjan problemas, problemas con los seres queridos, a poco que se produzca una desilusión con la causa abrazada, a poco que algo cambie en el "sentido"
elegido, el absurdo y la desorientación volverán por su presa.
Por último, sucede con los sentidos o las direcciones provisorias de la vida, que en el caso de alcanzarse ya pierden referencia y por lo tanto, dejan de ser útiles para más adelante. Y en el caso de no alcanzarse dejan también de ser útiles como referencias.
Por cierto que luego del fracaso de un sentido provisorio, siempre queda la alternativa de poner un nuevo sentido provisorio, tal vez en oposición del que fracasó.
Así, de sentido en sentido, se va borrando a medida que pasan los años, todo rastro de coherencia y con ello aumenta la contradicción y por tanto el sufrimiento.
La vida no tiene sentido si todo termina con la muerte.
Pero ¿es cierto que todo termina con la muerte? ¿Es cierto que no se puede lograr una dirección definitiva que no varíe con los accidentes de la vida? ¿Cómo se ubica el ser humano frente al problema de que todo termina con la muerte?
Examinémoslo pero luego de discutir lo dicho hasta aquí.
Así como destacamos tres vías del sufrimiento, observamos también cinco estados con referencia al problema de la muerte y la trascendencia. En estos cinco estados se puede ubicar cualquier persona, formas más, formas menos.
Un estado, en que esa persona tiene evidencia indudable dada por la propia experiencia, no por educación o ambiente. Para él es evidente, indiscutible es para él, de que la vida es un tránsito, de que la muerte es un..., escaso accidente.
Pero claro, otros tienen la creencia de que el ser humano va a no se qué trascendencia y esta creencia la tienen dada por educación, dada por ambiente, no por algo sentido, experienciado, no por algo evidente para él, sino por algo que le enseñaron y que él, bueno..., él acepta.
Hay un tercer tipo de ubicación frente al sentido de la vida y es el de aquellas personas deseosas de tener una fe o tener una experiencia. Ustedes deben haberse encontrado con muchas personas que dicen: "si yo tuviera fe, o yo pudiera creer en ciertas cosas, mi vida sería diferente".
Y tienen muchos ejemplos a mano. Gentes a las cuales les han sobrevenido muchos accidentes, muchas desgracias y que se han sobrepuesto fuertemente a esos accidentes y a esas desgracias porque, o tienen una fe o un registro de que todo esto, lo transitorio, lo provisorio, no es un agotamiento mismo de la vida, sino en todo caso una prueba, en todo caso una resistencia que de algún modo hace crecer en el conocimiento.
Incluso pueden haber encontrado gente que acepta el sufrimiento como un recurso de aprendizaje. No es que ellos busquen el sufrimiento, no como otros que parece tuvieran especial afición por el sufrimiento. Estamos hablando de aquellos que, simplemente,
cuando se da tal cosa, sacan la mejor partida de ello, que es cosa muy diferente. Gentes que no andan buscando el sufrimiento (todo lo contrario), sino que dada la situación lo asimilan, lo integran y lo superan.
Bien, hay gente entonces que se ubica en este estado de que no tiene fe, no tiene ninguna creencia pero, ¡cómo desearían poder tener algo que les diera aliento y les diera dirección en sus vidas! Sí, esas personas existen.
Hay también aquellos que sospechan intelectualmente la posibilidad de que hay una trascendencia. A ellos les parece posible. Pero no hay mucho problema para ellos; simplemente lo consideran posible. Y no tienen ninguna experiencia de trascendencia,
ni tampoco tienen ningún tipo de fe, ni tampoco aspiran a tener experiencia ni a tener fe.
Conocerán a esas personas..., también las hay.
Y hay por último aquellos que niegan toda posibilidad de trascendencia. También ustedes reconocerán que hay personas, y probablemente entre ustedes haya muchos, que piensen así.
De manera que con diferentes variantes, cada uno puede efectivamente ubicarse como aquellos que tienen evidencia y para ellos es indudable esto de la trascendencia; o bien como aquellos que tienen fe porque así la asimilaron cuando pequeños; o bien
aquellos otros que quisieran tener una experiencia o una fe; o aquellos otros más que lo consideran una posibilidad intelectual, sin hacerse mayores problemas, como si estuviera desconectado de su vida; y estos otros que lo niegan.
Está bien. Pero aquí no terminamos con el punto de ubicación frente al problema de la trascendencia. Hay, al parecer, diferentes grados, diferentes profundidades en esto de ubicarse frente al problema de la trascendencia. Hay quienes incluso dicen que tienen una fe, lo afirman. pero esto que dicen no responde efectivamente a lo que experimentan.
Nosotros no decimos que ellos mientan, decimos que esto que están profiriendo, lo profieren con superficialidad, sin profundidad. Estos que dicen tener una fe, mañana pueden no tenerla.
Esto de los grados nos da en alguna medida la superficialidad o profundidad en alguna de esas cinco posturas, y por lo tanto, la movilidad o la firme convicción en cualquier postura.
He conocido gentes que eran devotas, creyentes de una fe, y al morirse un familiar, o al morirse un ser querido, voló toda la fe que decían tener y cayeron en el peor de los sinsentidos.
Quizá esa era una fe de superficie, una fe de mampostería, una fe periférica.
En cambio aquellos otros a los cuales sobrevinieron grandes catástrofes, se afirmaron precisamente en su fe. La cosa es diferente. La cosa admite grados.
He conocido gentes que estaban muy convencidas de la inexistencia total de la trascendencia. Uno muere y desaparece. Por así decir, ellos tenían fe en que todo se acababa con la muerte. Es claro que, en alguna ocasión, caminando cerca de un
cementerio, los hemos dejado solos por un instante y..., han apurado el paso y se han sentido inquietos. ¿Y cómo se compatibilizan estos temores nocturnos, estas desconfianzas a los ruidos fantasmales, este apretar el paso en los lugares oscuros y
desiertos, cómo se compatibiliza ésto con la convicción cierta de que todo termina con la muerte y por lo tanto no hay peligro desde el otro lado?
Así pues, hay también gente que aún en la negación de la trascendencia, están ubicadas en una situación muy superficial, y esto puede cambiar, pueden afirmarse fuertemente en su fe, y entonces estar convencidas y su vida ser coherente, y
desaparecer todos los temores a ese tipo de manifestaciones de una naturaleza sospechosa.
Bien, así pues uno puede ubicarse en cualquiera de estos estados, pero también puede ubicarse en distintas profundidades.
Ese es uno de nuestros puntos y no bastará entonces con decir, "bueno, me encuentro en tal situación". Me encuentro en tal situación pero, ¿cómo?
Recordemos que esto de los grados nos da la idea de variabilidad. Por ejemplo, nosotros mismos en ciertas épocas de nuestras vidas, hemos creído una cosa con respecto a la trascendencia y luego otra. Cambiamos. Esto es móvil. Esto no es una cosa
estática. No sólo en épocas distintas sino en situaciones. Cambia nuestra situación y cambian nuestras creencias respecto del problema de la trascendencia. Es más, cambia de un día a otro. A veces a la mañana estoy muy creyente de determinada cosa, y a la
tarde ya no. Y esto que parece ser de suma importancia porque hace a la orientación de la vida humana, es algo demasiado variable, y algo que desde luego nos provocará desconcierto en la vida cotidiana.
Así como sea la ubicación frente a la muerte y la trascendencia, será la coherencia o la contradicción y el sufrimiento en la vida cotidiana.
En esos cinco estados y grados se emplaza el ser humano. Pero ¿cuál debería ser el correcto emplazamiento? ¿Es que existe acaso un correcto emplazamiento, o es que estamos simplemente describiendo, describiendo la existencia, describiendo sus
problemas sin dar soluciones? ¿Es que podemos dar soluciones? ¿Es que podemos sugerir cuál es el mejor emplazamiento frente a este problema? Discutámoslo.
Ya que nadie discute con nosotros, demos entonces nuestro particular punto de vista sobre este tema.
En esos cinco estados y grados se emplaza el ser humano. Pero ¿cuál debería ser el correcto emplazamiento? Como mínimo el deseo de poseer la experiencia o la creencia, porque ese deseo es la premisa necesaria para ya orientarse en el sentido de la
trascendencia.
Y no importará que se tenga experiencia, y no importará que se tenga fe; pero si se aspira desde esa situación de no creencia y de no fe, y de no experiencia, si se aspira a tal cosa, obsérvenlo, fíjense como mecanismo, se están orientando ya en esa dirección.
Por allí las gentes dicen que la fe y cosas semejantes, es algo que está o que no está en las personas, que brota o que no brota, que eso es algo que no se puede manejar, pero observen este mecanismo. Pueden ustedes no tener fe en absoluto, pueden ustedes no tener experiencia en absoluto, pueden ustedes incluso comprender intelectualmente que eso es interesante, que puede valer la pena orientarse en esa dirección. Pues yo les digo que cuando eso comienza a suceder ya se están orientando en esa dirección.
Como mínimo, el deseo de poseer la experiencia o la creencia, porque ese deseo es la premisa necesaria para ya orientarse en el sentido de la trascendencia.
Si este deseo es débil, nada podrá construirse. Pero a medida que este deseo crezca, será como un acto lanzado en busca de su objeto y ello precisamente dará dirección a la existencia.
Entonces quienes logren esa fe inconmovible, o esa experiencia trascendente, aunque no puedan definirla en términos precisos, como no puede definirse el amor, reconocerán en sí la necesidad de orientar a otros hacia el sentido, pero jamás tratarán de imponer su paisaje a quienes no lo reconozcan.
Y así, coherentemente con lo enunciado, declaro ante ustedes mi inconmovible fe y mi certeza de experiencia, que la muerte no detiene el futuro.
Que la muerte por el contrario, modifica el estado provisorio de nuestra existencia, para
lanzarla bienaventuradamente hacia la trascendencia inmortal.
Y no impongo mi certeza, ni mi fe inconmovible. Y convivo con aquellos que se encuentran en estados diferentes respecto del sentido, pero me obligo a brindar solidariamente el mensaje que reconozco hace libre y feliz al ser humano.
Por ningún motivo eludo mi responsabilidad de expresar estas verdades, aunque tales fueran discutibles para quienes sufren la provisoriedad de la vida y temen el absurdo de la muerte.
Por otra parte, jamás pregunto a otros por sus particulares creencias y, en todo caso, aunque defino con claridad mi posición respecto a este punto, proclamo para todo ser humano la libertad de creer o no creer en Dios y la libertad de creer o no creer en la
inmortalidad.
Así, entre miles y miles de mujeres y hombres que codo a codo, solidariamente, trabajan con nosotros, se suman ateos y creyentes, gentes con dudas y con certezas, y a nadie se pregunta por su fe, y todo se da como orientación para que decidan por sí
mismos, la vía que mejor aclare el sentido de sus vidas.
No es valiente dejar de proclamar las propias certezas, pero es indigno de la verdadera solidaridad, tratar de imponerlas.
Eso es todo.
SILO

ESTE ES UN MOMENTO DE CAMBIO. SILO 1991


... cuando los pueblos se convierten a un Destino humano.

Las sociedades, los pueblos, los individuos, van montados en su hoy; pero a veces recuerdan y prevén y -en momentos- pueden cambiar de dirección, en una suerte de reflexión sobre el proceso histórico.

Hay momentos históricos que habilitan y otros que no.
En este momento se está abriendo la tapa del baúl..., aunque todavía no está totalmente abierto.

En otros momentos es imposible "ver" porque se está con lentes ahumados que solo dejan pasar determinados colores y otros no. Esos otros sencillamente no se ven, no existen. Recordemos, para ejemplificar, que hace no tanto tiempo era una verdad aceptada que nada m s pesado que el aire podía volar,...no veían los albatros.


Este es un momento de cambio, cuando los pueblos se convierten a un Destino humano.

LOS MODELOS IRREALIZABLES


Extracto de una charla personal de SILO en Mendoza 24/12/2000

Tú tienes impulsos internos. Tus impulsos internos no siguen la dirección propuesta por un modelo formal. Esta es una de las grandes críticas que se hizo a las filosofías del siglo XIX. Estas filosofías están negando una conducta humana y un quehacer humano que no responden en nada a los impulsos de la vida,
 que al contrario van a contramano de los impulsos de la vida.
Entonces surgió una corriente muy fuerte, que se llamó Vitalismo. En esa corriente estaban Schopenhauer y también Nietzche. Mas adelante en el siglo XX apareció un personaje, español, que dijo: Efectivamente el tema es la vida, pero hay que entender la vida, y no solamente seguir los impulsos de la vida. Hay que poner la razón al servicio de los impulsos de la vida.
Entonces surgió lo que se llama el Racio-vitalismo, y el personaje es Ortega y Gasset.
Todos los otros filósofos estaban en la esfera del pensamiento, como si uno no tuviera vísceras, pulsiones, etc. sino todo era perfecto, racionalidad pura, todo como "debe ser", la verdad, la belleza y el bien.
Pero uno nunca se corresponde con eso en nada. Por ej. las virtudes teologales, cómo te puedes corresponder con esos modelos? Si uno se siente mas identificado con los pecados capitales, la ira, la lujuria, la gula, y uno se siente culpable por eso. Pero son impulsos de la vida.
Entonces, no te están proponiendo ninguna dirección, sino que te están negando los impulsos y proponiéndote otra cosa: que no desees, que seas casto, que no goces la comida, que tengas templanza, que no movilices hormonas, ni te enfurezcas, al contrario:
que tengas paciencia. Te están diciendo todo lo contrario. Te están diciendo: "No, esto no debe aparecer, debe aparecer. (Y si aparece: es pecado y te genera culpa).
Esto es lo apolíneo. Están negando una parte de tí, como si esa parte de ti fuera intrínsecamente mala, porque no se corresponde con ese otro modelo, que en realidad no es de ti, sino que es más de la cultura que de ti.
Si tú tomas los Principios, puedes ver que son leyes de vida, de luz, de evolución y que te muestran cómo funcionan las cosas. "Ir contra la evolución de las cosas...", te está diciendo que las cosas tienen evolución, te están mostrando cómo funciona la vida. Lo mismo cuando dice: "Forzar las cosas hacia un fin....", "Oponerte a...", te
está enseñando cómo funcionan las cosas y no qué debes hacer. Tú eliges.
Tú tienes que empezar a tomar contacto con tu parte dionisíaca, esa parte que le gusta y quiere gozar de la vida, tienes que darle paso, dejarla fluir, reconciliarte con ella.
COMO CRECE EL MOVIMIENTO
Lo que interesa es lo que hagas y que el PROCESO avance. No que se ajuste a un modelo. Que se abran más países, y en los países mas ciudades y en cada ciudad se abran mas barrios. Que avance en esa distribución espacial. Pero que avance también en la influencia. Que se influencie a la gente en la calle, en los colegios, en los sindicatos,
que aumentes la influencia…
……..Crecer internamente no depende solo de lo que uno llama cualificación. Se trata básicamente del modo de estar en mundo. Tienes que resolver tu modo de estar en el mundo. Tienes que definirlo.
Qué quieres? Ese modo específico de estar en el mundo, debe partir de lo que tú quieres. Desde el sentimiento profundo. Si tú me dices: yo quiero gozar más de la vida, es como empezar a buscar un modo de estar en el mundo: FELIZ. Y además despierto.
Porque eso es algo que tú quieres. Quieres empezar a sentir alegría, un registro que vaya ganando permanencia e intensidad. Es aprender a estar en cada cosa que haces. Es empezar a buscar ese modo de estar en el mundo.
Y si aparece Apolo diciéndote lo que "tienes que hacer". No tienes que luchar con él, tienes que estudiarlo. Estudia la mitología griega, que te va a ayudar mucho. Es la nuestra, la mitología griega.
Por qué sigues con las normas instaladas? Si no se quitan las normas no hay crecimiento. O crees que se puede llegar a las cifras de 100.000 o 150.000 con ese esquema de ejército? Si con todo el presupuesto de millones de dólares que tiene anualmente el ejército argentino, no tiene 100.000 tipos! Además en plena dictadura
militar mostró su ineficiencia en el caso de Malvinas.
LA FUERZA
Podemos hablar de la fuerza como una experiencia que se tiene como resultado de aplicar una técnica, como resultado de condiciones especiales y sería una forma de verla.
Pero también puede ser un registro que empieza a aparecer con cierta frecuencia hasta que se vuelve constante y creciente.
Eso depende de la fe y la fe depende de mantener tu línea de acción en una dirección a pesar que te deprimas, de que te sientas débil o que te sientas sin energía, etc.
Si tú eliges un camino que te parece el adecuado y lo mantienes, el día que amaneces deprimido lo mantienes, y el día que tu novio te abandona, te engaña y tienes un conflicto amoroso, lo mantienes y te la juegas todo en esa dirección, entonces irrumpe un fenómeno que se conoce como fe interna. Y ese fenómeno se manifiesta como
fuerza. Pero básicamente todo depende de que elijas una dirección y la mantengas pase lo que pase. Y que no digas: la condición para que yo mantenga la dirección es que aparezca la fuerza. NO. Es totalmente lo contrario. La condición para que aparezca la fuerza es que mantengas la dirección.
La dirección es algo que sea positivo para tí y para otros. Si alguien es alcohólico y se dice: "no tomo más", eso es bueno para él y de todas maneras va a tener efecto sobre otros. Si el mantiene la dirección, los primeros días seguramente que se va a deprimir, no le va a aparecer la fuerza, se va a sentir solo y abandonado por sus amigos, por sus enemigos, por Dios, por todo el mundo. Pero mantiene la dirección...
Esa es la parte que tienes que hacer, un esfuerzo. Un umbral romper. Un esfuerzo volitivo de corteza cerebral. Eso es inevitable….
 

LA REVOLUCION COMO PASO NECESARIO DE TODA EVOLUCION.

No pasara mucho tiempo para esa "reacción en cadena" síquica que trasmute al hombre.
LA REVOLUCION COMO PASO NECESARIO DE TODA EVOLUCION.
Los cambios síquicos operados desde el comienzo del homo-sapiens hasta hoy, guardan similitud con los golpes palaciegos de minorías aisladas. Y si en el campo de la física se logran verdaderas trasmutaciones y en lo social y cultural la tendencia es idéntica, no pasará mucho tiempo antes de que estalle esa "reacción en cadena" síquica que trasmute al hombre, superando al homo-sapiens actual en un nuevo salto cualitativo. Eso es y será así independientemente de nuestro desagrado o adhesión porque las leyes de concomitancia y de superación de lo viejo por lo nuevo tienen validez universal y necesariamente validez humana.



¡NO ES EL FIN DE LA HISTORIA!

Breve "corte", contundente acerca de nuestra dirección, la dirección del Humanismo Universalista, del Nuevo Humanismo en el Mensaje de Silo, esa fuerte convicción, esa fé inquebrantable acerca del futuro del Ser Humano.



 

Silo y su obra escapan a las categorías en las que el sentido común y los hábitos consolidados del pensar Salvatore Puledda,

Foto: Salvatore Puledda, enero 1999, Santiago de Chile

“La tarea que se me ha asignado, trazar el perfil de un hombre como Silo y realizar este homenaje, no es de las más fáciles porque Silo y su obra escapan a las categorías en las que el sentido común y los hábitos consolidados del pensar clasifican la multiforme diversidad de la experiencia humana. Silo es para mí, su discípulo y amigo por más de 25 años, un hombre muy especial; es más: único. Se podrá decir: ¿no son acaso especiales y únicos todos los hombres de los que se hace un elogio? ¿No es acaso la convención de la retórica la que nos obliga a hacer aparecer como extraordinario lo que de otro modo seria común? La afirmación de que Silo es un hombre muy especial, un hombre único –afirmación que hago con total sinceridad de corazón– tendrá que ser demostrada. Y esto es lo que me propongo hacer en este breve discurso.

Pero debo precisar que no utilizaré los instrumentos de la lógica para sostener mi tesis, no pesaré con la balanza de la razón los argumentos a favor o en contra de mi afirmación, porque en realidad no estoy en condición de hacerlo. Silo y su obra, el Movimiento Humanista, son parte integrante de mi vida, más aún, son una gran parte de mi vida, por lo que no me es posible poner entre ellos y yo la distancia necesaria para llegar a una evaluación fría y ecuánime de los hechos, evaluación que los historiadores contemporáneos invocan continuamente. En su lugar, presentaré mi experiencia, relataré lo que han sido y son para mí Silo y el Movimiento Humanista, lo que ha significado y significa para mí ser discípulo, colaborador y amigo de Silo.

Mi primer contacto con el Movimiento tuvo lugar en Junio de 1973. Estaba sentado bajo la estatua de Giordano Bruno en Campo dei Fiori en Roma. La estatua se yergue precisamente allí donde en Enero del año 1600, ardió la hoguera a la que la Inquisición condenó al gran humanista por haber afirmado, con extraordinaria visión de futuro, no sólo que la Tierra gira alrededor del sol, sino también que el universo es infinito como infinitos son los mundos que lo animan.

Esa plaza, símbolo de todas las injusticias perpetradas contra la libertad humana, contra el vuelo del pensamiento hacia lo nuevo y hacia el futuro, era el lugar de encuentro y debate entre los jóvenes de todas las tendencias revolucionarias que habían surgido después del sesenta y ocho. Como de costumbre en aquel entonces, estaba yo ocupado en una discusión sobre la estrategia revolucionaria con un amigo anarquista. Al lado nuestro estaba sentado un muchacho que escuchaba nuestra conversación sin intervenir.

Cuando mi amigo se marchó con su grupo, este joven me preguntó si alguna vez había oído hablar de la revolución global, una revolución que involucrara tanto al mundo externo –las estructuras económicas y las superestructuras culturales y políticas– como al mundo interno, es decir, la conciencia. Me dijo que ninguna revolución podría cambiar el mundo con la violencia, y que la única revolución posible habría de ser acompañada por un cambio radical en el interior de aquellos que se proclamaban revolucionarios. Me habló de no-violencia activa, de curación del sufrimiento, del trabajo sobre uno mismo para llegar a la transformación interior, de la búsqueda del sentido de la vida. Me dijo que era chileno y que pertenecía al Movimiento Siloísta, el movimiento fundado por un pensador latinoamericano al que llamaban Silo.

Me dijo también que estaba formando un grupo de trabajo de autoconocimiento y me invitó a participar. Picado por la curiosidad, acepté y entré en el grupo.

Trabajamos durante varios meses con un sistema de técnicas psicológicas y de meditación. En poco tiempo me di cuenta que ese trabajo, al alcance del hombre común y aparentemente simple, constituía en realidad una síntesis extremadamente refinada de experiencias pertenecientes a las más diversas tradiciones culturales de Occidente y Oriente: algunas técnicas derivaban de la psicología moderna, otras del Budismo, otras del Orfismo, del Cristianismo o del Islam. Era un sistema que denotaba un vasto conocimiento y un gran trabajo de simplificación, adaptación y síntesis. Pero lo que me pareció más inusual de todo el trabajo era su aspecto lúdico, la profundidad unida a la ligereza, al juego, a la diversión.

Comprendí entonces que existía una alternativa a la frialdad deshumana de la psicología académica y a la tétrica angustia del psicoanálisis. Descubrí cosas nuevas de mí mismo, de mis condicionamientos culturales y sociales, las raíces de mi violencia y mi sufrimiento, mis miedos y esperanzas, pero sobre todo se abrió ante mí ese gran vacío que siempre había llevado dentro, ese tremendo vacío que Silo había llamado “el sin-sentido de la vida”.

Para el año siguiente, 1974, se habían programado trabajos más avanzados que se iban a desarrollar en Córdoba, Argentina, y en los que habrían de participar representantes de varios grupos siloístas que, como en Italia, se habían formado en otros países de Europa, América Latina y Asia, y en los Estados Unidos. Con el consenso de mi grupo, decidí partir y así conocería el país en el que había surgido el Movimiento y tal vez al fundador en persona. Apenas llego a Buenos Aires, tomo un autobús directo a Córdoba y de allí un taxi hasta el lugar del encuentro, una quinta en las afueras de la ciudad. Desde la entrada al jardín diviso unos hombres a lo lejos cerca de la casa y grito: “¿Es aquí el encuentro del Movimiento?” “Sí, señor. Venga, venga, señor”, me responden. ¡Yo estaba feliz, había llegado al lugar que había soñado, a una especie de paraíso del Movimiento! Y la realidad fue muy superior a las expectativas. No tardé en darme cuenta de que aquellos hombres eran soldados y que estaban apuntando sus metralletas a un grupo de personas de cara al suelo y con las manos detrás de la nuca: mis compañeros del Movimiento a los que no puede hacer otra cosa que unirme.

Nos llevaron a una prisión de Córdoba donde pasamos tres días a dieta estricta y al frío sin que se formularan cargos precisos. Eramos del Movimiento y eso bastaba. No necesité mucho para entender que el país de origen del Movimiento, así como gran parte de América Latina, había caído en manos de una banda de sádicos asesinos y que el Movimiento era perseguido a pesar de desarrollar solamente actividades no violentas. Pocas semanas después Silo fue encarcelado en Buenos Aires después de haber intentado hacer un discurso público.

Una vez en libertad, terminamos los trabajos programados y yo partí hacia Mendoza para conocer a Silo, quien, según lo que me habían dicho, quería conocer a los representantes italianos. Lo vi por primera vez en un bar donde nos había dado cita. Estaba de pies junto al mostrador hablando con algunas personas. Mientras tanto, yo me senté en una mesa a esperar que terminara y empecé a estudiarle. Llevaba un traje beige, una corbata con pequeños dibujos geométricos y zapatos lustrados. Lo más burgués que uno se pudiera imaginar. ¡No era posible! ¡Un revolucionario, un maestro con corbata! ¡Estaba todo mal! Yo me esperaba una especie de híbrido entre el Che Guevara, un gurú indú y un curandero mejicano. Quería algo inusual, extraordinario; algo colorido, exótico. Y en vez, tenía ante mí un hombre normal, vestido como un burgués, con corbata y todo. Traté de consolarme diciéndome que también Magritte, tal vez el más visionario de los artistas modernos, se había vestido siempre así, de gris o marrón –con corbata- y había vivido casi toda su vida con la misma mujer en un barrio pequeño burgués de una ciudad lluviosa. Pero la desilusión se imponía. En ese momento, Silo se dio vuelta y me miró con una sonrisa burlona, como si hubiese percibido lo que yo estaba pensando.

Charlamos sin prisa, también en los días que siguieron. Yo le pedía información sobre las bases de su pensamiento y él me presentó algo absolutamente nuevo, al menos para lo que era el panorama cultural en Occidente; es decir, el planteamiento de una teoría global de lo psiquismo humano. Se trataba, para entendernos, de una teoría abierta y no de un sistema cerrado en el sentido que el término tenia en el siglo XIX. Quienquiera que estuviese mínimamente informado sobre la situación contemporánea de la psicología, sus balbuceos incoherentes, su búsqueda infructuosa de un fundamento sobre el cual poder anclar la masa caótica de datos y procedimientos, sabía bien que proponer una teoría global de lo psiquismo humano era algo extremadamente arriesgado. Si tal teoría resultaba coherente, exhaustiva y eficaz, significaría un avance científico enorme, comparable quizás a la introducción del método experimental en las ciencias físicas.

Me di cuenta de que en la teoría que Silo proponía (y que expondría en detalle durante las lecciones que habría de dar en Corfú, Grecia, el año siguiente) encontraban su lugar una masa enorme de datos, experiencias y procedimientos: encontraban su lugar las evidencias obtenidas por la psicología experimental, el behaviourismo, la Gestalt, la psicología de lo profundo. Fenómenos muy controvertidos como la sensación, la percepción, los sueños, la hipnosis, los estados alterados de conciencia, etc. recibían una explicación coherente y elegante. Pero sobre todo me impactó la teoría de las imágenes que era totalmente original y llevaba a la práctica ciertas intuiciones de Sartre y del Jung tardío que escribió Psicología y alquimia. La teoría de las imágenes de Silo era el eslabón entre las explicaciones fisiológicas y las psicológicas, y la imagen, como él la entendía, constituía la unión entre los aspectos somáticos y los aspectos conductuales. Actuar sobre las imágenes significaba entonces intervenir en el comportamiento humano individual y colectivo… Ante mis ojos se abría un horizonte vastísimo de investigación y de experiencias.

Fue así que comencé a pensar que Silo era un hombre especial. Y me dije que para él valía lo que Alcibíades había dicho de su maestro Sócrates en el encomio que Platón reproduce en uno de sus diálogos más bellos, el Simposio. Así como Sócrates escondía una gran belleza interior detrás de un aspecto satírico, Silo, detrás de su aspecto burgués y poco llamativo, guardaba una audacia intelectual y un empuje revolucionario que jamás había encontrado en ningún líder político ni gurú a la moda que había conocido. Debo además agregar que con el tiempo se me hizo claro que el aspecto exterior y el estilo de vida de Silo eran una elección estratégica: se trataba, por un lado, de un acto de mimetismo que lo protegía, haciéndolo poco visible en una sociedad un poco provinciana y conservadora, y por otro lado era una forma de acercase al hombre común, al hombre medio que era el destinatario de su mensaje.

Pero las contribuciones originales de Silo no se han limitado al campo de la psicología. Con el pasar de los años Silo, ha producido trabajos pioneros en el ámbito de la historiografía, la sociología, la política y la religión, que han tocado prácticamente todos los aspectos fundamentales del comportamiento humano. A través de estas obras, Silo ha ido delineando una nueva concepción del ser humano y un proyecto político universal, una nueva Utopía para el mundo globalizado en el que ya vivimos y que él anunció con inusitada anticipación.

No voy a hacer aquí un análisis de las obras de Silo, sino que me limitaré a considerar los aspectos más profundamente innovadores que caracterizan a algunas de ellas.

En el ensayo que lleva por título Discusiones historiológicas, dedicado al análisis de los problemas aún no resueltos en el campo de la filosofía de la historia, Silo retoma el hilo de la discusión que Heidegger habían comenzado sobre la imposibilidad de trazar algún discurso histórico sin antes haber aclarado qué debe entenderse por “temporalidad”, sin antes haber aclarado (para decirlo con palabras menos precisas pero más simples) cuál es el funcionamiento temporal de la conciencia humana y en qué modo ese funcionamiento se relaciona con el tiempo externo, es decir, con el mundo, con los hechos externos a la conciencia. Siguiendo el pensamiento de Heidegger y del maestro de éste, Husserl, Silo encuentra la raíz de la dinámica histórica en la temporalidad intrínseca de la conciencia humana, en la tensión constante de la conciencia a futurizar, a proyectar. Pero retomando una intuición de Ortega y Gasset, Silo ve en las distintas generaciones —a las que se corresponden diferentes tiempos mentales y diferentes paisajes culturales— la encarnación de tal dinámica. La historia se hace en la dialéctica entre generaciones. También en la historia prevalece el futuro — los proyectos humanos chocan con la realidad existente— y así, hacer historia, es ante todo hacer historia del futuro; es decir, historia de los proyectos humanos que intentan transformar el presente. Ya este enfoque, que supera el famoso debate de los años sesenta entre Sartre y los estructuralistas sobre el significado y la inteligibilidad de la historia humana, otorgaría a Silo un lugar de todo respeto en el panorama actual, de por sí no muy brillante, de la filosofía de la historia.

Otra contribución muy original y fecunda de Silo a las ciencias de la historia —una contribución que es al mismo tiempo un proyecto cultural y político— es la nueva interpretación que él da del concepto de humanismo. En el significado histórico común, por humanismo se entiende un fenómeno cultural propio de Occidente y ligado a un período histórico y a un lugar precisos: primero en Italia y luego en toda Europa Occidental durante la época del Renacimiento. El humanismo coloca al hombre y su dignidad en el centro de todo, lo considera el valor supremo en contraposición a la desvalorización efectuada por el Medioevo cristiano. Con el humanismo renacentista, la civilización occidental sufre una transformación de raíz que la hará diferente a todas las demás civilizaciones tradicionales. Pero para Silo el humanismo no es un fenómeno solamente europeo: el humanismo está presente, en algunos momentos históricos precisos, en todas las grandes civilizaciones humanas. Ciertamente se lo llamaba de otro modo porque otros eran los contextos culturales en los que se manifestaba. Pero el humanismo se reconoce siempre gracias a algunos indicadores fundamentales. Estos son: la importancia y centralidad que se da al ser humano, a su dignidad y libertad, al trabajo por la paz y al repudio de la violencia, a la igualdad entre todos los seres humanos, al respeto por las distintas creencias y costumbres, y al desarrollo de la ciencia. Precisamente porque se manifiesta en todas las culturas en sus momentos cumbre, para Silo el humanismo, mejor dicho un Nuevo Humanismo Universal del que se hace promotor, puede dar una respuesta al enfrentamiento entre culturas que se está produciendo en un mundo unificado forzadamente por los medios masivos de comunicación, pero profundamente dividido en lo que respecta a creencias religiosas, valores y estilos de vida; un mundo en el que se insinúa nuevamente el espectro del fundamentalismo y de las guerras de religión.

En este mundo que ha perdido el sentido del futuro, el sentido del proyecto, que mira con angustia la llegada del nuevo milenio, Silo propone la Gran Utopía para el 2000: la creación de la Nación Humana Universal que incluya a todos y cada uno de los pueblos del planeta a nivel de paridad, pero sin destruir su especificidad cultural. Y propone además la Humanización de la Tierra; es decir, la desaparición progresiva del dolor físico y del sufrimiento mental gracias a los avances de la ciencia, a una sociedad más justa e igualitaria que elimine toda forma de violencia y discriminación, y a la reconquista del sentido de la vida. Con este proyecto dirigido a la humanidad toda, Silo se coloca entre los grandes utopistas modernos, como Giordano Bruno, Tomás Moro, Campanella, Owen, Fourier y el mismo Marx. Aquí utopía —que significa lugar que no existe— representa una imagen, un proyecto que guía y organiza el presente y lo arrastra hacia el futuro. Es un proyecto lanzado a las nuevas generaciones y que tendrá que encontrar aquí, en América Latina uno de sus centros propulsores.

Decía que con sus obras, Silo ha ido construyendo una nueva imagen del ser humano en contraposición a la imagen hoy dominante. Y esta es la misma labor que desarrollaron los primeros humanistas del Renacimiento italiano, como Pico de la Mirándola. Para luchar contra el cristianismo medieval que colocaba al Hombre en la dimensión del pecado y del dolor, que lo concebía como a un ser que no puede hacer otra cosa que aspirar al perdón de un Dios lejano, los primeros humanistas propusieron la imagen de un ser consciente de la propia dignidad y libertad, que tiene fe en su capacidad de transformar el mundo y de construir su propio destino. La imagen moderna de ser humano, la que nos propone el racionalismo científico y en la cual casi todos en Occidente creemos en mayor o menor medida, es sólo aparentemente más positiva que la imagen que ofrecía el Cristianismo medieval. El dios cristiano ha sido reemplazado por un dios mucho más oscuro y enigmático: la casualidad, es decir el dios de lo fortuito. El ser humano ha sido reducido a mera dimensión zoológica y ahora es un mono sin pelos que ha ido evolucionando durante millones de años por efecto del ambiente y de las mutaciones casuales. Incluso más: es una máquina biológica, es decir una cosa determinada por su conformación química —el patrimonio genético— y por los estímulos que le llegan del ambiente circundante. En esta dimensión —la dimensión de la cosa— no hay espacio para la libertad y la elección, para la construcción intencional de un futuro, y la vida pierde significado, tranformándose en una carrera absurda hacia la muerte.

Para Silo, el ser humano es un ser histórico y social, y la dimensión que le es más propia no es la biológica sino la de la libertad. Para Silo, la conciencia humana no es un reflejo pasivo del mundo natural, sino actividad intencional, actividad incesante de interpretación y reconstrucción del mundo natural y social. Si bien participa del mundo natural en cuando posee un cuerpo, el ser humano no tiene una naturaleza, una esencia definida como todos los otros seres naturales: no es sólo pasado, es decir, algo dado, construido, terminado. El ser humano es futuro, es un proyecto de transformación de la naturaleza, de la sociedad y de sí mismo. Contra todo determinismo, contra todo dogma que congele y bloquee el desarrollo de la humanidad, Silo retoma esa línea filosófica que, a través de la idea central de libertad humana, en Occidente va desde Pico de la Mirándola hasta Sartre, la revitaliza y la transforma en un proyecto cultural y político: el Movimiento Humanista.

Llegado a este punto, se podría creer que la dimensión religiosa fuera extraña al pensamiento de Silo. En realidad es verdad lo contrario: la búsqueda del sentido de la vida, de la trascendencia en contraposición al absurdo de la muerte encuentran un lugar central en su obra. Sin embargo, como Buda, Silo no le pide a nadie que crea por fe en sus ideas sobre lo divino, ni pretende proponer una nueva religión con ritos y dogmas. Él ofrece vías, experiencias, para que cada uno pueda probar por sí mismo la veracidad o la utilidad de lo que dice. A mi entender, las disciplinas transformadoras —como, por ejemplo, la Meditación trascendental— que son vías experimentales para acercarse a un nivel de conciencia superior, constituyen la parte más extraordinaria y profunda de toda su obra. Siempre a esta temática se refieren dos de sus escritos más bellos. El primero, La muerte, una lección que dio en Canarias en 1976, analiza —ateniéndose a un riguroso proceso racional que en Occidente encuentra un único precedente en Epicuro— la raíz ilusoria del miedo a la muerte. El otro, El sentido de la vida, un discurso pronunciado en Ciudad de Méjico en 1980, describe detalladamente las distintas posiciones que se pueden asumir frente al sentido de la vida y la trascendencia. En ese discurso, a pesar de declarar su fe inconmovible en que la muerte no detiene a la existencia, sino que es sólo un paso hacia la trascendencia inmortal, Silo proclama para todos la libertad de creer o no creer en Dios y en la inmortalidad.

Es por todo lo dicho hasta aquí que considero a Silo un hombre muy especial, es más, único. Me atrevo a decir que en una cultura como la latinoamericana, que ha producido grandes revolucionarios, grandes escritores, grandes artistas, Silo es el único pensador de dimensión mundial.

Pero estoy seguro de que, a estas alturas, algunos estarán diciendo para sus adentros: Sí, pero ¿quién es Silo en la esfera privada? Es muy sabido que hombres que han sido grandes en sus campos de acción y que tal vez han ayudado a cambiar la faz del mundo, se han demostrado bastante pequeños en el ámbito de los afectos, de la amistad, y en general de las relaciones humanas. Y también se sabe que, como se decía de Napoleón, ningún hombre es grande para su mayordomo, que le conoce el lado oscuro, las debilidades, los tics que emergen sólo con el tiempo y la familiaridad. Y entonces, ¿cómo es Silo de cerca, para ti, que has sido su discípulo, colaborador y amigo por tanto tiempo?

Debo decir que uno de los aspectos que más aprecio del carácter de Silo es su sentido del humor, su capacidad de captar el lado cómico o grotesco de las situaciones y de las personas. Una cualidad que descoloca a cuantos se acercan a él creyendo que un gran pensador debe ser una persona con el ceño fruncido, distante y aburrida. Silo es capaz de juguetear y de reírse como un niño, de maravillarse continuamente de la gran comedia humana. Pero la suya no es una risa distante, de superioridad respecto a las infinitas estupideces con las que está tejida la vida de todos los hombres, grandes y pequeños. Esa risa va acompañando, como dos caras de la misma moneda, la paciencia y compasión con la cuales mira a la miseria y a la grandeza de la condición humana. Porqué Silo es, a mi parecer, sobre todo un hombre bueno. La bondad es para mí su cualidad más grande. ¿Qué más decir?

Solamente esto. Ultimamente y a pesar de nuestra larga familiaridad, me ha ido surgiendo cada vez con mayor fuerza la pregunta: ¿quién es verdaderamente Silo? Entonces, para encontrar una respuesta, he seguido el consejo que él mismo me dio cuando yo buscaba respuestas a preguntas importantes sobre mi vida. He lanzado la pregunta a lo más profundo de mi conciencia y he esperado la respuesta. Que ha sido esta: Silo es un guía, un iniciado, alguien que posee una llave para abrir la puerta del mundo del espíritu.”

Salvatore Puledda, enero 1999, Santiago de Chile
“La tarea que se me ha asignado, trazar el perfil de un hombre como Silo y realizar este homenaje, no es de las más fáciles porque Silo y su obra escapan a las categorías en las que el sentido común y los hábitos consolidados del pensar clasifican la multiforme diversidad de la experiencia humana. Silo es para mí, su discípulo y amigo por más de 25 años, un hombre muy especial; es más: único. Se podrá decir: ¿no son acaso especiales y únicos todos los hombres de los que se hace un elogio? ¿No es acaso la convención de la retórica la que nos obliga a hacer aparecer como extraordinario lo que de otro modo seria común? La afirmación de que Silo es un hombre muy especial, un hombre único –afirmación que hago con total sinceridad de corazón– tendrá que ser demostrada. Y esto es lo que me propongo hacer en este breve discurso.

Pero debo precisar que no utilizaré los instrumentos de la lógica para sostener mi tesis, no pesaré con la balanza de la razón los argumentos a favor o en contra de mi afirmación, porque en realidad no estoy en condición de hacerlo. Silo y su obra, el Movimiento Humanista, son parte integrante de mi vida, más aún, son una gran parte de mi vida, por lo que no me es posible poner entre ellos y yo la distancia necesaria para llegar a una evaluación fría y ecuánime de los hechos, evaluación que los historiadores contemporáneos invocan continuamente. En su lugar, presentaré mi experiencia, relataré lo que han sido y son para mí Silo y el Movimiento Humanista, lo que ha significado y significa para mí ser discípulo, colaborador y amigo de Silo.

Mi primer contacto con el Movimiento tuvo lugar en Junio de 1973. Estaba sentado bajo la estatua de Giordano Bruno en Campo dei Fiori en Roma. La estatua se yergue precisamente allí donde en Enero del año 1600, ardió la hoguera a la que la Inquisición condenó al gran humanista por haber afirmado, con extraordinaria visión de futuro, no sólo que la Tierra gira alrededor del sol, sino también que el universo es infinito como infinitos son los mundos que lo animan.

Esa plaza, símbolo de todas las injusticias perpetradas contra la libertad humana, contra el vuelo del pensamiento hacia lo nuevo y hacia el futuro, era el lugar de encuentro y debate entre los jóvenes de todas las tendencias revolucionarias que habían surgido después del sesenta y ocho. Como de costumbre en aquel entonces, estaba yo ocupado en una discusión sobre la estrategia revolucionaria con un amigo anarquista. Al lado nuestro estaba sentado un muchacho que escuchaba nuestra conversación sin intervenir.

Cuando mi amigo se marchó con su grupo, este joven me preguntó si alguna vez había oído hablar de la revolución global, una revolución que involucrara tanto al mundo externo –las estructuras económicas y las superestructuras culturales y políticas– como al mundo interno, es decir, la conciencia. Me dijo que ninguna revolución podría cambiar el mundo con la violencia, y que la única revolución posible habría de ser acompañada por un cambio radical en el interior de aquellos que se proclamaban revolucionarios. Me habló de no-violencia activa, de curación del sufrimiento, del trabajo sobre uno mismo para llegar a la transformación interior, de la búsqueda del sentido de la vida. Me dijo que era chileno y que pertenecía al Movimiento Siloísta, el movimiento fundado por un pensador latinoamericano al que llamaban Silo.

Me dijo también que estaba formando un grupo de trabajo de autoconocimiento y me invitó a participar. Picado por la curiosidad, acepté y entré en el grupo.

Trabajamos durante varios meses con un sistema de técnicas psicológicas y de meditación. En poco tiempo me di cuenta que ese trabajo, al alcance del hombre común y aparentemente simple, constituía en realidad una síntesis extremadamente refinada de experiencias pertenecientes a las más diversas tradiciones culturales de Occidente y Oriente: algunas técnicas derivaban de la psicología moderna, otras del Budismo, otras del Orfismo, del Cristianismo o del Islam. Era un sistema que denotaba un vasto conocimiento y un gran trabajo de simplificación, adaptación y síntesis. Pero lo que me pareció más inusual de todo el trabajo era su aspecto lúdico, la profundidad unida a la ligereza, al juego, a la diversión.

Comprendí entonces que existía una alternativa a la frialdad deshumana de la psicología académica y a la tétrica angustia del psicoanálisis. Descubrí cosas nuevas de mí mismo, de mis condicionamientos culturales y sociales, las raíces de mi violencia y mi sufrimiento, mis miedos y esperanzas, pero sobre todo se abrió ante mí ese gran vacío que siempre había llevado dentro, ese tremendo vacío que Silo había llamado “el sin-sentido de la vida”.

Para el año siguiente, 1974, se habían programado trabajos más avanzados que se iban a desarrollar en Córdoba, Argentina, y en los que habrían de participar representantes de varios grupos siloístas que, como en Italia, se habían formado en otros países de Europa, América Latina y Asia, y en los Estados Unidos. Con el consenso de mi grupo, decidí partir y así conocería el país en el que había surgido el Movimiento y tal vez al fundador en persona. Apenas llego a Buenos Aires, tomo un autobús directo a Córdoba y de allí un taxi hasta el lugar del encuentro, una quinta en las afueras de la ciudad. Desde la entrada al jardín diviso unos hombres a lo lejos cerca de la casa y grito: “¿Es aquí el encuentro del Movimiento?” “Sí, señor. Venga, venga, señor”, me responden. ¡Yo estaba feliz, había llegado al lugar que había soñado, a una especie de paraíso del Movimiento! Y la realidad fue muy superior a las expectativas. No tardé en darme cuenta de que aquellos hombres eran soldados y que estaban apuntando sus metralletas a un grupo de personas de cara al suelo y con las manos detrás de la nuca: mis compañeros del Movimiento a los que no puede hacer otra cosa que unirme.

Nos llevaron a una prisión de Córdoba donde pasamos tres días a dieta estricta y al frío sin que se formularan cargos precisos. Eramos del Movimiento y eso bastaba. No necesité mucho para entender que el país de origen del Movimiento, así como gran parte de América Latina, había caído en manos de una banda de sádicos asesinos y que el Movimiento era perseguido a pesar de desarrollar solamente actividades no violentas. Pocas semanas después Silo fue encarcelado en Buenos Aires después de haber intentado hacer un discurso público.

Una vez en libertad, terminamos los trabajos programados y yo partí hacia Mendoza para conocer a Silo, quien, según lo que me habían dicho, quería conocer a los representantes italianos. Lo vi por primera vez en un bar donde nos había dado cita. Estaba de pies junto al mostrador hablando con algunas personas. Mientras tanto, yo me senté en una mesa a esperar que terminara y empecé a estudiarle. Llevaba un traje beige, una corbata con pequeños dibujos geométricos y zapatos lustrados. Lo más burgués que uno se pudiera imaginar. ¡No era posible! ¡Un revolucionario, un maestro con corbata! ¡Estaba todo mal! Yo me esperaba una especie de híbrido entre el Che Guevara, un gurú indú y un curandero mejicano. Quería algo inusual, extraordinario; algo colorido, exótico. Y en vez, tenía ante mí un hombre normal, vestido como un burgués, con corbata y todo. Traté de consolarme diciéndome que también Magritte, tal vez el más visionario de los artistas modernos, se había vestido siempre así, de gris o marrón –con corbata- y había vivido casi toda su vida con la misma mujer en un barrio pequeño burgués de una ciudad lluviosa. Pero la desilusión se imponía. En ese momento, Silo se dio vuelta y me miró con una sonrisa burlona, como si hubiese percibido lo que yo estaba pensando.

Charlamos sin prisa, también en los días que siguieron. Yo le pedía información sobre las bases de su pensamiento y él me presentó algo absolutamente nuevo, al menos para lo que era el panorama cultural en Occidente; es decir, el planteamiento de una teoría global de lo psiquismo humano. Se trataba, para entendernos, de una teoría abierta y no de un sistema cerrado en el sentido que el término tenia en el siglo XIX. Quienquiera que estuviese mínimamente informado sobre la situación contemporánea de la psicología, sus balbuceos incoherentes, su búsqueda infructuosa de un fundamento sobre el cual poder anclar la masa caótica de datos y procedimientos, sabía bien que proponer una teoría global de lo psiquismo humano era algo extremadamente arriesgado. Si tal teoría resultaba coherente, exhaustiva y eficaz, significaría un avance científico enorme, comparable quizás a la introducción del método experimental en las ciencias físicas.

Me di cuenta de que en la teoría que Silo proponía (y que expondría en detalle durante las lecciones que habría de dar en Corfú, Grecia, el año siguiente) encontraban su lugar una masa enorme de datos, experiencias y procedimientos: encontraban su lugar las evidencias obtenidas por la psicología experimental, el behaviourismo, la Gestalt, la psicología de lo profundo. Fenómenos muy controvertidos como la sensación, la percepción, los sueños, la hipnosis, los estados alterados de conciencia, etc. recibían una explicación coherente y elegante. Pero sobre todo me impactó la teoría de las imágenes que era totalmente original y llevaba a la práctica ciertas intuiciones de Sartre y del Jung tardío que escribió Psicología y alquimia. La teoría de las imágenes de Silo era el eslabón entre las explicaciones fisiológicas y las psicológicas, y la imagen, como él la entendía, constituía la unión entre los aspectos somáticos y los aspectos conductuales. Actuar sobre las imágenes significaba entonces intervenir en el comportamiento humano individual y colectivo… Ante mis ojos se abría un horizonte vastísimo de investigación y de experiencias.

Fue así que comencé a pensar que Silo era un hombre especial. Y me dije que para él valía lo que Alcibíades había dicho de su maestro Sócrates en el encomio que Platón reproduce en uno de sus diálogos más bellos, el Simposio. Así como Sócrates escondía una gran belleza interior detrás de un aspecto satírico, Silo, detrás de su aspecto burgués y poco llamativo, guardaba una audacia intelectual y un empuje revolucionario que jamás había encontrado en ningún líder político ni gurú a la moda que había conocido. Debo además agregar que con el tiempo se me hizo claro que el aspecto exterior y el estilo de vida de Silo eran una elección estratégica: se trataba, por un lado, de un acto de mimetismo que lo protegía, haciéndolo poco visible en una sociedad un poco provinciana y conservadora, y por otro lado era una forma de acercase al hombre común, al hombre medio que era el destinatario de su mensaje.

Pero las contribuciones originales de Silo no se han limitado al campo de la psicología. Con el pasar de los años Silo, ha producido trabajos pioneros en el ámbito de la historiografía, la sociología, la política y la religión, que han tocado prácticamente todos los aspectos fundamentales del comportamiento humano. A través de estas obras, Silo ha ido delineando una nueva concepción del ser humano y un proyecto político universal, una nueva Utopía para el mundo globalizado en el que ya vivimos y que él anunció con inusitada anticipación.

No voy a hacer aquí un análisis de las obras de Silo, sino que me limitaré a considerar los aspectos más profundamente innovadores que caracterizan a algunas de ellas.

En el ensayo que lleva por título Discusiones historiológicas, dedicado al análisis de los problemas aún no resueltos en el campo de la filosofía de la historia, Silo retoma el hilo de la discusión que Heidegger habían comenzado sobre la imposibilidad de trazar algún discurso histórico sin antes haber aclarado qué debe entenderse por “temporalidad”, sin antes haber aclarado (para decirlo con palabras menos precisas pero más simples) cuál es el funcionamiento temporal de la conciencia humana y en qué modo ese funcionamiento se relaciona con el tiempo externo, es decir, con el mundo, con los hechos externos a la conciencia. Siguiendo el pensamiento de Heidegger y del maestro de éste, Husserl, Silo encuentra la raíz de la dinámica histórica en la temporalidad intrínseca de la conciencia humana, en la tensión constante de la conciencia a futurizar, a proyectar. Pero retomando una intuición de Ortega y Gasset, Silo ve en las distintas generaciones —a las que se corresponden diferentes tiempos mentales y diferentes paisajes culturales— la encarnación de tal dinámica. La historia se hace en la dialéctica entre generaciones. También en la historia prevalece el futuro — los proyectos humanos chocan con la realidad existente— y así, hacer historia, es ante todo hacer historia del futuro; es decir, historia de los proyectos humanos que intentan transformar el presente. Ya este enfoque, que supera el famoso debate de los años sesenta entre Sartre y los estructuralistas sobre el significado y la inteligibilidad de la historia humana, otorgaría a Silo un lugar de todo respeto en el panorama actual, de por sí no muy brillante, de la filosofía de la historia.

Otra contribución muy original y fecunda de Silo a las ciencias de la historia —una contribución que es al mismo tiempo un proyecto cultural y político— es la nueva interpretación que él da del concepto de humanismo. En el significado histórico común, por humanismo se entiende un fenómeno cultural propio de Occidente y ligado a un período histórico y a un lugar precisos: primero en Italia y luego en toda Europa Occidental durante la época del Renacimiento. El humanismo coloca al hombre y su dignidad en el centro de todo, lo considera el valor supremo en contraposición a la desvalorización efectuada por el Medioevo cristiano. Con el humanismo renacentista, la civilización occidental sufre una transformación de raíz que la hará diferente a todas las demás civilizaciones tradicionales. Pero para Silo el humanismo no es un fenómeno solamente europeo: el humanismo está presente, en algunos momentos históricos precisos, en todas las grandes civilizaciones humanas. Ciertamente se lo llamaba de otro modo porque otros eran los contextos culturales en los que se manifestaba. Pero el humanismo se reconoce siempre gracias a algunos indicadores fundamentales. Estos son: la importancia y centralidad que se da al ser humano, a su dignidad y libertad, al trabajo por la paz y al repudio de la violencia, a la igualdad entre todos los seres humanos, al respeto por las distintas creencias y costumbres, y al desarrollo de la ciencia. Precisamente porque se manifiesta en todas las culturas en sus momentos cumbre, para Silo el humanismo, mejor dicho un Nuevo Humanismo Universal del que se hace promotor, puede dar una respuesta al enfrentamiento entre culturas que se está produciendo en un mundo unificado forzadamente por los medios masivos de comunicación, pero profundamente dividido en lo que respecta a creencias religiosas, valores y estilos de vida; un mundo en el que se insinúa nuevamente el espectro del fundamentalismo y de las guerras de religión.

En este mundo que ha perdido el sentido del futuro, el sentido del proyecto, que mira con angustia la llegada del nuevo milenio, Silo propone la Gran Utopía para el 2000: la creación de la Nación Humana Universal que incluya a todos y cada uno de los pueblos del planeta a nivel de paridad, pero sin destruir su especificidad cultural. Y propone además la Humanización de la Tierra; es decir, la desaparición progresiva del dolor físico y del sufrimiento mental gracias a los avances de la ciencia, a una sociedad más justa e igualitaria que elimine toda forma de violencia y discriminación, y a la reconquista del sentido de la vida. Con este proyecto dirigido a la humanidad toda, Silo se coloca entre los grandes utopistas modernos, como Giordano Bruno, Tomás Moro, Campanella, Owen, Fourier y el mismo Marx. Aquí utopía —que significa lugar que no existe— representa una imagen, un proyecto que guía y organiza el presente y lo arrastra hacia el futuro. Es un proyecto lanzado a las nuevas generaciones y que tendrá que encontrar aquí, en América Latina uno de sus centros propulsores.

Decía que con sus obras, Silo ha ido construyendo una nueva imagen del ser humano en contraposición a la imagen hoy dominante. Y esta es la misma labor que desarrollaron los primeros humanistas del Renacimiento italiano, como Pico de la Mirándola. Para luchar contra el cristianismo medieval que colocaba al Hombre en la dimensión del pecado y del dolor, que lo concebía como a un ser que no puede hacer otra cosa que aspirar al perdón de un Dios lejano, los primeros humanistas propusieron la imagen de un ser consciente de la propia dignidad y libertad, que tiene fe en su capacidad de transformar el mundo y de construir su propio destino. La imagen moderna de ser humano, la que nos propone el racionalismo científico y en la cual casi todos en Occidente creemos en mayor o menor medida, es sólo aparentemente más positiva que la imagen que ofrecía el Cristianismo medieval. El dios cristiano ha sido reemplazado por un dios mucho más oscuro y enigmático: la casualidad, es decir el dios de lo fortuito. El ser humano ha sido reducido a mera dimensión zoológica y ahora es un mono sin pelos que ha ido evolucionando durante millones de años por efecto del ambiente y de las mutaciones casuales. Incluso más: es una máquina biológica, es decir una cosa determinada por su conformación química —el patrimonio genético— y por los estímulos que le llegan del ambiente circundante. En esta dimensión —la dimensión de la cosa— no hay espacio para la libertad y la elección, para la construcción intencional de un futuro, y la vida pierde significado, tranformándose en una carrera absurda hacia la muerte.

Para Silo, el ser humano es un ser histórico y social, y la dimensión que le es más propia no es la biológica sino la de la libertad. Para Silo, la conciencia humana no es un reflejo pasivo del mundo natural, sino actividad intencional, actividad incesante de interpretación y reconstrucción del mundo natural y social. Si bien participa del mundo natural en cuando posee un cuerpo, el ser humano no tiene una naturaleza, una esencia definida como todos los otros seres naturales: no es sólo pasado, es decir, algo dado, construido, terminado. El ser humano es futuro, es un proyecto de transformación de la naturaleza, de la sociedad y de sí mismo. Contra todo determinismo, contra todo dogma que congele y bloquee el desarrollo de la humanidad, Silo retoma esa línea filosófica que, a través de la idea central de libertad humana, en Occidente va desde Pico de la Mirándola hasta Sartre, la revitaliza y la transforma en un proyecto cultural y político: el Movimiento Humanista.

Llegado a este punto, se podría creer que la dimensión religiosa fuera extraña al pensamiento de Silo. En realidad es verdad lo contrario: la búsqueda del sentido de la vida, de la trascendencia en contraposición al absurdo de la muerte encuentran un lugar central en su obra. Sin embargo, como Buda, Silo no le pide a nadie que crea por fe en sus ideas sobre lo divino, ni pretende proponer una nueva religión con ritos y dogmas. Él ofrece vías, experiencias, para que cada uno pueda probar por sí mismo la veracidad o la utilidad de lo que dice. A mi entender, las disciplinas transformadoras —como, por ejemplo, la Meditación trascendental— que son vías experimentales para acercarse a un nivel de conciencia superior, constituyen la parte más extraordinaria y profunda de toda su obra. Siempre a esta temática se refieren dos de sus escritos más bellos. El primero, La muerte, una lección que dio en Canarias en 1976, analiza —ateniéndose a un riguroso proceso racional que en Occidente encuentra un único precedente en Epicuro— la raíz ilusoria del miedo a la muerte. El otro, El sentido de la vida, un discurso pronunciado en Ciudad de Méjico en 1980, describe detalladamente las distintas posiciones que se pueden asumir frente al sentido de la vida y la trascendencia. En ese discurso, a pesar de declarar su fe inconmovible en que la muerte no detiene a la existencia, sino que es sólo un paso hacia la trascendencia inmortal, Silo proclama para todos la libertad de creer o no creer en Dios y en la inmortalidad.

Es por todo lo dicho hasta aquí que considero a Silo un hombre muy especial, es más, único. Me atrevo a decir que en una cultura como la latinoamericana, que ha producido grandes revolucionarios, grandes escritores, grandes artistas, Silo es el único pensador de dimensión mundial.

Pero estoy seguro de que, a estas alturas, algunos estarán diciendo para sus adentros: Sí, pero ¿quién es Silo en la esfera privada? Es muy sabido que hombres que han sido grandes en sus campos de acción y que tal vez han ayudado a cambiar la faz del mundo, se han demostrado bastante pequeños en el ámbito de los afectos, de la amistad, y en general de las relaciones humanas. Y también se sabe que, como se decía de Napoleón, ningún hombre es grande para su mayordomo, que le conoce el lado oscuro, las debilidades, los tics que emergen sólo con el tiempo y la familiaridad. Y entonces, ¿cómo es Silo de cerca, para ti, que has sido su discípulo, colaborador y amigo por tanto tiempo?

Debo decir que uno de los aspectos que más aprecio del carácter de Silo es su sentido del humor, su capacidad de captar el lado cómico o grotesco de las situaciones y de las personas. Una cualidad que descoloca a cuantos se acercan a él creyendo que un gran pensador debe ser una persona con el ceño fruncido, distante y aburrida. Silo es capaz de juguetear y de reírse como un niño, de maravillarse continuamente de la gran comedia humana. Pero la suya no es una risa distante, de superioridad respecto a las infinitas estupideces con las que está tejida la vida de todos los hombres, grandes y pequeños. Esa risa va acompañando, como dos caras de la misma moneda, la paciencia y compasión con la cuales mira a la miseria y a la grandeza de la condición humana. Porqué Silo es, a mi parecer, sobre todo un hombre bueno. La bondad es para mí su cualidad más grande. ¿Qué más decir?

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Solamente esto. Ultimamente y a pesar de nuestra larga familiaridad, me ha ido surgiendo cada vez con mayor fuerza la pregunta: ¿quién es verdaderamente Silo? Entonces, para encontrar una respuesta, he seguido el consejo que él mismo me dio cuando yo buscaba respuestas a preguntas importantes sobre mi vida. He lanzado la pregunta a lo más profundo de mi conciencia y he esperado la respuesta. Que ha sido esta: Silo es un guía, un iniciado, alguien que posee una llave para abrir la puerta del mundo del espíritu.”