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VIII. MITOS GRECO-ROMANOS


La lucha de las generaciones de inmortales.
Del eterno Urano (Cielo) y de la madre Gea (Tierra) nacieron seis titanes que con sus hermanas titánidas engendraron a una generación de dioses. Pero es a partir del gran Crono (Tiempo), el más joven titán, que todo comenzó a fluir según lo siguiente sucede a lo anterior. Antes de él, los tiempos corrían a saltos y en todas direcciones: el pasado sucedía al futuro y, a veces, todos los instantes transcurrían en tropel concentrado. En realidad, los mortales nada pueden decir de algo anterior al comienzo de las cosas (por esto algunos, hacen derivar de Crono a todo lo pensable).
Los hijos estaban enojados con sus padres pues cada vez que nacía un nuevo hermano, Urano lo mantenía en el seno de Gea sin dejarlo salir. Por esto Gea  fabricó una afilada hoz y mostrándola a sus hijos les explicó su maquinación. Su hijo Crono aceptó el instrumento que la madre le ofrecía y con él preparó una emboscada. Cuando Urano, deseoso de amor se tendió sobre Gea, el resuelto hijo salió de la obscuridad y tomando los genitales de su padre los segó arrojándolos hacia atrá.(2)
Así Crono desplazó a su padre en el reinado del Universo. Luego se unió a su hermana Rea y con ella comenzó a engendrar hijos, pero fue devorándolos conforme iban naciendo para evitar de este modo que algun descendiente obtuviera la dignidad real y lo desplazara de su lugar entre los inmortales. Rea, no pudiendo evitar la matanza  pidió ayuda a sus padres sabedores del Destino de Crono que debía ser reemplazado en su poder por uno de sus hijos. De este modo quedarían vengadas las Erinias que el monstruoso Crono había engullido(3) y se cortaría la cadena de asesinatos que preparaba Crono, de aguda mente.(4)
Cuando Rea estuvo a punto de parir, sus padres la enviaron a Creta y allí en la cueva de un monte recóndito dio a luz al gran Zeus. Nacido este, fue presentado envuelto en pañales a su padre Crono que entonces se dispuso a devorarlo... Pero he aquí que el niño que tragó era una bien disimulada roca que a la postre Crono terminó por vomitar junto a los hijos que había engullido anteriormente. Entre tanto, Zeus había ya crecido lo suficiente como para apoderarse de su padre despojándolo de sus atributos. De este modo el glorioso Zeus comenzó a andar el Destino que lo llevaba a gobernar entre los inmortales y para que se recordaran las viscisitudes de su nacimiento, clavó la roca del engaño en las cavidades del Parnaso.(5)
La lucha inevitable surgió entre el bando de Zeus, sus hermanos y aliados, y el de Crono y los titanes. Zeus mostró su fuerza descendiendo desde el sagrado monte Olimpo con el rayo, mientras retumbaban los cielos con el trueno y se arremolinaban los relámpagos haciendo dar vueltas a la sagrada llama.(6) La tierra crepitaba con el fuego al tiempo que las aguas del Océano hervían y una ardiente humareda envolvía a los Titanes quedando todo ojo enceguecido por el brillo del relámpago.(7) Así continuó la formidable lucha hasta que los dioses tomando con sus manos(8) a los Titanes los encadenaron enviándolos a las profundidades de las montañas en una zona húmeda, en los confines de la inmensa tierra.(9)
Prometeo y el despertar de los mortales.
Salvé a los mortales del Diluvio cuando encargué a Endimión y Pirra la construcción de una barca, y luego les expliqué cómo restablecer lo devastado cuando la nave descendió suavemente en los montes Tesalios. Amigo del conocimiento y la paz, en trance estoy de lograr mi objetivo; para esto he beneficiado a los mortales con la sabiduría. A menudo ocurre que ésta misma ciencia es envilecida por los sueños de dominio que los dioses infunden a los hombres para perderlos, volviéndolos a las épocas oscuras de las que yo los rescatara. ¡Pero haya fe en el avance! Y cuando los bandos se enfrenten, repetid conmigo estas amargas palabras que no por vulgares son menos ciertas: “¡Haced la guerra, mortales imbéciles; destrozad los campos y las ciudades; violad los templos, los sepulcros, y torturad a los vencidos. Haciéndolo así, prepararéis vuestra propia destrucción!”.(10) Y que os sirva en algo esta advertencia.
Así como Zeus, yo Prometeo soy hijo de titanes. Aquel nunca miró con buenos ojos que en la lucha divina me mantuviera al margen. Y así fue. No por malignos los titanes, mejor era Zeus en sus designios y altivez. Cuando los olímpicos, por fin, se apoderaron del gobierno del mundo, quisieron mantener su tiránico poder y, en su crueldad, mutilaron el cuerpo y la mente de los frágiles humanos viendo en ellos a enemigos futuros. Los cubrieron de superstición y de ignominia y hasta hoy se respeta la mentira de esa tribu de inmortales opresores. ¿Quién sino yo dio el conocimiento a los mortales que luego de siglos veían sin mirar y oían sin escuchar? Similares a los fantasmas de los sueños no había cosa que no confundieran. Vivían en la profundidad de cavernas temiendo a la luz. No sabían del ladrillo ni de la madera para hacer sus refugios; tampoco comprendieron la sucesión de las estaciones ni la salida y puesta de los astros. Todo lo hacían sin tino hasta que les enseñé a uncir el yugo de las bestias, a cultivar y cosechar, a componer los números y las letras y a construír los carros que surcan las aguas.(11)  A los hombres todo les pasaba sin posibilidad de elegir por faltar en ellos el conocimiento. Ni medicinas, ni metales pudieron conocer hasta que por mí, óyelo todo junto, obtuvieron todas las artes.(12)  Y, por cierto, dejaré que algunos por obsecuencia a los olímpicos, cuenten aún hoy su falsa historia que dice así:
“... Cuando los dioses y los mortales  todavía disputaban, Prometeo trató de engañar al gran Zeus cambiando los ricos alimentos por huesos y grasa. Ante esto, el Olímpico dijo: ´¡Japetónida(13) qué desigualmente has repartido las raciones!´. Desde entonces las tribus de mortales recuerdan el hecho quemando para los dioses en sus altares, huesos de animales cubiertos por la humeante grasa. Pero para evitar nuevos engaños que beneficiaran a sus amigos, perjudicando a los olímpicos, Zeus dispuso que los fresnos no tuvieran fuerza suficiente para producir el fuego. Reincidiendo, el astuto Prometeo se burló de los sagrados designios robando en una caña hueca el incansable fuego que puso en manos de los hombres. Se irritó el altitonante Zeus al ver el fuego en la distancia y comprender su origen. Por ello, y para que se supiera que no era posible transgredir la divina voluntad, retuvo al avieso Prometeo con una cadena que pasando a través de una columna quedó fijada a una roca. Así, a pesar de ser muy sabio,(14) el Japetónida sufrió un castigo merecido porque atado a la columna todos los días recibía la visita de un águila que devoraba su hígado regenerado cada noche”.
Sea como fuere aquella falsa historia el hecho es que un mortal, Heracles, dió cuenta con su flecha del águila devoradora. Entonces Zeus, reconocido el hecho, se resignó a que yo cargara parte de la cadena y de la roca que arranqué con la ayuda del héroe. Torpemente, Zeus, no quiso escuchar las condiciones que tenía yo en mente para beneficio de ambas partes. Solamente, cuando le advertí acerca de su futuro vio el peligro y a regañadientes compensó con mi libertad el consejo que de mí necesitaba. Y aún, obstinado, pensó que aunque libre se agotaba mi tiempo ya que la inmortalidad no me había sido concedida. Pero Quirón, el buen amigo y educador de los mortales, cambió conmigo su sino y eligiendo él bajar al Hades dejó la eternidad en mis manos. Ahora, luego de penurias y fatigas, estimulando siempre la esperanza, atraigo a los humanos para que también conquisten la libertad y su inmortal destino.
Deméter y Perséfona. Muerte y resurrección de la naturaleza.(16)
A Deméter canto, a ella y a su hija Perséfona que fue raptada cuando en los prados recogía flores. Cien capullos brotaban de una misma raíz cuando ella decidió coger el ramo, pero en ese momento retumbó la tierra y abriéndose vomitó fuera de sí al soberano del Hades llevado por negros corceles. Contra su voluntad la niña fue llevada por Hades a su reino subterráneo. Nadie escuchó ni vió nada de lo ocurrido y Deméter durante nueve días no probó la ambrosía buscando a su hija. Pero el Sol, que todo lo ve, informó a la apesadumbrada madre sobre todo lo acontecido: “Ningun mortal es culpable de lo que sucedió, solamente Zeus es responsable de todo porque dio a Hades como regalo a tu hija Perséfona. Sin embargo, oh diosa, cese tu llanto porque Hades como yerno no es despreciable, siendo hermano del generoso Zeus”. Encendida de furor la diosa abandonó el ágora celeste y el vasto Olimpo y descendió a las ciudades y los campos de los hombres afeando su aspecto para no ser reconocida. Pero los bienes que Deméter distribuye quedaron restringidos en su ánimo y, por tanto, nada germinaba ni daba frutos. Entonces Zeus, mandó llamar a la ofendida diosa pero ésta rehusó, deseosa como estaba de reencontrarse con su hija. De este modo, el padre de los dioses mandó a Hermes, el de los pies alados, a parlamentar con el infernal Hades y aquél dijo: “Hades, rey de los muertos, Zeus me envía para que saque de tus dominios a Perséfona así que su madre vuelva a verla y de este modo deponga su ira que impide germinar a las semillas, acabando con la frágil raza de los mortales”. Hades recomendó al punto que Perséfona partiera. Ésta saltó de júbilo; pero él le dio de comer un misterioso grano de granada para que regresara pronto a sus tenebrosos dominios. Luego, Hades entregó su carro a Hermes y éste acompañado por Perséfona acometió el regreso. El reencuentro de madre e hija conmovió a los dioses y el largovidente Zeus mandó a por ellas a la madre Rea, de manera que en el encuentro ésta dijo: “¡Ven acá, hija! Te llama el tonante Zeus para que vayas a las familias de las deidades; prometió darte las honras que quisieras entre los inmortales dioses; y asintió con la cabeza a que, en el transcurso del año, tu hija pase un tercio del tiempo en la oscuridad tenebrosa y los otros dos contigo y con los demás inmortales. Así dijo que se cumpliría y lo ratificó con un movimiento de su cabeza. Ve, hija mía, y obedece. No te irrites demasiado y haz que crezcan rápidamente los frutos de que viven los hombres”. Obedeció Deméter y de inmediato hizo salir las flores y los frutos en toda la naturaleza. Yexplicó los venerados misterios que no se deben descuidar ni escudriñar, por respeto a los dioses. ¡Dichosos aquellos que han contemplado estos misterios porque los no iniciados no alcanzan, después despues de muertos, la suerte de ver en la obscuridad tenebrosa!.
Dionisos, la locura divina.
Ninguno de nosotros sabe nada de nada; ni siquiera esto mismo de si sabemos o no sabemos, ni si sabemos que sabemos o que no sabemos; ni si en total hay algo o no lo hay. Porque las cosas son lo que uno crea de ellas.(17). Por tanto, debe moverse la razón y abrir otro horizonte para que los dioses hablen.
Canto al bullicioso Dionisos, coronado de hiedra y de laurel, hijo de Zeus y Sémele, miembro de la tribu de los inmortales. En los bosques las ninfas lo siguen y él llena los espacios obscuros con gran estrépito. ¡Salve, oh Dionisos, el de los muchos racimos!(18)
Dudando Sémele que su amante fuera el mismo Zeus, le pidió que se manifestara en todo su poder. Al complacerla el olímpico, la aparición fue tan grande y terrible que aquella murió fulminada. Su hijo sin nacer fue arrancado de su seno por el dios, pero al faltarle tiempo suficiente de gestación, Zeus cortó su propio muslo e injertándolo allí cosió luego la herida. Al llegar el tiempo, su padre lo extrajo vivo; por esto se le llama «Dionisos», «Zeus joven», o también «el nacido dos veces». Pero Hera celando a Zeus por sus amores con Semele buscó al niño recién nacido para acabar con él. De este modo Dionisos tuvo que ser llevado a Egipto y educado en profundas cuevas y para mayor seguridad el padre Zeus lo transformó en un cabrito. Era ya un joven cuando Dionisos fabricó el vino de la vid. Allí lo descubrió la vengativa Hera y enloqueciéndolo hizo que vagara por numerosos países, hasta que la asiática Cibeles, Gran Madre de numerosos pueblos, lo purificó devolviéndole la razón a través de misteriosos procedimientos. Rodeado de bacantes, fue llevando la vid de pueblo en pueblo. En uno de ellos un tirano quiso destruir la planta sagrada pero enloquecido cortó sus propias piernas y entonces sus súbditos lo descuartizaron para alejar la maldición del dios. Llegando a India sometió a los pueblos con su embriaguez y sus ritos y luego volvió a Grecia. Allí su culto fue resistido por otro gobernante que como consecuencia fue despedazado por mujeres tomadas por el delirio y la.embriaguez. De lugar en lugar, quiso llegar a las islas griegas y para esto se ubicó en las playas esperando el paso de algún navío. Esto finalmente ocurrió, pero los marinos tuvieron la idea de hacerlo prisionero para venderlo como esclavo. Así fue como la tripulación vio crecer vides por todo el barco mientras chorros de vino brotaban desde la cubierta y Dionisos, convertido en león, rugía amenazante. Enloquecidos se arrojaron al mar quedando convertidos en esos delfines que hasta hoy rodean a las naves, siempre tratando de explicar a los navegantes su confuso destino. Pero Dionisos siguió su labor misionera... Encontrando a la cretense Ariadna (aquella que con su hilo logró desbaratar los laberintos del Minotauro), redimió su amorosa pena. Siguió adelante el dios en su carro tirado por panteras, ceñida su frente por pámpanos y hiedra, tomando en su mano el tirso divino. Llegando a cada pueblo instituyó su culto y en las noches, al fuego de antorchas, sus devotos embriagados danzaron al son de panderos, cuernos y flautas. En éxtasis divino los bacantes abatían las pretensiones de la razón y al retomar su cordura dudaban de lo visto antes y después. Por esto, al celebrar el oscuro Dionisos con el luminoso Apolo la fusión de sus enseñanzas, el alma humana cedió la ferocidad de su instinto desatado, y la razón lejana bajó a la comprensión de sus profundidades. Y así, cuando la vengativa Hera reconoció el mérito de Dionisos, éste pudo regresar al Olimpo. Sin embargo, descendió antes al infierno y de allí rescató para la vida a la triste sombra de su madre Sémele.



1.-      Bajo este título englobamos a una cantidad de mitos de los que participaban no solamente griegos y romanos, sino otros propios del mundo creto-micénico que, desde luego, requerirían tratamiento aparte. Se observará que los sujetos tratados poseen nombres griegos y en ningún caso romanos, ya que los hijos de Rómulo absorben sus más prominentes mitos de la cultura griega, con el solo expediente de cambiar nombres y lugares en que se desarrollaron algunos acontecimientos. De ninguna manera estamos diciendo que la cultura romana no haya dado lugar a leyendas y mitos propios, ya que las sucesivas oleadas de invasores sobre esas tierras debieron enfrentar a pobladores más antiguos y éstos, desde luego, contaban con formas míticas y religiosas más o menos diferenciadas de los nuevos aportes. Por otra parte, la influencia cultural griega sobre la romana no es el único factor que juega, ya que numerosas «historias» derivan de egipcios, frigios, hititas, etc. Si vamos al caso, en la misma mitología griega son muchos los nombres de dioses de origen extranjero. Por otra parte, una cosa es la colección (y muchas veces transformación) de leyendas y mitos debidos a la pluma de los mitógrafos antiguos y otra el papel que dioses, semidioses y otras entidades jugaban en el culto personal y colectivo. En realidad es allí donde debe buscarse la verdadera importancia de los mitos, emparentados más con el sistema de creencias que con la simple expresión poética, plástica y a veces filosófica, como en el caso del Platón creador de «mitos» (Banquete, Fedón, Fedro, República, etc.), a través de los cuales explica su doctrina. Por nuestra parte, hemos utilizado los textos de Homero, Píndaro, Eurípides, Sófocles y Esquilo por su gran belleza expresiva y, desde luego, la Teogonía y los Trabajos y Días de Hesíodo que sin el vuelo poético de las obras de aquellos autores, constituyen verdaderas piezas de recopilación y «clasificación». Históricamente, los mitos que nos ocupan circularon por los países de lengua griega desde el s. X a.C. hasta aproximadamente el IV de la era actual. En tal sentido, obras como las de Hecateo escritas en el VI a.C. hubieran sido de inestimable valor, pero desafortunadamente han llegado hasta nosotros fragmentos dudosos de sus cuatro libros de Genealogías. Sin embargo la obra de aquel autor parece haber influido decisivamente en Ferécides que escribe sobre los primeros mitos atenienses. Por cierto que los autores posteriores no son desestimables (y esto vale también para los escritores romanos), pero a medida que avanza el tiempo la maraña informativa crece de tal manera que tiende a confundirse la fuente original con la creación reciente. Los seres más importantes mencionados en éste capítulo de “Mitos greco-romanos” son: Crono= Saturno romano; Zeus= Júpiter; Hera= Juno; Rea= Cibeles; Hermes= Mercurio; Deméter= Ceres; Perséfona= Proserpina; Dionisos= Baco y Heracles= Hércules.
2.-      Adaptación de la Teogonía. Hesíodo. v 154 a 181. Alianza. Madrid 1986. Hesíodo de Ascra, primera mitad del s. VII a. C. (?)
3.-      Las Erínias son tres: Tisífone («destrucción vengadora»); Alecteo («repugnante, hostíl») y Megera («refunfuñona»). Según A. Garibay, se trata de personificaciones de la idea de reparación del orden destruido por el crimen. Tienen, entre otras misiones, el mandato de reprimir la rebelión del joven contra el viejo. Viven en el Érebo y son anteriores a Zeus. Para A. Bartra son espíritus del castigo y de la venganza de sangre. Por último, P. Grimal las considera nacidas de las gotas de sangre con que se impregnó la tierra cuando la castración de Urano. Fueron también llamadas “Euménides”, y “Furias” por los romanos.
4.-      Ibid. v. 460 a 474.
5.-      Ibid. v. 470 a 501.
6.-      Ibid. v. 686 a 692.
7.-      Ibid. v. 693 a 699.
8.-      Ibid. v. 717 a 720.
9.-      Ibid. v. 730 a 732.
10.-    Versión libre sobre Las Troyanas de Eurípides. Fin de la escena XI, en adaptación de J. P. Sartre. Losada. Buenos Aires 1967. La cita entrecomillada corresponde al parlamento de Poseidón, pero nos hemos permitido ponerla en boca de Prometeo dado que se ajusta bien a su carácter y al contexto general en que el Titán desarrolla su relato. En todo caso, la sorpresa que produce la introducción de la advertencia “¡Haced la guerra, mortales imbéciles; destrozad los campos y las ciudades; violad los templos, los sepulcros, y torturad a los vencidos. Haciéndolo así, prepararéis vuestra propia destrucción!”, es explicable porque rompe el estilo épico y grave con una disonancia burlona, propia de mediados del siglo XX muy del gusto sartreano. Eurípides nació en Salamina en el 480 y murió en el 406 a. C.
11.-    Adaptación de Prometeo Encadenado. Esquilo. Episodio II. Losada. Buenos Aires 1984. Esquilo nació en Eleusis en el 525 y murió en el 456 a. C.
12.-    Ibid. Episodio II, después del primer Coro.
13.-    “Japetónida”, hijo de Jápeto. Jápeto es, a su vez, hijo de Urano y Gea, y hermano de Crono y de los otros titanes (Océano, Ceo, Hiperión y Crio) y titánides (Tetis, Rea, Temis, Mnemósine, Febe, Dione y Tia). Los titanes y titánides pertenecen a la primera generación de dioses (llamados “dioses titanes”). De la línea de Jápeto y Clímene derivan Atlante, Menecio, Prometeo y Epimeteo; así como de la línea de Crono y Rea derivan Hestia, Deméter, Hera, Hades, Posidón y Zeus. Prometeo resulta, por consiguiente, «primo» de Zeus. Pero es la línea de Crono (la de los llamados «crónidas»), la que se impone. Epimeteo, hermano de Prometeo (y su reverso dada su torpeza y falta de ingenio), acepta como regalo a Pandora de la que se sirve Zeus para arruinar a los hombres una vez más. De Epimeteo y Pandora nace Pirra y de Prometeo y Clímene nace Deucalión. Estos dos forman la pareja pobladora del mundo luego del Diluvio que envió Zeus en un nuevo castigo. Es gracias a otra intervención de Prometeo que el ser humano logra salvarse. En efecto, Prometeo instruye a Deucalión y Pirra para que construyan el Arca. Luego, los sobrevivientes de la catástrofe hacen resurgir a los humanos arrojando piedras hacia atrás (por encima del hombro), mientras caminan por los campos. Producto de esa “siembra”, van naciendo las mujeres y los hombres. En todo lo anterior, resalta la línea de los Japetónidas como promotora de la propagación humana.
14.-    Adaptación de Teogonía. v. 535 a 570 y 615 a 618.
15.-    Ibid. v. 521 a 525.
16.-    Adaptación de Himnos Homéricos. II. A Deméter. (en Ilíada II) Losada. Buenos Aires 1982.
17.-    Sobre la Naturaleza. I y II. Metrodoro de Kío.
18.-    Adaptación de Himnos Homéricos. XXVI. A Dionisos.

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