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VI. MITOS INDIOS



Fuego, Tormenta y Exaltación. (1)
Estos son los dioses que tomaron tantas formas irreconocibles. el Fuego (2) y  la Tormenta (3) dieron lugar a la creación, pero ellos son nada sin la Exaltación (4) que inspira a la palabra del poeta.
Oh Agni que reúnes a los dioses(5), hijo de dos madres que te presentas de muchas formas a los hombres(6), protégenos del que quiere matarnos Oh tú, el más joven de los dioses,(7) recibe nuestra alabanza cuando para nosotros tu lengua sea de miel (8). Hasta Gotama te ensalza,(9) Fuego que iluminas los bosques y que das luz a la noche, tú que caminas como animal libre que no tiene pastor y que con tu rostro ennegrecido saboreas la tierra. (10)
Yo proclamo las hazañas de Indra, señor del rayo. Cuando tú mataste a la primera de las serpientes aniquilaste las acciones de los demonios y diste nacimiento al sol, al cielo, a la Aurora. Cuando tú mataste a Vrta golpeándolo por la espalda con el rayo, él cayó como buey destrozado y de sus orificios se liberaron las aguas que estaban retenidas; porque las aguas que tenían por dueño al aborigen y por guardián a la serpiente ya no tuvieron contención(11) y mugiendo se dirigieron al océano. Invoquemos a Indra bebedor de Soma, invoquémoslo para prosperar en el combate, destruír enemigos y ganar botines.(12) Sea la Tormenta la señal de la furia de Indra.
En ti tenemos puesta nuestra esperanza, oh jugo del Soma. La hija del sol purifica al Soma que fluye a través del filtro de los pelos de oveja y luego las vacas con su leche ponen a punto a esa criatura para que Indra se embriague y golpee a sus enemigos, para que dispense su generosidas (13). El Soma, señor de los dioses, salta en las vasijas a través de los filtros de pelos de oveja.y los amigos saltan y dan gritos de alegría en su Exaltación.(14) Dios rojizo, nosotros te endulzamos con la leche. El águila te ha traído obteniendo el poder de Indra. Eres el auxilio, eres el muy activo(15) cuando tus fuerzas se despiertan como el bramido del río(16). Confiérenos los dones del cielo y de la tierra, oh jugo de Soma(17).
El tiempo y los dioses.
Dice el Cántico de la Creación que entonces no había lo existente ni lo no existente, que aquello Insondable respiraba por su propia naturaleza, que aquello era anterior a los dioses, que él formó todo o tal vez no, que él sabe todo o tal vez no.(18)
Pero los dioses y los hombres han sido creados y tienen su tiempo. Sí, tienen su tiempo.
Un día de los dioses es igual a un año de los mortales. Por tanto un año de los dioses es lo mismo que 360 años mortales. Ahora bien, existen cuatro Eras (Yugas) que forman una Gran Era (Mahayuga) de 12.000 años divinos, correspondiente a 4.320.000 años mortales. Así, mil de estas Grandes Eras (Kalpa) duran 4.320.000.000 años ordinarios o, simplemente, un día de Brahma. Pero al terminar su día, el dios descansa y, entonces, ocurre un colapso en el Universo. Mientras Brahma duerme sobre su gran serpiente, todo comienza a ser absorbido por él. Los mundos desorbitados chocan entre sí; toda tierra se licua, todo líquido se evapora, todo vapor se convierte en energía y esta energía cae dentro del poder de la noche de Brahma. Y cuando el dios despierta se abre su gran loto, la luz escapa y comienza un nuevo día. En ese día, se suceden 14 ritmos (Manvantaras) en los que son creados los dioses y los mundos; los peces; las aves; los insectos; los animales y los hombres. Alrededor de 71 series de Grandes Eras se suceden para cada uno de los 14 ritmos. Cada ritmo, entonces, comprende 852.000 años divinos o 306.790.000 años mortales, en los que la energía divina se va alejando de su centro. Así, la historia de la presente humanidad se encuentra en un ritmo y dentro de éste en una de las 71 series de Grandes Eras. Como cada Gran Era está dividida en 4 Eras desiguales, ocurre que en la primera (Krita Yuga) transcurren 4.800 años divinos o 1.728.000 años ordinarios; en la segunda (Treta Yuga) 3.600 o 1.296.000; en la tercera (Dvapara Yuga) 2.400 o 864.000, y en la cuarta (Kali Yuga) 1.200 o 432.000. Por consiguiente, el ser humano ha de tener en todo este ciclo, 4.320.000 años. Pero como ya se encuentra en la cuarta Era, desde su creación han debido transcurrir por lo menos 3.888.000 de sus años. Alejándose de la creación original todos los seres decaen y, por cierto, también el ser humano sigue esa tendencia.
La Krita es esa Era en la que la justicia es eterna. En esa Era, la más excelente de las Yugas, todo ha sido ya hecho (Krita) y nada queda por hacer. Los deberes no se descuidan ni declina la moral. Después, con el paso del tiempo, esta Yuga cae en un estado inferior. En esa Era no había dioses; no había compras ni ventas, no había que hacer esfuerzo. El fruto de la tierra se obtenía por el mero deseo y prevalecían la justicia y el desapego al mundo. No existían enfermedades, ni involución de los órganos de los sentidos con el paso de los años; no existía la malicia, el llanto, el orgullo ni el engaño; ni tampoco disputas, odio, crueldad, miedo, aflicción, celos o envidia. De tal forma que el supremo Brahma era el recurso trascendente de estos seres perfectos. En esa época todos los humanos eran semejantes en el objeto de su fe y en el conocimiento. Solamente se usaba una fórmula (mantra) y un rito. Sólo había un Veda. Pero en la siguiente Era, en Treta Yuga, comenzaron los sacrificios. La justicia decreció en una cuarta parte. Los hombres se adhirieron a la verdad y estaban dedicados a una justa dependencia de las ceremonias. Prevalecieron los sacrificios, junto con las artes sagradas y una gran variedad de ritos. Se comenzó a actuar con fines tangibles, buscando recompensa por los ritos y donaciones y ya no preocuparon la austeridad y la simple generosidad. Más adelante, en la Dvapara Yuga, la justicia disminuyó dos cuartas partes. El Veda se cuadruplicó. Algunos estudiaron cuatro Vedas, otros tres, otros dos y otros ninguno en absoluto. Al dividirse de este modo las escrituras, las ceremonias se celebraron en forma muy diversa. Las gentes ocupadas en la práctica de austeridades y donativos se llenaron de pasión. Debido a la ignorancia del único Veda, los Vedas se multiplicaron. Y con la declinación del bien, sólo unos pocos permanecieron fieles a la verdad. Cuando el hombre se apartó del bien, en su caída se vio atacado por muchas enfermedades, deseos y calamidades causados por el destino, por lo que sufrieron diversas aflicciones y fueron motivados a practicar austeridades. Otros persiguieron los goces y la dicha celestial y ofrecieron sacrificios. Así, el hombre declinó por su iniquidad. Y en Kali Yuga, la justicia se conservó sólo en una cuarta parte. En esta era de oscuridad cesaron los ritos y los sacrificios. Prevalecieron diversas calamidades, enfermedades, fatigas y pecados como la ira. Cundieron la miseria, la ansiedad, el hambre y el miedo. Las prácticas generadas por la degradación de los Yugas frustraron los propósitos del hombre. Así es el Kali Yuga que viene existiendo desde hace algunos siglos.(19)
Pero la pequeñez de la historia del hombre no tendría sentido si en ella no estuviera Brahma. Porque, ¿qué son las 71 series de Mahayugas en las que se crea y se destruye el hombre sino uno solo de los 14 Manvantaras, y qué todos éstos sino un Kalpa, un sólo día de Brahma? En incontables reencarnaciones, la esencia humana se irá purificando. Retrocediendo y avanzando de acuerdo a sus acciones, irá preparando su vida siguiente respondiendo a la ley universal del Karma. Pero adentro de cada humano, en la profundidad más profunda está su Atman. Así, cuando el hombre llega al Atman se encuentra con que él es Brahma. Sin embargo, esta equivalencia desconcertante sólo será aclarada el día en que renunciando a la feliz Contemplación llegue a los hombres la compasión del liberado viviente, conocido por los siglos como el Iluminado.(20) Que la palabre (Om) llame a la gloria de Brahma(21), causa del tiempo y el espacio sin límite, variable en la forma e invariable en la substancia. Que eternamente se pueda adorar a Brahma.(22)
Las formas de la belleza y el horror.(23)
¿Por qué los dioses habrían de conceder sus dones a la súplica de los insignificantes mortales? ¿Por qué tan grandes seres pueden interesarse en la marcha de los breves asuntos, en las reyertas y las penas, en las esperanzas y las devociones? ¿Es que tan enormes poderes están asignados a una pequeña región del insondable Universo; es que en cada punto en que brilla una estrella danzan otros dioses de los que jamás aquí se han conocido sus destinos? Sea como fuere, los dioses más cercanos andan entre nosotros y se transforman para que podamos verlos. También se encarnan en mortales y en sus mil avatares recorren la existencia. Los antiguos padres dijeron que gracias a las oblaciones y a nuestra recta acción los dioses aumentan su poder. Esto explica que a menudo de ellos recibamos favores y que una y otra vez tomen partido por una causa justa como retribución a la fuerza que les damos. Opuestamente, los oscuros demonios desean crecer alimentándose con la naturaleza torcida de las cosas y, creciendo, pretenden oscurecer al mismo cielo. Los grandes poderes ayudan también a lo pequeño, creado luminosamente, porque aún en lo pequeño está su propia esencia. No es extraño que una pócima, casi inapresable por el ojo, nos derrumbe si en ella está el veneno o nos levante si en ella está la curación; así ocurre con la pócima de las acciones humanas ofrecida a los bondadosos dioses.
Pero alguna vez los ojos han podido ver, si es que tal cosa en verdad puede verse con los ojos del cuerpo, al gran dios del Todo. Así apareció ante Arjuna(24)en su forma augusta y suprema...
Con infinitas cabezas plagadas de ojos y bocas, cubierto con vestiduras refulgentes y armado con todas las armas divinas se presentó la Divinidad. Arjuna contempló por instantes los numerosos miembros del Cosmos. Fue tal vez una explosión de colores brillantes hasta el dolor, tal vez un rugido inmenso que atronó los espacios. Pero en ese breve instante el Señor se mostró en su infinita diversidad y fue virando hasta formas inconcebibles y monstruosas. Todos los poderes del mundo eran triturados en las feroces mandíbulas, todo lo existente se disolvía separándose de sí mismo a inconcebibles velocidades. Entonces Arjuna espantado  alcanzó a pensar (porque ni las palabras ni los músculos respondían a su voluntad), alcanzóa invocar: “Muéstrate Señor en una forma cercana.  Ansío verte coronado con la tiara y empuñando la maza y el disco. Asume de nuevo tu forma de cuatro brazos y preséntate, mi señor Krishna, con la atrayente figura humana que devuelva a mi corazón la vida y a mi mente la cordura”.(25)
El viejo libro de Skanda Purana cuenta que un demonio llamado Durg, habiendo hecho sacrificios para propiciar a Brahma, recibió de éste su bendición. Con tal poder, desalojó a los dioses del cielo y enviándolos a los bosques los obligó a que lo reverenciaran inclinando la cabeza en su presencia. Luego abolió las ceremonias religiosas y los dioses debilitados por esto, discutieron una posible solución al trance en el que estaban atrapados. Ganesa (hijo de Shiva y de Parvati), sabio protector de los emprendimientos humanos, meneando su cabeza de elefante agitó los cuatro brazos y sugirió que era del todo necesario llegar hasta sus padres. De inmediato se designó al rey mono Hanuman, el astuto y veloz conquistador de territorios, para que llegando al Himalaya entregara la súplica a la pareja celestial... Y allí en las alturas, ésta meditaba en unión amorosa, en armonía y paz. Hanuman explicó sus motivos. Entonces Shiva, apiadado por las dificultades que sufrían los jóvenes dioses pidió a la delicada Parvati que se encargara del problema. Parvati, en primer término, tranquilizó a Hanuman y luego envió a La Noche para que en su nombre exigiera al demonio restablecer el orden en los mundos. Pero Durg, inundado de furor mandó prender a La Noche y al gritar la orden, con el aliento de su voz quemó a sus propios soldados. Recuperado despachó a sus esbirros, mas La Noche escapando buscó refugio en su protectora. En la más grande oscuridad, Durg encendido de ira subió a su carro de combate. Un ejército de gigantes, caballos alados, elefantes y hombres se recortó fulgurante y rojizo contra las nieves eternas del Himalaya. Con horroroso estruendo la atrevida invasión pisó los sagrados dominios de Parvati, pero ella con grácil movimiento blandió en sus cuatro brazos las mortíferas armas de los dioses. Entonces ocurrió que las tropas del arrogante Durg dispararon sus flechas contra la impasible figura que de pie en el Himalaya se destacaba a gran distancia. Tan tupida era la lluvia de dardos que asemejaba una cortina de gotas de agua en la fuerte tormenta. Pero ella frenó el ataque con sus invisibles escudos. Los agresores partiendo árboles y montes los arrojaban en contra de la diosa... Hasta que ésta respondió. Al lanzar una sola de sus armas se escuchó un silbido aterrador; los caballos alados relinchaban al ser arrastrados por el huracán que seguía a la lanza de Parvati. Pronto su aguijón arrancó los brazos de miles de gigantes mientras crujían en espantoso impacto cuadrúpedos y cabalgadores. Flechas, estacas, mazas y picas que Durg lanzaba, la diosa repelía en fragmentos que destrozaban a los invasores más cercanos. Durg, entonces, asumiendo la forma de un elefante enorme arremetió contra Parvati, pero ella enlazó las patas de la bestia y con sus uñas de cimitarra la cortó en pedazos. De la sangre caída emergió un abominable búfalo que al lanzar su embestida quedó ensartado en el tridente de Parvati. Huyendo malherido, Durg tomó entonces su verdadera forma pero ya la diosa lo había levantado por el aire y al estrellarlo contra el suelo la tierra retumbó con voz de trueno. De inmediato Parvati hundió un brazo en las fauces del demonio y por ellas retiró las palpitantes vísceras. Implacable, en poderoso abrazo hizo que el cuerpo expulsara la sangre a borbotones al tiempo que la sorbía hasta agotarla. Por último, para que Durg no renaciera devoró sus restos y juntando los huesos los presionó tan fuertemente en una mano que reducidos a polvo se incendiaron. Y al aflojar los dedos, el viento helado de las cumbres sólo llevó como recuerdo una minúscula mota de ceniza. Luego, recibió las ofrendas de los dioses y presurosa regresó junto a su amado Shiva. Así, bellísima y tierna, se cobijó con él en la más suave música y en el más delicado resplandor de la inmortalidad.



1.-      La literatura mística de la India es, con seguridad, la más extensa del mundo. Por otra parte, en ella se encuentran concepciones científicas, filosóficas y artísticas de sumo interés. Con frecuencia se ha querido ordenar de manera simple a esa enorme producción. Siguiendo un esquema elemental podemos decir que los Vedas (cuatro en total), han sido seguidos por obras de exégesis como los Brahmanas, Aranyakas y Upanisads. Los Vedas pueden ubicarse, en su sustrato más antiguo, hacia el s. XV a.C.; los Brahmanas hacia el VI a.C. y muchos de los Aranyakas, más recientes en general, tienen su esbozo casi contemporáneo a los Brahmanas. Los Upanisads, son los últimos escritos que, al cerrar el ciclo védico, toman el nombre de “Vedanta”. El ciclo védico, fue compuesto en la lengua que portaban los invasores de la India, conocidos como “indoeuropeos”, o “indoarios”. Esta lengua fue haciéndose irreconocible a medida que transcurría el tiempo hasta que se sistematizó la forma de expresión clásica que conocemos como Sánscrito, hoy por hoy fuera de uso pero que constituye algo así como el Griego antiguo para los occidentales. De acuerdo a Max Müller, los Vedas fueron producidos entre el 1200 al 800 a.C.; los Brahmanas del 800 al 600 y el resto del 600 al 200, pero lo cierto es que no hay nada en esos textos que indique en qué fecha fueron escritos y, en cambio, su transmisión fue durante largas centurias de tipo oral. En lo que hace a la moderna mitología hindú, podemos mencionar a las dos grandes epopeyas (Ramayana y Mahabharata), a los Puranas (historias tradicionales, en número de dieciocho) y a los Tantras (unos cinco importantes). En éste primer apartado que hemos llamado “Fuego, Tormenta y Exaltación”, nos hemos limitado a presentar una versión libre y abreviada de algunos de los himnos dedicados a las tres más importantes divinidades del Rig Veda. Autores como Yaska, posiblemente una de las autoridades más antiguas en el comentario de los Vedas, considera que Agni, Indra y Surya (el sol), constituyen la trilogía fundamental del monumento literario que nos ocupa. Nos parece, sin embargo, que la suplantación de Soma en esa trilogía responde a un cambio importante en la perspectiva mítica de los autores posteriores, respecto de la etapa védica original.
2.-      Fuego como figura de Agni. En Agni se reconocen distintos tipos de fuego: el de la tierra (incendio, fuego doméstico y sacrificial); el del aire (rayo y relámpago) y el del cielo (sol). Se lo suele llamar “comedor de madera” y de “grasa”, esto último en alusión a la grasa sacrificial que se derrama sobre él. Nace por frotación de las dos varillas sagradas y no tiene pies, manos, ni cabeza; a cambio posee numerosas lenguas y cabellera de llamas. Su voz es el crepitar. Le son consagrados más de doscientos himnos del Rig Veda. Fue adorado también por la rama aria que se desplazó hacia Irán. Allí tomó gran relevancia en la religión anterior a Zarathustra, se continuó luego del reformador y llegó hasta el actual culto de los Parsis (éstos, luego del embate musulmán se mantienen en Irán en reducido número de treinta mil, habiendo emigrado a Bombay un grupo que hoy representa la mayoría de esa religión). Al parecer, muchos de los atributos de Agni terminaron absorbidos por Indra, pero en su carácter sacrificial continúa involucrando a la mayor parte de las divinidades hindúes.
3.-      Tormenta como figura de Indra. En rigor, la imagen de Indra es el rayo pero acá aparece como conductor de las aguas luego de haberlas liberado al triunfar sobre Vrta, demonio-hembra que las tenía prisioneras. Este Vrta, puede haber sido un dios de los nativos contra los cuales lucharon los arios durante su invasión a la India al penetrar por el Punjab. Los pobladores, que fueron desplazados hacia el sur, posiblemente canalizaban el agua hacia sus campos de cultivo, encontrándose en un estadio de civilización más avanzado que el de los extranjeros, pero no contaban con las armas de hierro con que estaban pertrechadas las hordas invasoras. Los nativos son llamados «Dasyu» en el Rig Veda tratándose seguramente de grupos drávidas. También se ha visto en Indra al dios que lucha contra la sequedad y que libera las aguas benéficas del cielo. A este dios se consagran alrededor de doscientos cincuenta himnos del Rig Veda (una cuarta parte del total) lo que muestra la importancia que tuvo por esas épocas. Posteriormente fue perdiendo fuerza y muchos de sus atributos terminaron absorbidos por otros dioses.
4.-      Exaltación como figura del dios embriagador Soma. Esta bebida se corresponde con el Haoma de los arios que invadieron el Irán. Hasta el día de hoy se discute las características de la planta productora del Soma. Parece posible que la bebida fuera, con el tiempo, obtenida de distintos vegetales de ahí la confusión que ha rodeado a este tema. Según W. Wilkins en su Mitología Hindú, la planta en cuestión es la Asclepias ácida de Roxburgh. Crece en las colinas del Punjab, en el Paso Bolan, en los alrededores de Poona, etc. Pero ya en épocas en que fuera escrito el Vishnu Purana, los intoxicantes estaban estrictamente prohibidos, por eso el Soma no era exaltado como tal. En todo caso, allí se lo relaciona difusamente con la luna. Por tanto, la pista se pierde casi completamente. Según otros autores, la planta no es sino una variedad de la zigophyllacea. Podría tratarse de las semillas del vegetal conocido como “ruda asiria” (Pegorum harmala) que fue usado por los mesopotámicos quemándolo en los sahumerios sacrificiales. No han faltado, los que han visto en el Soma una bebida fermentada del tipo de la cerveza, como la consumida por los indoeuropeos. Pero la teoría más interesante ha partido de A. Hofmann. Este estudioso (descubridor del L. S. D.), afirma que se trata de un hongo: la Amanita muscaria. Según él, lo que fue un enigma etnobotánico por más de dos mil años ha sido develado en 1968. En Plantas de los dioses, (en colaboración con R. Evans. F. C. E. México, 1982), Hofmann comenta que la Amanita se conoce como alucinógeno desde 1730 por comunicación de un oficial sueco prisionero en Siberia. Este informó que los chamanes la desecaban, agregándole luego leche de reno y procedían a ingerirla mostrando los mismos síntomas que se han observado entre los nativos del lago Superior, del Norte y Centroamérica, afectos a las mismas prácticas. En laboratorio se comprobó que el principio activo no era la muscarina como se pensaba, sino que se logró aislar el ácido iboténico y, finalmente, el bioquímico Takamoto obtuvo el alcaloide llamado “muscimole”. En toda esa investigación se supo que en el proceso de secado del hongo ocurre toda la transformación y el ácido se convierte en muscimole. Otra observación importante fue proporcionada también por aquel oficial que mencionáramos antes. Al parecer, en algunas tribus siberianas se procedía a beber la orina de los chamanes que previamente se habían intoxicado con el hongo, mostrándose efectos parecidos a los evidenciados anteriormente por el chamán en trance. Los autores de Plantas de los Dioses, comentan que esto era posible porque los principios psicoactivos pasaban a la orina sin ser metabolizados, o bien en forma de metabolitos que aún tenían actividad, lo cual es poco usual en relación a los compuestos alucinógenos de las plantas. Por otra parte, en los Vedas se hace mención a que la orina de alguno de los concurrentes a la ceremonia del Soma, era recogida en recipientes especiales, lo cual permite establecer curiosas relaciones. Actualmente en India es conocida la uroterapia en base a la bebida, en ayunas, de la propia orina. Este no es exactamente el caso descripto más arriba, pero esta costumbre bien podría tener sus raíces más lejanas en la época védica de la «medicina» del Soma. Con relación a la Amanita, un fresco románico de la capilla de Plaincourault (fines del s.XII), la muestra como el árbol del Edén, enroscándose a su alrededor la famosa serpiente. En lo que hace a sustancias tóxicas usadas en ceremonias religiosas, los asirios ya conocían la cannabis en el primer milenio a.C. que, desde luego, también se utilizaba en Tíbet e India con idénticos fines. Marco Polo da cuenta en sus viajes, del caso de Al-Hasan ibn-al-Sabha, conocido como “el viejo de la montaña” que usaba el haschich (de cuyo nombre deriva el de “aschissim” o “asesin”, que fue volcado como «asesino»), relatándose que Al-Hasan sometía a un grupo de jóvenes por medio del tóxico y luego los lanzaba contra sus enemigos. Seguramente, numerosos sahumerios han tenido su origen en la aspiración de humos de plantas alucinógenas quemadas con finalidad ritual. Dada la toxicidad observada es posible que, con el tiempo, tales vegetales fueran desplazados por resinas que hoy vemos utilizadas en la práctica de muchas religiones, esto es: el incienso, la mirra y el estoraque, además de maderas aromáticas como el sándalo. Puede seguirse una pista similar en el origen de ciertos perfumes que con el tiempo fueron desapareciendo. En cuanto a la amplitud del uso, digamos que de la enorme cantidad de especies vegetales terrestres, sólo ciento cincuenta han sido empleadas por sus propiedades alucinantes. De éstas, unas veinte en el Oriente y alrededor de ciento treinta en el hemisferio occidental, correspondiendo una cantidad importante al centro y norte de América. En el origen de las religiones universales se observan algunos rasgos que no dejan de sugerir la presencia de sustancias alucinógenas. El Soma, por la abundante referencia que nos da el Rig (alrededor de ciento veinte himnos), se nos presenta como el tercer dios importante de la India en la época védica, pero no podemos desconocer que en distintos tiempos y lugares, numerosas manifestaciones religiosas han estado relacionadas con la acción de tóxicos. Sobre las anormalidades de la percepción y de la representación, ver nuestro Contribuciones al Pensamiento (Psicología de la imagen- Variaciones del espacio de representación en los estados alterados de conciencia. Planeta, Buenos Aires, 1990).
5.-      Rig Veda I, 1, 2. Adaptacón en base a la traducción de F. Villar Liébana. Ed. Nacional. Madrid, 1975.
6.-      Ibid. I, 31, 2.
7.-      Ibid. I, 36, 14 y ss.
8.-      Ibid. I, 60, 3.
9.-      Ibid. I, 78, 2. Posiblemente de una rama de la familia de estos Gotama descienda el Buda histórico. En el Rig Veda se menciona a los Rahüganas como pertenecientes a ese grupo (I, 78, 5).
10.-    Ibid. II. 4, 5 y ss.
11.-    Ibid. I, 32, 1 y ss.
12.-    Ibid. III, 48, 1 y ss.
13.-    Ibid. IX, 1, 5 y ss.
14.-    Ibid. IX, 45, 3 y ss.
15.-    Ibid. IX, 48, 3 y ss.
16.-    Ibid. IX, 50, 1.
17.-    Ibid. IX, 57, 1 y ss.
18.-    Rig Veda X, 129, 1 y ss. Adaptación en base a la traducción inglesa de  de R. Griffith.
19.-    En base a la traducción de W. Wilkins del Mahabharata. Mitología Hindú. Visión, Barcelona, 1980.
20.-    Alusión a la enseñanza del Buda (500 a. C.). Según esa doctrina, el ser humano puede liberarse de la rueda de las reencarnaciones y llegar al Nirvana, suerte de disolución desde el punto de vista de las características sensibles que configuran el Yo. La doctrina budista (en rigor una filosofía y no una religión), fue convertida paulatinamente en una creencia religiosa dando lugar, a su vez, a una nutrida mitología.
21.-    A menudo, “Om” se pronuncia en los comienzos de oraciones y ceremonias religiosas. Originalmente, las letras que formaban a esta palabra (a u m) representaban a los Vedas. Con el tiempo, comenzó a denotar a las tres deidades principales del ciclo puránico, a saber: Brahma, Vishnu y Shiva.
22.-    La oración está tomada del Vishnu Purana. Respecto al nombre de Brahma, Monier Williams dice: “Sólo unos pocos himnos de los Vedas parecen contener la simple concepción de la existencia de una ser divino y omnipresente. Incluso en éstos, la idea de un dios presente en toda la naturaleza es un poco difusa e indefinida. En el Purushna Sukta del Rig Veda, el espíritu único se llama Purushna. Ya el nombre más común en el sistema posterior es Brahman, neutro (nominativo, Brahma) derivado de la raíz brih, ‘expandirse’ y denota la unidad de la esencia expansiva, o la sustancia universalmente difusa del universo... Brahma es el neutro, siendo el ‘simple ser infinito’ (la única esencia real y eterna) que cuando pasa a la esencia manifestada se llama Brahma; cuando se desarrolla a sí misma en el mundo se le llama Vishnu y cuando de nuevo se disuelve en sí mismo en un ser único recibe el nombre de Shiva; todos los restantes e innumerables dioses y semidioses son también nuevas manifestaciones del neutro Brahman, que es eterno”. Indian Wisdom, pág. 12. Citado por Wilkins O. C. pág. 106.
23.-    El título de éste parágrafo, “Las formas de la belleza y el horror”, sintetiza esa sensación contradictoria que muy a menudo presentan las divinidades en las que se advierte su doble faz benéfica y siniestra. El primer caso que se presenta es la transformación de Krishna frente al héroe Arjuna. El segundo es el de la radiante Parvati capaz de triturar a un monstruo, sorber su sangre y devorar los restos para volver al lado de su amado Shiva con la belleza y mansedumbre de siempre. Impresionado por ese estado contradictorio que le provoca su amante, Baudelaire terminará escribiendo su Himno a la Belleza que bien puede ser dedicado a esos dioses ambivalentes: “¿De un negro abismo vienes o de los astros bajas? El Destino, como un perro, te sigue fiel y ciego; vas sembrando al azar dichas y desventuras, gobiernas todo aunque sin responder de nada... ¡Oh Belleza, caminas entre muertos y de ellos te burlas! Entre tus joyas el Horror no es la menos preciada... ¿Qué importa que del cielo o del infierno vengas, ¡oh Belleza, monstruo enorme, ingenuo, espantoso! si tu mirada, tu sonrisa, tus pies, me abren la puerta del Infinito que amo y me es desconocido?”
24.-    Arjuna, uno de los héroes de la epopeya Mahabharata.
25.-    Adaptado de El Bhagavad Gita en la traducción de J. Roviralta Borrell. Canto XI. Diana, México, 1974. El Bhagavad Gita es un episodio del Mahabharata, redactado hacia el siglo III a. C.

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